Nadie vendrá por ti

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Mientras lavo los platos, me viene al alma el diez de mayo. Perdí la cuenta de cuántos años tiene la despedida. Decía mi padre, hay más tiempo que vida; el tiempo ha dejado de importarme porque los instantes que pasamos con quienes convivimos son sustanciales por la fragancia del amor a la existencia que nos dejan.

 

Mi batalla contra tu muerte ya no Duele a Fiesta. Teresa, te confieso que si me da sentimiento con esas inevitables ganas de llorar. Extrañarte es diferente, la añoranza a tu persona se remite a la imagen de madre que tienes en mi corazón; me diste vida, la vida y parte de tu vida. 

Esa unión umbilical se eterniza en el universo de los amores más grandes que nos engarzan en la existencia de ser.

Ay Teresa, tu Carmela, se acuerda del día que viniste a su casa, habían pasado unos días de tu entierro. En medio de la terrible depresión, la cama me soportó varios días, sin ánimo de nada, mi cuerpo y mi mente me abandonaron en el fango de la congoja, la delgadez de la tiricia me robó las ganas de comer.

Uno de esos días, no sé cuál, ni en qué momento sentí cómo entraste en mi recámara, te sentaste a la orilla de la cama, me miraste como cuando era niña, como cuando me decías flaca o Carmela, tocaste mi cabeza con tu mano y me dijiste con voz infinita: Levántate que nadie vendrá por ti.

Madre, yo no sé cómo me he levantado una y otra vez, he tenido caídas y reincidencias en estos años, pero tus palabras fueron una consigna destinada a no perderme en los fangos del dolor y de la tristeza.

Así es Teresa, tu flaca, tu niña, tu Carmela, no se ha rendido. Aunque a veces las culpas del fracaso traicionan mi espíritu, las combato con la fehaciente convicción de que me tengo que sobreponer porque sabiamente lo dijiste: levántate porque nadie vendrá por ti.

Viene otro diez de mayo, me da alegría, me emociona porque las ilusiones de la vida se concentran en el hoy, en el ahora. El tiempo y la distancia son las consignas más benevolentes; son sabios portadores de una resignación santa donde la tranquilidad interior que va llegando, deja el resarcimiento del amor eterno Teresa.

¡Feliz día de la madres, mami querida!