LA VIOLENCIA DEL SILENCIO

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“Me opongo a la violencia porque cuando aparece para hacer bien,

el bien solo es temporal; el mal que hace es permanente.”

Mahatma Gandhi

 

La sociedad caóticamente deambula hacia el sendero de la disputa, la violencia se convierte en el sinónimo de solución a los problemas que permean en su interior; y hoy más que nunca el ser humano debe reaprender a ser humano; priorizando sus virtudes, concediendo el paraninfo de la tolerancia como antorcha que alumbre la sana convivencia entre congéneres.

 

“Violencia genera violencia” reza el dicho popular que pletórico de sabiduría, es cimiento de la convivencia que se gesta en la realidad mundial. La violencia siempre ha existido en la convivencia humana, escudada en su fin último que es: imponer y dominar; la violencia se yergue como actitud cotidiana ante la disputa y la falta de acuerdos entre la sociedad; esta no es ajena de clases sociales, edades, nacionalidades, etc., la violencia existe y va lacerando la unión de un pueblo, gestando un replique de latitudes inimaginables.

 

¿Qué está sucediendo en el mundo? ¿Se nos agota la paciencia y la tolerancia? O tal vez no las hemos aprendido aún. Sin duda, una de las metas de los derechos humanos en el plano internacional tiene que ver con eliminar cualquier tipo de violencia contra el ser humano, respetando su dignidad e incluso potencializando su cualidad humana.

 

Hoy en día, resulta fácil observar en los medios de comunicación digital y tradicional, notas referentes a la comisión de actos violentos, es muy usual y cada día menos sorprendente ver cómo sin distingo de edad, país o clase social; la violencia se convierte en un modus vivendi, y un medio de reacción por parte de la ciudadanía al verse violentada su estabilidad y seguridad.

 

Ante esta realidad, es necesario que entendamos el problema que va mermando la percepción de paz en la sociedad, además de fijar acciones que concreten una prevención efectiva de la violencia en cualquiera de sus componentes. Resulta paradójico en nuestros días, pero; para lograr una convivencia armónica entre congéneres debemos a prender a convivir, antes de que exista cualquier otro tipo de acción que pertenezca al ámbito gubernamental, debe ser la misma sociedad la que debe accionar y desde sus entrañas rescatar los valores y los viejos modelos que permitieron un correcto engranaje social. ¡No a la imposición! ¡No a la violencia como solución de conflictos! ¡Sí al dialogo, a la tolerancia y a la paz en el mundo!

 

Dentro del clima de violencia que empieza a imperar entre la sociedad, existe un mal silencioso, lo que he denominado: “la violencia del silencio”, violencia que va carcomiendo el espíritu humano y crea indiferencia. La indiferencia es sin duda, la forma más cruel de violencia. No podemos permanecer apáticos e indiferentes ante la realidad latente, no podemos seguir fomentando conductas que cada vez nos alejen más de nuestra racionalidad, conductas que van formando a las nuevas generaciones, que serán quienes hereden el mundo en el que actualmente vivimos.

 

El ejemplo más próximo del tema, lo encontramos en la familia; el artículo 218 del Código Penal para el Estado de México protege a la familia de cualquier tipo de violencia (al menos lo hace en ideal), prescribiendo una sanción para el caso de que algún integrante del núcleo familiar haga uso de esta ya sea física o moral, en contra de otro integrante de ese núcleo que afecte o ponga en peligro su integridad. Entendiendo por núcleo familiar el lugar en donde habitan o concurran familiares o personas con relaciones de familiaridad en intimidad, o el vínculo de mutua consideración y apoyo que existe entre las personas con base en la filiación o convivencia fraterna.

 

Sin duda, una conducta que va perviertiendo la armonía social es la violencia en el seno familiar, un tipo de violencia que se ha convertido en un mal silencioso y que pocas veces es reconocido por quién lo ejerce o lo recibe al interior de la familia; esta conducta nociva es muchas veces perceptible pero pocas veces denunciada. Tradicionalmente entendida del hombre hacia la mujer, en la actualidad (parece irónico) la violencia familiar es traslapada de la mujer hacia el hombre, a través de muchas formas que no tienen que ver necesariamente con la violencia física, el grito constante, los tirones del brazo; una bofetada incluso, puede constituir un tipo de violencia dentro de la familia.

 

Ahora bien, al constituirse esta forma de violencia dentro del seno familiar, esta puede verse no solamente entre la pareja: hombre – mujer, también se da en contra de los niños (quienes tienen derechos humanos consagrados), pero desafortunadamente cuando la convivencia familiar no es favorable acarrea que ahora el hijo trasgreda los derechos de otros niños, como forma de desahogar los sentimientos reprimidos en casa, generando violencia en los centros educativos. Los adolescentes; adultos mayores (que empieza a encumbrar un tipo de protección especial, dada su propia naturaleza física) en la labor de cuidado, del respeto, la tolerancia, en su seguridad patrimonial e incluso física; las personas con capacidades diferentes que también forman parte de la familia; las personas que comparten lazos de filiación o consanguineidad; y las personas que viviendo bajo el mismo techo realizan una convivencia fraterna y tienen un vínculo de mutua consideración. Caso muy especial dentro de la violencia familiar es la cometida de los hijos hacia los padres que va en aumento y que deja diversos temas sensibles que abordar y nos lleva a replantearnos si el marco legal es el óptimo para salvaguardar los interés de la familia, como base mínima de organización de una sociedad.

 

Resulta alarmante reconocer la repercusión que tienen en la sociedad el uso de la violencia en la familia. Seguramente estimado lector, tú conozcas o te hayas enterado de algún caso en el que se presente la violencia en el seno de una familia y este asunto ha sido abordado como un tema netamente privado, que incluso no sale a la luz por el famoso: ¿Qué va a decir la gente?

 

Hoy en día debemos entender que la violencia genera efectos adversos en la conducta social, no podemos seguir responsabilizando a los de enfrente por lo que vivimos; existe un mal silencioso, que es el reflejo de la idiosincrasia mexicana, de una cultura que se va moldeando y que trata de adaptarse de lo local a lo global; hoy más que nunca a todos nos corresponde defender a la familia y protegerla, previniendo conductas dañinas; pues es la familia: el semillero de lo social, el espejo fiel de nuestra sociedad; los tiempos han cambiado y lo que pasa en casa, se queda grabado en nuestras conductas.