Los quicios de la liberación, “vicios y virtudes”

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Uno de los axiomas fundamentales de las llamadas corrientes de la liberación es sostener que el grueso de América Latina y más concretamente Indoamérica, sufrió y sufre, desde los tiempos de la ocupación ibérica de sus territorios, un sesgo total de sus cogniciones más básicas. El asunto trata de que se cambió por entero la manera de interactuar con el mundo, de entenderlo y hasta de expresarse de todos los pueblos –más o menos avanzados– prehispánicos. Se  dice, pues, que en lugar de ser formados en los nuevos avances científicos, tuvieron unos señores a su cargo que se dedicaron a embutirles la conciencia con la llamada perspectiva eurocéntrica del conocimiento.

Al margen de la unilateralidad de esta idea, algo claro se puede decir sobre ella, y es que, reformular tanto las perspectivas idiosincráticas y la forma de interactuar con el mundo, si se hace de una determinada manera y con unos determinados fines, en efecto, puede llevar a la dominación casi completa de un pueblo y a la supresión de su cultura. Obviamente, despojar al hombre prehispánico de su parte simbólica con acusaciones de herejía es despojarlo del eje de sus manifestaciones culturales, pues, unas sociedades así, ¿tenían fuente de expresión y de conocimiento de mayor potencia que la simbólica? Por ejemplo, ¿qué pasaba con la cosmovisión del inca al decirle que el sol no es cosa distinta que un astro y que sus ideas sobre la conformación del mundo era puro folklor desquiciado? O, ¿cómo decirle al maya o al azteca que su avanzadísima astronomía no cumplía con el rigor y la exactitud de los postulados científicos del nuevo mundo? ¿Negar este tipo de conocimiento no era de por sí un pecado histórico para conocer el desarrollo de las civilizaciones humanas? ¿Estas ideas no tenían, acaso, cosas importantes que decir a las del viejo mundo?

De estos asuntos se encargan, más concretamente, Enrique Dussel en su vertiente llamada Filosofía de la liberación, o Gustavo Gutiérrez en su llamada Teología de la liberación. Una propuesta hermenéutica y otra teológica que hacen cuajar una defensa contra la independencia intelectual de américa latina de los nuevos postulados y mandatos que Europa impuso y que sigue imponiendo progresivamente para la producción intelectual, artística y cultural. La idea es, fuera de focos ideológicos y de interpretaciones tendenciosas, lucidísima y tal vez uno de los cauces más viables por el que embaucar la cohesión de todas las microidentidades que tienen los países latinos en su seno, para llegar a la ansiada multiculturalidad. Pues si hay algo que la impide, es la negación de todos los valores culturales que estos pueblos tienen por no enmarcarse en lo que este o el otro canon estético extranjero impone como deseable.

Por lo demás, como siempre suele pasar, se cumple el axioma de a más lúcido es un filósofo más y más lo malinterpretan sus discípulos. Pues, si ya de por sí la idea de la liberación de América Latina podía pecar de unilateralidad si se la justificaba con credos victimistas, la tradición que le nace como un vástago no mucho después de asentarse en la intelectualidad de América, la llamada teoría decolonial, es un ejemplo muy justo de que toda idea, tiene vicios y virtudes. Pero eso, es arena de otro costal y terreno que merece líneas propias.