Pedir perdón o pedir disculpas es a veces muy difícil
El perdón es un concepto cargado de emocionalidad. Solicitamos el perdón para una acción nuestra que ha causado un daño, o perdonamos a otra persona cuya acción nos ha infligido un daño. En el tema del perdón, al igual que en otras cuestiones tan asociadas a las emociones, las personas mostramos notables diferencias.
El perdón está muy conectado a la educación que hemos recibido. De pequeños nos enseñaban a pedir perdón y a perdonar. Son habilidades básicas que los padres y las madres consideraban imprescindibles.
Cuando hacíamos algo incorrecto teníamos que pedir perdón y de igual modo nos enseñaban que era bueno perdonar. Aprendíamos que pedir perdón era una expresión de arrepentimiento y una forma de reparar el error, el daño causado. Y que al perdonar demostrabas ser una buena persona, comprensiva y sensible.
Pedir perdón o ser capaz de perdonar son habilidades sociales, recursos útiles en nuestras relaciones personales, que se aprenden y perfeccionan, pero cuya práctica entraña mayor o menor dificultad en función de los rasgos de nuestra personalidad y de nuestra forma de gestionar las emociones.
Cuando en una relación entre dos personas una resulta dañada como consecuencia de una acción de la otra, se produce en un primer momento una experiencia subjetiva de no-perdón. Esta experiencia que sigue al daño es una combinación de respuestas cognitivas, afectivas y frecuentemente conductuales.
Williamson y Gonzalves (2007) describieron las respuestas más frecuentes del no-perdón, identificando:
- En el nivel afectivo: sentimientos de rabia, dolor, tristeza, confusión y una sensación de traición.
- En el nivel cognitivo: representaciones ofensivas del ofensor, fantasías o pensamientos de venganza, preguntas de por qué o si la persona ofendida ha tenido alguna culpa, y pensamientos de finalización de la relación con el ofensor.
- En el nivel conductual: comportamientos de evitación del ofensor o de distanciamiento, o comportamientos de enfrentamiento al ofensor y llanto.
Podríamos decir en este sentido que, en general, la reacción más inmediata es no perdonar, luego, perdonar es una acción consciente que requiere de nuestra voluntad y de nuestra determinación.
Los tipos de perdón
Para comprender mejor cómo funciona el perdón, vamos a ver una clasificación en función del significado que tiene para las dos personas que intervienen en el proceso, quien daña u ofende y a quien se daña u ofende:
- Perdón Unilateral. Es cuando una persona perdona al ofensor sin esperar nada a cambio, es decir, que este perdón no se dirige al otro porque perdonándolo cambie su conducta, sino que se perdona por compasión, generosidad e incluso amor hacia la otra persona. El perdón unilateral es capaz de hacer que la persona que ha ofendido sienta arrepentimiento.
- Perdón Negociado. Se trata de una motivación para evitar la distancia con la persona que nos ha ofendido así como reducir la rabia, el enfado, el deseo de venganza y de represalias contra ella. También se trata de la conciliación hacia la persona que ha ofendido estableciendo o restableciendo las normas morales de forma que funcionen también como antes o incluso mejor.
- Perdón a uno mismo o a una misma. Se distinguen dos dimensiones. Por un lado, la persona que ha ofendido intenta evitar pensamientos, sentimientos o situaciones asociadas a la ofensa. Por otra lado, intenta hacer actos de reparación daño o decirse así mismo/a que no volverá a hacerlo.
- Pseudoperdón o falso perdón. No hay una verdadera y honesta disposición a resolver la situación, aceptando con responsabilidad las consecuencias, sino una estrategia para esquivar el conflicto, de modo que se pide o acepta el perdón sin creer realmente en ello. Perdonar no es olvidar o pretender que no ha sucedido nada. Para perdonar, hay que entender que ha sucedido, reconocerlo y responsabilizarse de la ofensa para reparar el daño.
Beneficios de pedir perdón o de perdonar
Como en otros procesos emocionales –como en un duelo por ejemplo– mantenernos anclados en un estado, sin avanzar y progresar, genera consecuencias que, en muchas ocasiones, son aún peores que el propio acontecimiento.
Cuando somos perdonados o solicitamos con sinceridad el perdón, se producen efectos beneficiosos:
- Aumenta la autoestima.
- Disminuye el estrés.
- Disminuye la ansiedad.
- Disminuye la tristeza.
- Mejora nuestro estado físico: disminuye la presión sanguínea, la tensión arterial y la tasa cardíaca.