La Sortija De la Serie Charlas con Emily (Dickinson)
Una cita a la que no llegas
no es una cita,
es el anticipo de una deuda
con la conciencia misma.
Saber que no sirve la suficiencia
que malentendiste.
Siempre volver al mismo punto
–el cielo amplio en tus ojos sin poder volarlo–
ser el concertador quisiera,
estirar los brazos al compás
de la música que por mí suena.
Ser planta que florece,
no esta semilla de cardo latente.
Por eso no acudes,
los malentendidos –débil y fuerte–
sólo son espejos de temores
con los que me mantienes ausente.
Y en la ausencia de tus días,
descubro el azar, jardines
de incertidumbre en mi memoria.
La gente camina sin separarse
–cómo logran guiarse a ningún lado–
los que no ven las olas del cielo.
Cuando marchaste sin luchar,
en ese yermo inesperado,
–el cielo amplio en tus ojos, sin poder volarlo–
decidí seguir el viaje a dónde viajo.
Yo tenía una sortija,
ensueño capturado,
En ella decía Scherezada esto también pasará.
El poema, como la sortija,
es un recuerdo de color dorado