La que quiera azul celeste… Ya sin que se acueste

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Tengo diecinueve años, y más o menos desde hace uno, cuando cumplí los dieciocho, tomé la mejor decisión de mi vida. Convertirme en una influencer de la página azul especializada en contenido para adultos.  Y no, no quiero que piensen mal de mí, no me dedico al empleo más antiguo del mundo, yo me dedico a crear y vender contenido para adultos. Es decir, me grabo en la intimidad de mi habitación, ya sea en ropa interior o con desnudos artísticos, y vendo ese material a todos mis seguidores que pagan por todo ello buenas cantidades de dinero, y no en pesos, en dólares. 

A veces, suelo también hacer en vivos, qué consiste en mantener una grabación en vivo como su nombre lo indica, de manera tal que todos los miles de seguidores que tengo en la plataforma puedan ver y disfrutar en tiempo real mi sesión, que puede llegar a durar media hora o incluso la hora completa. Durante ese tiempo, les muestro lencería, admiran mi cuerpo y hago otras cosas. Al finalizar al mejor postor le vendo la ropa interior que usé durante la grabación. Es una subasta que suele terminar en miles de pesos.  

Al principio, cuando empecé, pensaba en juntar algo de dinero para pagarme mis estudios universitarios, pero después de unos meses y al ver que lo que ingresaba a mi cuenta bancaria superaba por mucho mis expectativas, decidí dejar la escuela, al fin que, ya para qué sirve estudiar, si conozco y sé de influencers que, en un año, llegan a ganar todo lo que un trabajador promedio, como mi papá, ganaría en toda su vida laboral. Incluso más que médicos o abogados. Claro que ellas ganan eso porque son reconocidas por la televisión o películas. Pero a mí no me va mal, aunque sigo teniendo bajo perfil, mis ingresos parecen decir lo contrario. Todavía puedo salir a la calle sin ser reconocida. Además, ya incursioné también en el mercado de los pies. Son gente que me pide que les haga videos donde muestre exclusivamente mis pies, y nada más, sólo pies. Al principio pensé: ¡qué raro!, pero después de ver la cantidad de dinero que están dispuestos a pagar aprendí a no tener ninguna opinión.     

Tengo todo tipo de seguidores, pero los que predominan son señores mayores que están obsesionados con la juventud y con las pieles rositas, como de muñequitas. De hecho, hay uno que me dice que soy su muñequita de porcelana. Es uno de mis mejores clientes y más fiel seguidor.

Empecé a salir con un chavo, no es nada serio ni formal, porque yo la verdad no busco ahorita una relación seria, lo que me interesa y en lo que tengo puesta toda mi atención es en generar: generar vistas, generar seguidores, generar contenido y por ende, generar dinero. Le dije sin rodeaos a lo que me dedico y parece que no le importó, vamos a ver si es cierto y espero que después no me salga celoso o que me quiera retirar del mundo de la plataforma azul. Quedó de ayudarme a grabar, pero no piensen mal, sólo va a dedicarse a sostener la cámara y realizar cuestiones de producción. Recuerden que esto es un trabajo.  

Con todo el dinero que he ganado hasta ahora, ya me pude comprar un departamento, tengo mi auto. Quise ayudar a mis papás, pero no me apoyaron al respecto. En cuánto se enteraron de dónde provenía todo el dinero que de repente llegaba, me corrieron de la casa, sobre todo mi papá que no soportó la idea de que su hijita fuera una… ni siquiera pudo pronunciar la palabra. En primera, porque yo se lo impedí y en segunda, porque entre gritos e insultos le traté de explicar que yo no soy esa clase de mujer. Estoy segura que con el paso del tiempo ellos entenderán, mi madre sufrió mucho al enterarse, pero creo que ella será la primera en reconciliarse. 

Espero que algún día entiendan que yo no me involucro con nadie, a mi nadie me toca, nadie me hace daño. Todo lo hago yo solita. Todo ocurre a través de la pantalla de mi teléfono inteligente.

Yo no me acuesto y no necesito acostarme con nadie para tener este excelente nivel de vida que llevo, que mucho me ha costado y al que estoy felizmente acostumbrada.