LAS COSAS DE LAS COSAS

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Una persona es, entre todo lo demás, una cosa material,

que se rompe fácilmente y no se repara fácilmente.

 Ian Mcewan

Me gusta empezar los textos con una cita. La llamo cita aperitivo porque prepara al lector para lo que vendrá; su función secreta –lo confieso– es mantener mi concentración en el  tema, y es que soy muy dada a enlazar un tema con otro, más cuando hay pan por rebanar. Buscar esta frase inicial es un auténtico placer. En esta ocasión, el concepto elegido fue cosas que, por alguna razón, encuentro más amigable que objetos o materia. El resultado fue abundante y mi sorpresa, también: ¿Han notado la gran cantidad de frases despectivas, que existe en internet, respecto a la relación entre las cosas materiales y las personas?

Puedo entender que se despotrique del materialismo como valor o fin supremo de la sociedad porque las entrevistas realizadas a millones de personas por la Encuesta Mundial de Valores, muestran que cuando los ingresos por persona se incrementan, su satisfacción aumenta, pero sólo hasta alcanzar cierto nivel y a partir de ese punto, ya no existe correlación; si acaso dicha satisfacción disminuye, en la mayoría de los casos. No me extraña, un mayor poder adquisitivo suele ir acompañado de altos niveles de estrés, menos tiempo libre, menos contacto con otros humanos, y la naturaleza. Hacer responsable de nuestra felicidad a la tenencia de cosas, parece ser tan poco razonable como suena, sin embargo, ¿no es igual de absurdo satanizar el papel que tienen en nuestro bienestar?

Siempre he creído que las cosas portan el valor, la importancia y el sentido que les asignamos. Y un poco de nuestro espíritu. Se puede conocer mucho sobre las personas, atendiendo a sus cosas, es decir, aquellas que tienen un significado para ellas. Si me explico, la diferencia entre una y otra cosa de la misma categoría sería el vínculo creado entre ellas y nosotros. Es un mito que nuestra sociedad actual, dé más importancia a las cosas que los primeros humanos y esto lo demuestran los hallazgos de objetos y representaciones de objetos ceremoniales, utilitarios, ropa, juguetes, adornos o arte, de civilizaciones antiguas. La relación de los humanos con las cosas sobrepasa su interacción con nuestros sentidos físicos. La física cuántica ha demostrado que las partículas subatómicas que componen nuestro mundo se relacionan en forma diversa y permanente. No es un mundo de materia e ilusión, sino de relaciones. El antropólogo británico Daniel Miller, lo tiene claro: Encontramos gente a la que le es muy difícil establecer relaciones y gente a la que le es muy fácil, y esto incluye relaciones tanto con personas como con cosas. Quienes no pueden establecer relaciones terminan solitarios, aislados y deprimidos, mientras que las familias más completas también tienden a ser expresivas en su relación con la cocina, la ropa y otros elementos materiales. Por supuesto, hay gente en nuestra sociedad que fetichiza su relación con los objetos, a expensas de su relación con otras personas, pero cualquier antropólogo que estudie a las personas comunes, encontrará gente buena o mala para las relaciones, en general, sean estas relaciones con seres humanos o con cosas. ¡Lo dijo, todo! Nuestra relación con las cosas refleja nuestra personalidad, nuestros tejidos sociales, culturales y económicos.

En los últimos tiempos, un pensamiento nos ha espantado el sueño, horroriza pensar que la inteligencia artificial dominará nuestro mundo, mas ¿no es verdad que, desde hace más de dos milenios, hemos convertido a las cosas en el instrumento para expresar nuestra  realidad interna y eso les ha conferido un enorme poder sobre nuestras decisiones? El vínculo es más fuerte si la historia que experimentamos con el objeto es buena y, si es así, lo dejaremos hablar sobre nosotros. En esta relación de mutua dependencia pasamos a ser algo así como las cosas de las cosas y a cambio, ellas se convierten en una extensión nuestra. Las cosas que tienen un significado para nosotros, nos transportan a un espacio donde ninguna de ellas es lo que es, sino la emoción que despierta en cada uno. En otras palabras, no compramos o poseemos cosas favoritas, ahorramos capital emocional y estrechamos vínculos afectivos. ¿El vínculo con las cosas significativas, es materialismo? No lo es. En este caso, las cosas sirven al espíritu, a la mente, para expresarse. Para el materialismo, las cosas son parte de una realidad objetiva, independiente de la persona, no se vinculan con ella. ¿Nos preocupa acudir a lo material para expresarnos? Tal vez, deberíamos revisar aquello que necesitamos expresar, y por qué tenemos esa necesidad.

No es coincidencia que en la época de la prisa y la cultura de lo desechable, las cosas que adquirimos tengan cada vez menos calidad, menos tiempo de vida. ¿una forma de sugerirnos dejarlas ir pronto, para pasar a otra? Tal como solemos vincularnos con las personas, en estos tiempos. El psiquiatra Robert Waldinger, afirma que nuestra felicidad y buena salud son proporcionales a nuestras relaciones de calidad, aquellas en las que puedes sentir seguridad y ser auténtico. Allí puede estar la medida para mantener un vínculo saludable con nuestras cosas preferidas sin convertirnos en las cosas de las cosas. Quizá va siendo tiempo de aprender a relacionarnos mejor, a expresar nuestras emociones sin cosificarlas. ¿Tus cosas favoritas? No te preocupes por ellas. Nos sobrevivirán, sin duda.