País imposible

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Más de dos semanas después de realizadas las elecciones presidenciales en el Perú, el Jurado Nacional de Elecciones todavía no proclama al ganador. 

De 16 millones de votantes, Pedro Castillo (ultra izquierda), ganó por 44,000 votos, a Keiko Fujimori (ultra derecha), y para mayores datos, hija del ex presidente encarcelado, Alberto Fujimori, quien purga pena de cárcel.

El país, más polarizado que nunca, se ha partido en dos. 50-50.  El Perú del Ande, profundo, pobre y olvidado, y el otro, el  burgués, el oficial, el de los reflectores.

Keiko Fujimori no acepta que un humilde profesor de primaria, campesino, de provincia, y que enseña a niños, en Cajamarca, provincia histórica donde fuera atrapado por los españoles en 1,535, Atahualpa, el emperador Inca asesinado.

Todos los días ocurre una lluvia de información a todo nivel. Entre redes sociales, la calle, los canales de televisión, la prensa en general, chismes, tergiversaciones, y algunas reales, nos mojamos de conspiraciones, amenazas de golpe de estado, vacar al actual presidente quien llamó a Mario Vargas Llosa, para que apaciguara al país con su presencia, a lo que el nobel, enemigo acérrimo de los Fujimori, se negó. 

Especulan con anular las elecciones para realizar una nueva, a pesar que los observadores de la OEA han dado su visto bueno. 

Fuerza Popular, el partido de Keiko Fujimori, ha empapelado al Jurado Nacional de Elecciones, con impugnaciones, observaciones, tachas, apelaciones, pedidos de nulidad, y ha llegado hasta la fiscalía. Aducen fraude por un millón de votos falsificados. A este paso, llegaremos al 28 de julio, fecha en la que debe asumir el mando el nuevo presidente, sin presidente. 

Claro, existen salidas, como que el presidente del Congreso asuma por encargo la máxima magistratura, y en esta caricatura del Bicentenario de nuestra República, sin presidente, mientras en los tribunales el millón de votos se recuentan en público, televisado.

Pueden pasar días y semanas y resultado cero, y por lo tanto, un sillón vacío. Mientras tanto los civiles en dos claros bandos, en pie de guerra, desde una piedra, hasta una bomba, artesanal o sofisticada.

Y lo que es peor, se puede partir el país en dos, por más inaudito que se sienta. Perú Sur, y Perú Norte.