MARIA, MI MADRE
Soy una semilla del tiempo
germinando en la tierra,
me brotaron flores de las
manos que regabas con
agua de ternura.
Moldeabas mi cuerpo sobre
agrestes montañas y me
diste alas a la luz de la luna.
El tiempo y tú caminaron
conmigo, me llenaste de
sueños, de risas, de cantos.
Tus cuentos eran de caminos
y distancias y segura estoy
ahora, que fueron grandes
enseñanzas.
El tiempo, mi aliado de vida, fue
mi compañero cuando un buen
día, soltaste mi mano y todas
las mañanas caminé a la escuela,
donde tu dijiste que letras
hermosas yo aprendería.
Y llegaba a casa con cuaderno y
lápiz y tu continuabas con mi
aprendízaje.
Pero el tiempo pasa, vuela y se
esconde y un día te despiertas y
la tibia casa se queda vacía, de
los sueños, los cantos, la risa, de
las bellas manos que fueron
moldeando a una niña fuerte, que
también lloraba y sin ti, sufría.
Ha pasado el tiempo, mi amigo, mi
aliado, pero hoy a él le tengo un
reclamo porque se hizo corto, ciego,
inhumano, porque ella se fue y no
me enseñaron, que su tiempo
conmigo había terminado.
Gracias mami, por darme tu tiempo,
por tus enseñanzas,
por tus cantos, tus cuentos y por
tus abrazos que muchas veces
sanaron mi alma.
Por mi rebeldía ante las injusticias y
toda la fuerza que diste a mi vida.
Gracias Mami.
A MÍ MADRE
Aún recuerdo vagamente
como un revolotear de mariposas
por mis sienes
tus manos que calmaban
mis miedos infantiles y tu voz
que me arrullaba suavemente.
Aún recuerdo el aroma de tu pelo
que ondulante llegaba a tu cintura,
tú eras el Ángel de mis sueños
que cada noche me mecía en la cuna.
No he podido olvidar aquellos cuentos,
que entretejías con chispas de ternura,
ni las tardes soleadas en el huerto
salpicadas con góticas de frescura.
De repente, crecí, los años pasan,
dejé todo aquello que yo amaba,
conocí lo duro que es la vida
sin tener un ángel guardián que me
cuidara.
Conocí el dolor, las decepciones,
también el amor, rara fortuna,
y buscando en los recuerdos las razones
Un día como tú, mecía una cuna.
Laura