Palabras de esperanza
Probablemente de todos nuestros sentimientos el único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza. La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose… escribiría alguna vez Julio Cortázar en el imaginario de la literatura hispanoamericana a través de su obra Rayuela. Y ciertamente, es de mis frases favoritas: con el dramatismo de la vida observada desde un sofá y una taza de café negro, es la vida la que se asoma en cada suspiro de ese anhelo que se niega a consumirse por la realidad.
El día de ayer inició el mes de diciembre, y como propio de las celebraciones, los mensajes de paz y esperanza comenzaron a habitar la evolución digital de las antiguas tarjetas de mensajes: las redes sociales. Pocas veces lo pienso, pero ahora que me recuerdo leyendo las frases y observando las imágenes de las tarjetas, volteo a mi celular y encuentro en el detalle del facebook o el twitter, la acción humana, modernizada, de mandar mensajes de esperanza.
También la esperanza en México se ha convertido el eslogan de un régimen que iniciara ya, hace tres años. No caeré en detalles que las noticias del día a día construyen los dos discursos de la vida en México: el que se dicta desde Palacio Nacional y el que se construye en los bolsillos y desencantos del mexicanosin sueldos pagados ni momentos de seguridad. Más bien, pensaré en ese espíritu que deambuló en el verano del 2018, donde la gente salió a las calles aencontrarse con los resultados electorales y en su rostro, hoy traicionado o no, se dibujaba la esperanza. Quizás esa sea la mayor herida en este tiempo de política y pueblo sabio, no solo se atacó al país y sus instituciones, se traicionó lo intraicionable: la esperanza. Aun me pregunto si algún día podremos curar, justo, esa herida.
¿Qué nos lleva a creer en la esperanza? Vaya que me lo he cuestionado muchas veces en ese espíritu ansioso. Recuerdo por ejemplo, uno de los versos presentes en la pluma de la escritora Antonieta Rivas Mercado, aquella mexicana que pasó a la fama del cotilleo por su suicidio en París, pero que en realidad, fue de las primeras gestoras culturales del México moderno, además de destacada escritora y traductora. El destinatario de su voz escrita era su gran amor imposible, el pintor Manuel Rodríguez Lozano, a quien llama príncipe idiota y sobre todo, a quien espera contra esperanza. ¿Se puede esperar contra esperanza? ¿En verdad el anhelo puede ser pronunciado sin un dejo de ilusión a su cumplimiento? Quizás de ese se trate la agonía de la vida.
La esperanza se encuentra impresa en la literatura, la apología de la poesía y en el arte. Es más, siendo muy osada, pensaría que el arte es la materialización de la esperanza, o incluso la ausencia de ella. En los campos de concentración, por ejemplo, se enseñaba pintura y ópera, con las más rudimentarias e infrahumanas condiciones, y sería justo el arte, el segundo preciso de evasión que pudo hacer más posible la supervivencia o un poco más dulce, la agonía. Por el contrario, la ausencia de esperanza se traduce en una carencia en el arte, algo como lo que diría Theodor Adorno: después de Auschwitz escribir poesía es un acto de barbarie.
Si el lector ha llegado hasta este punto, se preguntará por qué el giro en la temática de la escritura de esta columna; en realidad, es un cambio premeditado. Hace días, en la euforia de la decoración navideña, pensaba en todo lo que había significado este año para la sociedad y para los individuos. No sólo murieron miles de mexicanos en hospitales, entubados y alejados de sus seres queridos; múltiples museos y centros culturales cerraron nuevamente; pequeñas empresas quebraron y la violencia doméstica aumentó exponencialmente. Y tan sólo se trataba de los primeros meses. Después, la prueba fue más difícil: sair y vivir sin miedo. Seguir las indicaciones, pero cruzar la puerta invisible entre el espacio personal creado durante la cuarentena y la vida en el exterior. Posteriormente, la ansiedad de la vacuna, de los rebrotes, de las consecuencias y de las nuevas variantes. Ha sido un año en una cuerda floja donde el corazón, y aquí me disculpo como una poeta novata, era el equilibrio.
Las palabras de esperanza creo jamás serán iguales después de estos dos años recientes que han puesto a prueba nuestra supervivencia. Realmente, cuando estuvimos encerrados o cuando nos atrevimos a volvera la calle, la vida se defendía en el modo de Cortázar, con el único objetivo de continuar. Iniciamos el último mes del año con mujeres reclamando justicia yhogares añorando una Navidad que no vendrá más, porque quien venía, ya no está. Pero también lo comenzamos con palabras de esperanza, de esa pequeña flama que mantiene encedido eso que aún muchos poetas y filósofos deberán descifrar en la incansable tarea de vivir la vida.