La policìa siempre en vigilia

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El telefonazo fue recibido en la comandancia bien claro y casi al momento del ilícito:

– Mire… ¿oficial?… entré como siempre a entregarle la pizza hawaiana a la señora y la encontré muerta ¡vengansen!

– Calma, calma, ¿quién habla y de dónde?

– Soy el repartidor de pizzas PIZZAKON, me llamo Ruperto Alanís y le hablo de Carpetas 2224 Col. El Caracol.

– Bien. No se mueva, para allá vamos.

Llegaron dos patrullas y el espectáculo era desgarrador: Una dama presumiblemente de la tercera edad yacía en un charco de sangre teniendo clavado en su cuello un enorme cuchillo.

Se veía, sin ser perito forense, que la dama no pudo defenderse.

El repartidor de pizzas, blanco como cirio pascual, hablaba de lo poco que conocía de la difunta:

– Yo le daba su pizza cuan-do la pe-día, y creo, porque nunca vi que había más gente que la pobre, vivía sola.

Al ver patrullas, peritos, policías, los vecinos y curiosos se acercaron a la vieja casona. Y de ahí el representante de la fiscalía rescató datos: tenía hijos e hijas que no iban y parecía siempre triste y solitaria, era pensionada y a nadie hacía daño ni intimaba.

En plena pandemia de Covid-19 y a falta de otros asuntos, los dos mejores investigadores de la fiscalía de la ciudad de México grabaron todo en sus celulares y Daniel Morales, el Dr. en Criminología y el Lic. y Coronel Luis Pérez Cervantes, perito reconocido comenzaron un complicado rompecabezas: Robo no fue ¿crimen pasional? Ja, ja, ja y comenzaron el científico trou trou: Hipótesis, líneas de investigación, pruebas testimoniales y de campo… y se aprestaron a una larga dificultosa y tarea investigativa.

Mientras las hormiguitas de la extinta PGR tomaban fotos, escudriñaban la escena del crimen y con una escobilla recogían indicios, los expertos coincidieron en que existían varias hipótesis y que el asunto pintaba para CyD, Complicado y Difícil, saliendo a colación la nueva Mataviejitas que según operaba por el rumbo. Y lo que era ya la pista más evidente: la herencia que se verá en su testamento: un familiar vino se la echó… y a cobrar.

– ¡Fue éste!

De pronto y alzando la voz un humilde policía municipal, señaló al chavo repartidor de pizzas.

– ¡Fue éste! Volvió a alzar la voz.

Y otros siguieron escobeteando, murmurando, fotografiando…

El chavo quiso escapar. Imposible. En su desesperación sólo mascullaba: ¡Pinche vieja! ¡Me prometia y nada! ¡¿Cómo la iba a querer de a gratis?!

El municipal oliendo a alcohol les lanzó: primero debían de haber ido al lavabo y verían sangre… no creo que le haya dado tiempo de limpiar. Véanle las manos, limpiecitas ni siquiera yo creo ni olor a pizza… y otra: ¿cómo sabía que nadie la visitaba?… ¡abusados!

Los presentes se quedaron de a seis. Y mientras dos agentes le ponían las esposas al jovenzuelo, Morales y Pérez Cervantes sintiéndose los entes más pendejos del mundo, se acordaron de su maestro de posgrado el famoso Pelón Mantilla, el señor de la lógica obviedad quien desde la primera clase les lanzó:

– Miren… siempre comiencen con lo obvio, que no se les olvide, sino quedan como pendejos… ¿Ok?