PASCUAL

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Escuchaba los sonidos hasta en el propio silencio, sintiendo su respiración, como la única música que existe a su alrededor. Y hasta el día de hoy sigue buscando lo mismo. 

Creyó en el amor verdadero, y no piensa renunciar a él, a pesar de que él ya se ha ido, y nunca será reemplazado. 

Siempre vivió convencida de que un paseo al aire libre con un día de sol, y también bajo la lluvia, topado de niebla fría y gris, son formas de alegría y felicidad. 

A pesar de su bondad y nobleza, y la paz infinita que trasmitía, siempre se sintió segura, porque ella estaba convencida de que como los lobos en la manada, él la amaba y la protegería visceralmente ante todo y todos, siempre. 

Encontraba la paz en él, en una simple caricia, en su mirada cómplice, en su vaivén al mover sus caderas, cansadas, enfermas, que muchas veces le impedían caminar hacía ella y junto a ella también. 

La fidelidad que él le brindaba era natural, era lógica, estaba sobre entendida, no había persona o animal que lo hiciera dudar de ella. 

Cuando se trataba de él, ella podía ser dulce como un cachorro y combativa como un león cuando defiende a sus crías. 

Desarrolló gracias a él, su sexto sentido, pero más su extrema sensibilidad, entendiendo cuando algo no está bien antes de decirlo. 

Con él descubrió sentimientos que le recuerdan los cuentos que leía de niña, donde había villanos, había héroes, nobles e ideales. Y es eso lo que ahora pretende encontrar en un hombre. 

Es loca, y nunca dudó en poner en peligro su integridad por él, más aún porque él no sabía defenderse solo, su enfermedad no se lo permitía. 

Aprendió a reir de la nada, con tan solo mirarlo hacer sus travesuras, donde según él nadie lo veía y nunca lo iban a descubrir. 

Tiene claro que es la reciprocidad, la nobleza, la entrega incondicional, el estar siempre en las buenas y malas, la demostración de sentimientos sin límites y las largas quietudes en silencio, porque también lo aprendió de él. 

Fue a veces ridícula, vehemente, una que otra vez desaforada. La ropa manchada o sucia no le interesaba, cada mancha era un trofeo y sin duda un gran motivo de orgullo. 

Lo llora en silencio, días, semanas, meses, y no espera que nadie respete su duelo. El duelo es de ella y con que ella lo respete le basta. 

Las vacaciones en familia, siempre fueron un disfrute, pero también una preocupación, en el antes, en el durante y se acababa en el después, cuando volvía a abrazarlo y sabía que estaba a salvo y pudo quedarse sin ella. 

Es mamá y lo sigue siendo, de dos hermosos pequeños, que ya no son tan pequeños, pero también lo fue de él. 

Sus perfiles siguen llenos de sus fotos, y su teléfono también. Es una forma de recordarlo y sentir que sigue cerca. 

Lleva tatuada su cara en la piel, en la muñeca, porque es su forma de sentirse protegida y que él siempre la acompaña a pesar de que fisicamente ya no esta ahí. 

Gracias a sus padres, hijos y a él, aprendió a amar en un presente perfecto, porque ese es el vínculo que la unió a él. 

Su locura es una enfermedad transmisible y si no eres inmune, sin duda terminará contagiándote. 

Ella siempre supo que después de las duras jornadas diarias siempre hubo un incondicional que la recibía con felicidad y movimientos de cola alborotados. 

Pascual se ha ido, él ya no está, y ella lo amó, porque ella verdaderamente  ama a los perros y eso no es broma.