Lauren Mendinueta

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Nació en Barranquilla, en 1977. Empezó a escribir en 1998 mientras trabajaba como bibliotecaria en su país. Es poeta, ensayista, narradora y traductora. Su poesía aborda, con rigor expresivo y profundidad conceptual, los temas de la muerte, el dolor, la soledad, la incertidumbre ante la vida, el amor y la belleza. Ha publicado once libros de poesía editados en Colombia, México, España, Italia y Portugal. En Colombia ganó tres premios nacionales de poesía, el Premio del Festival de Poesía de Medellín (2000), y el Premio Nacional de Ensayo y Crítica de Arte del Ministerio de Cultura (2011). Además, obtuvo en España los premios internacionales Martín García Ramos por La vocación suspendida (2008, 2008, 2022, 2023) y el Premio César Simón por Del tiempo, un paso (2011); así como el Premio Barranquilla Capital Americana de la Cultura en 2013 por Una visita al museo de historia natural (2015, 2021, 2022). Cuentos suyos han sido publicados en revistas y antologías. Actualmente reside en Lisboa, donde a la par de su escritura desarrolla una intensa labor de divulgación de la poesía iberoamericana.

Cuatro poemas inéditos del libro Vivir tan adentro 

HE PEDIDO DESCANSO

 

​​​​​He pedido a todos que descansen

​​​​​De todo lo que cansa y mortifica:

​​​​​El amor, el hambre, el átomo, el cáncer.

 

​​​​​ ​​​Hilda Hilst

 

Mi madre decía que yo cansaba,

que era difícil hablar conmigo

porque yo sólo sabía hablar en poemas.

 

Nunca aprendí la otra lengua.

Ya adulta intenté un lenguaje prosaico para salvar relaciones,

pero abría la boca y me salían silencios larguísimos,

que también cansaban.

 

A mi madre no le gustan mis poemas.

Sospecha que no son inocentes,

teme que pierda mi alma por escribir versos.

 

Le he pedido descanso a mi madre.

Nos separan un océano y un cristal de roca.

La mujer que veo del otro lado está cansada

de todo lo que cansa y mortifica.

EN LA CALLE FELICIDAD

 

​​​​​La niña abandonada en una casa en ruinas soy yo. 

 

​​​​​​​​Alejandra Pizarnik

 

 

Todo parece tristeza y malos recuerdos en este revoltijo de polvo y ratones.

Y sin embargo, hubo aquí risas, complicidades, amor.

Malos ratos también hubo, pero no sólo.

La casa agoniza,

y en el caos que perfora la madera y se traga los muebles

todo es vida.

Cada plaga que la habita:

el recordatorio de un mundo indiferente a nuestros apegos.

En este pasillo di mis primeros pasos y mi hija dio los suyos.

Aquí jugué, aprendí a leer, di vueltas en sus salones

hasta caer rendida y satisfecha como un trompo.

En aquella esquina que separa el comedor de la cocina me castigaba la abuela.

De rodillas mirando a la pared y reflexionando sobre la gravedad de mi crimen:

una mala palabra, por ejemplo. Y en el corazón el dolor de haberla ofendido:

Abuela, no merezco tu amor.

En el corredor ya no se escucha el ladrido de los perros

que otrora compartieran la casa con nosotros.

En su largo y silencioso pasillo aún retumba la voz autoritaria de mi abuelo:

La niña, ¿cómo está la niña?

Y su mano firme que me apretaba el brazo izquierdo

mientras yo temblaba con miedo frente a su deferencia.

La niña que yo era. La niña, ¿cómo está la niña?

Estoy viva, abuelo. Te sobreviví, abuelo.

¿Realmente te sobreviví?

¿Estoy viva, abuelo?

Todavía tengo un cuerpo, es cierto. Un cuerpo mancillado y puro.

Y el alma.

Hordas de ratones señorean sobre el antiguo reino de mi niñez.

Los vientos alisios rompieron las ventanas y se pasean por la casa.

Y aunque estas paredes amenazan con caer,

dentro de mí la casa crece y se multiplica.

Aquí jugué, aprendí a leer, di vueltas en sus salones

hasta caer rendida y satisfecha como un trompo.

Hace mucho que no visitaba la casa de mis abuelos.

La niña abandonada en este revoltijo de polvo y ratones,

la niña de la calle Felicidad, soy yo.

 

RUTINA DE DESPERTAR

 

 

Despertamos y el ritual comienza.

               ​Otro día sin sol.

Me pides que vuelva a cerrar la cortina.

No soportas el color sol-de-sombra que entra al cuarto.

Mas tarde, junto a las macetas,

un rayo atraviesa los pétalos de la margarita.

               ​¿Será real?

¿Vemos el sol de hoy o un resplandor de otros años?

 

LA FUENTE MÁS PURA

 

 

La aldea se inundó de ratones.

¡Qué yo pueda librarme de este olor!

¡Qué yo vuelva a enamorarme del amor!

¡Qué yo encuentre la fuente más pura!

 

Siempre hubo ratones en mi aldea.

No, no. No siempre, digo yo.

¿Acaso soñé el paraíso

cuando entraba en mis zapatos de piel de oveja?

 

Voy a vivir.

El miedo no roerá mis dedos.

No compartiré mi pan con el horror.

 

Mañana lavaré mi cabello en la fuente más pura

y lo secaré al sol.

Mañana me iré de esta aldea.

Qué fácil será vivir lejos del flautista.