Población indígena

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Tres volúmenes hablan de quienes son originarios de los territorios que hoy son México. Se titulan La población indígena de México, del escritor Carlos Basauri, publicado por el Instituto Nacional Indigenista y CONACULTA en la segunda edición de 1990. Con la característica de haberse publicado primero en el año de 1940. Años que debemos de tener en cuenta por surgir de una generación de mexicanos que tienen gran interés por saber de lo que ha sido y es México bajo el consejo del filósofo Samuel Ramos. En mis lecturas llama la atención el tema de Breves apuntes sobre la historia de los otomíes cuya relación con el norte de la entidad mexiquense y la de la ciudad de Querétaro. Interesante el desarrollo de lo que viene a ser el estudio de un personaje otomí que tiene mucho que ver con la entidad vecina a la del Estado del México. 

Carlos Basauri escribe: Propiamente nada se sabe del origen de la tribu otomí. Muchos historiadores suponen que es de las más antiguas que poblaron a México, y hasta se cree que los esqueletos encontrados en el Pedregal de San Ángel son de esta misma raza y constituyen, por lo tanto, la población arcaica. Interesa en este caso su lectura y nos relaciona por ello con los estudios del padre Ángel María Garibay y su defensa de los otomíes como grandes aportadores a los bienes de la cultura patrimonial en el centro del país. Es decir, no los considera un pueblo sin tierra ni inteligencia colectiva e individual como los declaran sus enemigos odiosos que son los aztecas.

 

Es en los estudios de la década de los treinta del siglo XX cuando plantea Basauri: Hay todavía muchas incógnitas que descubrir con respecto al origen de los pobladores de América, y sólo un estudio paciente y concienzudo, con los procedimientos empleados en las nuevas ciencias combinadas de la arqueología, la antropología y la etnología, nos podría llevar al conocimiento científico. Es preocupante leer esto para la actual generación que poblamos la ciudad gigante en la que laboramos y tenemos nuestra familia. En el año de 1940 Carlos Basauri expresa su inquietud de revisar el pasado con el apoyo de otras ciencias. Los historiadores y cronistas que se dedican a la Colonia y a los 200 años de vida independiente olvidan este consejo, el de saber qué somos los mexicanos, mexiquenses y toluqueños yendo a las raíces de una cultura que es respetada por extranjeros de todas las patrias que hay en el mundo. Y los contemporáneos a este país y a la ciudad de Toluca decidimos olvidar el pasado tan rico en sucesos, lo que permite comprender la grandeza de comunidades, pueblos, villas y ciudades de todo el país, por su largo trayecto para ser lo que ahora son. 

Die Basauri: Entretanto, en su Historia eclesiástica indiana, publicada por don Joaquín García Icazbalceta, hablando de la genealogía de los indios pobladores de México, nos dice que procedían del anciano Iztacmixcoátl y su mujer Ilancuey, que residían en las Siete Cuevas llamadas Chicomoztoc, y tuvieron seis hijos: Xelhua, Temuch, Ulmecatl, Xicalancatl, Mixtecatl y Otimitl, procediendo los otomíes del último. ¿Es necesario pensar en lo que La Biblia dice de los orígenes de la raza humana desde el medio oriente tan lejano? ¿O estudiar la mitología grecolatina con sus imaginerías diciendo cómo es que nació el hombre y la mujer en sus diversos estamentos de dioses, semidioses y los hombres en la península griega e italiana? 

Es decir, sin que hubiera relación entre los pueblos de hace tres mil años de antigüedad con respecto al siglo XXI los datos de la creación de una raza o un pueblo se convierte en leyenda o hecho que nadie deberíamos de olvidar por la riqueza cultural que nos trae, y así comprender que aquellos hombres sin razón o lógica pueden ser comparados a las mayores culturas de todos los tiempos de la humanidad. Por eso no podemos ignorar nuestro rico pasado, pues está lleno de sorpresas que alcanzan niveles epopéyicos o poéticos que debemos estudiar con amor por la querencia a nuestros antepasados.

