PECADO ORIGINAL
(Con las cómodas trampas que dan los paréntesis)
Pecaré en este primer retrato (no sé si el último) de ahondar en las sensaciones y no privilegiar las palabras, como en un experimento para comprobar, quizá, sí se puede escribir sin palabras. (ingenua osadía que vale la pena). Sucede que la retratada lo pide a gritos controlados y ahogados, porque se le haría injusticia bocetearla o pintarla literariamente. Prefiero sobre este personaje, de carne y hueso, que llora y ríe y piensa y duerme y come (cómo, no sé, me muero de la curiosidad de paparazzi sin cámara) quedarme con las sensaciones que me dejó y ha dejado en mi vida esta argentinísima más allá de lo que haya dicho o yo preguntado, en un terrorífico zoom (Harry Haller me comprendería) porque al fin y al cabo las palabras, ese tejido, esa estructura y energía de sonidos, a veces se pelean con las miradas y con la actitud y no necesariamente enriquece más que cualquier decir. Lamento si, que para algunos puede tener esto aroma a encriptación, pero no haré concesiones porque eso es precisamente lo que nos aleja de la verdadera esencia de las cosas, las palabras, que si no son de alta precisión arrojan las cosas al Monte Taigeto, y el mejor ilusionista no está aquí para retroceder la imagen como un buen efecto especial.
La conocí en Lima, hace ya diez años. Fue mi alumna. Siempre destacó en ella esa luz que poseen los seres cuya mirada de pespunte a uno le cambian la forma de andar en la vida. Los formatos decimonónicos y obligados; Es Comunicadora Social, Psicóloga con alguna especialidad en neurología que nunca entenderé, (es neurosicóloga) y posee esos poderes, esas facultades de las que nunca se escriben pero que se soslayan, se insinúan y mejor, para que el marketing, que en su hambre voraz todo lo que prueba lo pasteuriza y lo vuelve producto vendible no pueda aprovecharse de la situación. Ninguna novedad, ninguna atracción periodística, ningún anzuelo tramposo (como todos) probablemente, para jalar la lectura. (Creo que a ella y a mí no nos interesa), más aun recalcando que es comunicadora.
Lo que está entre líneas, lo que no se dice, lo que va más allá de lo obvio, los malditos lugares comunes o clicés o estereotipos, nos marcan desde el pecado original. Dicho esto, creo hasta esta línea no haber dicho nada. Lo confieso. O será natural a falta de palabras. Busquen pues, entre renglones, sagaces lectores, por favor, acaso a manera de súplica, con la fe de que el experimento funcione, a pesar de algunas intrusas palabras inevitables, porque no hay fuego aquí para las señales de humo, pero sí para esas otras señales. Ella, de verdad, no pierde el tiempo, lo que ya la coloca por ese mero hecho, en el marco del realismo fantástico, y lo hace relajada, desde su templo- consultorio (no sé cuál es el orden) lleno de espejos para verse a ella y los otros ángulos de sus pacientes, como devotos creyentes que acuden sin conocer obviamente cómo acabarán.
Dice haber tenido al mejor maestro, le pedí que me lo presentara muchas veces y siempre evadió el tema con un cambio de mirada. Y frente a eso, retroceder, como quien corre de espaldas, es lo mejor.
Creo que en cualquier momento rompe el tejido social, y probablemente nadie se dé cuenta, mientras que cada vez más, diseña mentes a favor de las víctimas, porque no sólo las salva de sí mismas, sino que también les obsequia espejos de colores para que se miren mejor.
De su lado oscuro me dice que nada más está ahí, parpadeando, y sin saber a qué velocidad. Me importa el tamaño de los lados, y me inclino por el mitad y mitad, a pesar que abunda en lo claro, casi en lo prístino.
Muchos países, muchas mudanzas, mucha organización. Ahora pareciera que ese tren avanza solo a su lado. Es una consumidora del fondo y forma de la moda y a veces se adelanta, sin ser snob, y crea extrañas tendencias, y me habla mucho de la polarización, de su inconveniencia y la filosofía de su reloj de arena y se detiene en cada palabra o frase que ha dicho como escuchándose en un misterioso eco. Hablamos del equilibrio y no llegamos en ese punto a ninguna conclusión. (Tampoco era necesario)
Me cuenta de la belleza de ver a un ser humano que se salva, convertido en lo que desean y punto. (la envidio, ya quisiera salvar vidas, y algo y mucho de sentido pone a las cosas). Su luz parpadea (supongo… porque cuando la conocí, no) En este momento se acaba de enchufar a la naturaleza, jugando y aprendiendo con el blanco y negro de los cuatro elementos, como si fuera un avatar, y yo ando sobrando, y el tiempo me jala del brazo y el espacio de esto ídem.
Se llama Ileana Concistre, existe, y es una bruja (No sé si al óleo, al pastel o al acrílico) y nunca encontraré un marco para ponerla, porque crece y se achica a su regalado antojo, fiel me imagino, a los mandatos, de la pasión de Galileo Galiei, o en una anterior vida, al hecho, de haber sido hija de Melies, sin ninguna duda, ni paréntesis que valga.
(Y hoy, vive en México).