LA VENTA DE NIÑAS ANTE LOS OJOS DE UN MISÓGINO

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El presidente Andrés Manuel López Obrador ofende a las mujeres Mexicanas con su chisguete de 4ta transformación:  Defiende a un violador (Salgado), nombra a un acosador sexual Embajador (Salmerón); Dice que el feminismo es un invento neoliberal «para robar”, le importa un bledo el medio ambiente y me centrare en este último punto, minimiza la venta de las niñas en Guerrero con declaraciones de que “Son la excepción, no la regla» para no hacer nada en solucionar este tema.

Apoyo a Diego Fernández de Cevallos en su comentario, “cuando los ‘usos y costumbres‘de pueblos ‘originarios’ en las montañas del sureste permiten vender y prostituir a las niñas más pobres, decir que “es la excepción” demuestra que Tartufo es un miserable desalmado” . Obrador es un misógino. ¿Dudas?

La situación es que hay niñas del estado de Guerrero que son obligadas a seguir los usos y costumbres de las comunidades indígenas, afros y urbanas de esta entidad, en donde su vida, cual mercancía, es tasada hasta en 200 mil pesos.

De entre 7 a 13 años es el promedio de edad de las niñas que son vendidas, 300 mil niñas se han visto obligadas a contraer matrimonio, la mayoría de ellas vendidas a una pareja mayor, lo que posiciona a México como uno de los países con la tasa más alta de matrimonio infantil y como una muestra más de la decadencia de nuestra sociedad y la fata de un gobierno capaz.

La venta de niñas y adolescentes en la montaña de este estado está lejos de ser erradicada. A seis meses del arranque de una estrategia contra esta práctica promovida por ONGs y más por la voluntad de la gobernadora, los casos van en aumento en al menos cinco municipios.

En una investigación realizada por Publimetro, nos cuentan que los pobladores no esconden esta práctica instaurada a lo largo de las comunidades donde cientos de familias se resisten a abandonarla. Que esta práctica está normalizada en Metlatónoc, localidad al suroeste de México, región donde más del 40% de las niñas son vendidas en matrimonio –según datos extraoficiales– todas ellas sin su consentimiento.

En el contexto social por más razones que existan el tema de desarrollo biológico es un atentado directo con las niñas que son violadas, ya que muchas de las menores ni siquiera han tenido su primera menstruación, cuando ya existe un acuerdo de compraventa entre la familia y la persona interesada.

La violencia estructural es feroz, las posibilidades para negarse son nulas, ya que son presionadas por su familia y el pueblo para “cumplir” con la tradición. Esta tradición dicta que la pareja debe unirse por las tres leyes: casarse por la Iglesia, ante el Registro Civil y, por último, recibir la bendición del pueblo, que es invitado para dar fe de la boda.

En México están prohibidos los matrimonios a esas edades, pero la ley es una cosa y la tradición otra. Ante los Principales y otros responsables comunitarios, las autoridades del Estado y federales ven disipada su fuerza. Pero lo que es peor que a pesar de que la ley prohíbe casar a menores de edad, en el tema católico muchos sacerdotes acceden a celebrar este acto religioso por respeto a los usos y costumbres del lugar y de la comunidad. Para ellos la ley sagrada sobrepasa los derechos de estas niñas que se convierten en mujeres en un instante. Que incoherencia.

Decir que la venta de niñas en Guerrero es un asunto de las comunidades indígenas, es igual a decir que solo ahí ocurre y es igual a decir que estas no forman parte de la sociedad y que no son sujetas de derecho como cualquier otro mexicano. Los derechos humanos son universales.

JUSTICIA PARA ESTAS NIÑAS