Más interesante, en el origen de los otomíes, es lo que cuenta Basauri: Fray Isidro Espinosa, en su Crónica de la provincia de San Pedro y San Pablo de Michoacán, ratificando el parecer de Torquemada, dice: “Pobladas las Indias antes y después del diluvio, como afirman los escritores de Indias, viniendo por la parte del norte, se fueron explayando por la tierra aquellas naciones bárbaras, siendo los Gigantes, los chichimecas y otros los que habitaron estas vastísimas regiones, que ahora ocupan las ciudades y villas de españoles”. La tragedia y drama de tener que hablar del pasado imponiendo el presente por lo que se puede constatar. Trastocar los hechos, no de la imaginería ni de la leyenda, sino en el entendido que es necesario hacer saber que el presente es gracias a la doctrina que vino allende el Atlántico para hacer olvidar a los indígenas por la muerte o por la religión que son otra cosa, pero no ya la original que eran. No ha sido posible esto. 

Los originarios de estas tierras tercos han logrado mantener su presencia haciéndose visibles aún para la gente que de mala fe los trata como Indiada, cuando el deber ético y moral es reconocer que México, los mexiquenses y toluqueños, tenemos que acercar el pasado al presente sin dejar nada atrás por mala fe o ignorancia. Cuenta Basauri: Es de parecer el gran historiador Torquemada, que los primeros moradores de este nuevo mundo vinieron a él por tierra, y por los estrechos brazos de mar o río navegable, con barcas, balsas de madera y carros de caña gruesas y tupidas. Después de largos años, habiendo otros muchos venidos antes, salieron los que llaman mexicanos de la provincia de Aztlán (que ahora es el reino de la Nueva México), que es lo mismo que tierra de las Garzas, y el motivo que tuvieron para salir con los que después se llamaron tarascos… ir al pasado de los mexicanos que va de la mano con el pasado de los toluqueños es la mayor tarea educativa y cultural que podemos atender los actuales pobladores del Valle de Toluca. En este pasado está nuestra identidad y el orgullo de pertenecer a pueblos originarios del cual no sabemos mucho a la fecha por falta de atención al tema en su historia y sus ciencias.

Leyenda somos, dice Basauri que Torquemada lo refiere así: Apareció, según fabulan los indios, un fingido pájaro sobre un árbol, que cantando repetía esta voz: Ti, hui, ti hui, ti hui, vamos, vamos. Dos capitanes movieron toda aquella multitud de gente y la pusieron en marcha. Salieron, pues, los aztecas, trayendo en un arca de juncos cuatro sacerdotes principales al ídolo, mejor diré demonio. Huitzilopuchtli, que era el oráculo. No se movían un punto sin su parecer, y en cada mansión que hacían, le fabricaban casa y altar para su veneración. Así lo veían aquellos venidos de la península Ibérica al ver con admiración y antipatía que estos pobladores tenían su propia religión y sus propias leyendas. 

Nada es más difícil que derrotar en el mundo de las ideas venidas de miles años atrás. Por eso la rígida tarea de adoctrinar tuvo muchos veces que ver con el látigo y la muerte de nuestros ancestros ante su oposición a ser trasladados de una religión a la otra sin entender que es el mundo de la psicología en sus profundidades en lo individual y colectivo que existía lo que es las culturas antiguas del México que hoy existe y que le encontramos por toda la nación de diversas formas: visibles de forma sólida cuando uno va a Oaxaca, al norte del estado de México y por los ríos escondidos de la historia ancestral toluqueña. Riqueza en el estudio de estas antiguas culturas a las cuales los cronistas españoles, curas o laicos, dan un lugar que en sus palabras recuerda que estaban ante una muestra que por su diversidad y riqueza nada le pedían a la ciudad de Madrid de aquellos años a principios del siglo XVI que nos trae a revisar en su momento la cultura creada en la Colonia.