Polvo migrante

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Es bueno encontrar bibliografía del padre de las letras toluqueñas en el siglo XIX, la vida de José María Heredia y Heredia, es la misma de aquellos que por siglos han emigrado de sus patrias por motivos políticos. Eso no se debe olvidar en el poeta y escritor, además de editor, creador de revistas, que le dieron a tierra mexiquense un sello de ambiente cultural en los años que el poeta cubano vino a radicar a ciudad de Toluca en décadas de los años veinte y treinta del siglo XIX. Toluca, la ciudad amada que era como lo dice más tarde el poeta Enrique Carniado: tacita de plata con olor a sacristía. Ciudad de no más de 8 mil habitantes en los años que vive José María Heredia en lo que ahora es capital del estado de México, son aquellos años donde todos conocen a todos. Por eso al verle dicen: ¡Ahí iba el poeta! y él escucha con afecto, pues siente su identidad que es la de un privilegiado. Porque siempre fue alguien, a pesar de su pobreza y de ser perseguido dentro del país que le cobijó, así como de la patria cubana a la que tanto extraña en primeras décadas del siglo XIX, que es patrimonio del imperio español. Leer libros sobre el poeta cubano-mexicano es una delicia al comprender que en 35 años y 4 meses y 7 días de vida, dejó huella al grado que el mártir y padre de la independencia cubana José Martí le ha de rememorar con afecto y respeto siempre.

Libro sobre el cubano hay en todas partes, pero no todos los toluqueños leídos saben de él. El libro José María Heredia / Poesías completas publicado por Editorial Porrúa en el año de 1985 es buena prueba de la importancia de quien vivió en el exilio al ser perseguido por los gobernantes españoles en el siglo decimonónico. En el texto titulado La vida errabunda de José María Heredia Raymundo Lazo, investigador de nuestras letras latinoamericanas, dice: 1. El magistrado José Francisco de Heredia, padre y maestro del poeta. Puede decirse que el poeta Heredia hereda de su padre un destino, al tener que seguirlo en su vida trashumante como funcionario colonial de España; pero a la vez entre el padre y el hijo hay el contraste entre dos generaciones. A pesar de todas las vicisitudes de tiempos tumultuosos, el padre atiende siempre cuidadosa, celosamente, la formación moral e intelectual del hijo, y sin embargo la diferencia generacional los contrapone: el padre es conservador y monárquico, ligado sinceramente a la metrópoli española, neoclásico en literatura, mientras que el hijo es medianamente americano, cubano, liberal y en tránsito hacia un naciente romanticismos. La formación genuinamente latina, neoclásica y moderada del austero magistrado, no consigue nunca frenar la sensibilidad y la imaginación ardorosa del hijo poeta cuyo arte transforma lo objetivo de seres y cosas.

 

Dos hechos de sus primeras décadas de vida: exiliado desde el nacimiento y formado por un padre que tiene intereses intelectuales y de cultura. Cultura que dan los viajes desde Venezuela, el Caribe y hasta La Florida y México. Las dos primeras décadas de vida de Heredia son los de la escuela que da la vida a plenitud, aunque con carencias que no corresponde a un turista rico que todo encuentra a su disposición al transcurrir territorios y diversas culturas. Su niñez y adolescencia la abrieron los ojos de la inteligencia para beber lo mejor de lo que veía y aprendía con la pasión de aquél que todo quiere comerse a puñados. Por eso le admiran los que le ven y le conocen. Por eso no podemos sólo pensar que José María Heredia y Heredia sea solo poeta, pues al igual que nuestra Sor Juana Inés de la Cruz no puede sólo vérsele como una poeta, ya que sus intereses pasaron por la pedagogía, filosofía, feminismo (cuando nadie hablaba de ello), identidad y tantos temas más.

Así Heredia debe ser visto más allá de su personalidad de Poeta. La vida de este poeta es la de aquél que ocasiona la búsqueda del lugar de su nacimiento. Y la búsqueda del lugar de fallecimiento y por lo tanto de saber dónde sus restos reposan. Esto no es cosa menor. Todo ser humano merece saber dónde nació y dónde ha de radicar al final de su vida. Sea por descansar en un féretro o porque su polvo incinerado, es depositado en una urna para ello. Y esta circunstancia en José María Heredia y Heredia es motivo de estudio de múltiples investigadores. Nació en el país de Venezuela, lo dice la poeta y narradora María Eugenia Leffman o en Santiago de Cuba como lo señalan la mayoría de sus estudiosos. Sus restos, se dice, convertidos en polvo reposan en el Panteón de San Fernando en una fosa común, o al olvido de sus contemporáneos y del tiempo ¿les hace andar trashumante por territorios del centro de México?…

Raymundo Lazo cuenta: Heredia tiene que seguir a su padre y a su familia en un azaroso ir y venir por todos los países de la cuenca del Caribe hasta el definitivo establecimiento en México; pero un hecho aparentemente ocasional determina que el futuro gran poeta nazca en Cuba, y bajo la poderosa influencia de las primeras emociones y experiencias vitales, se siente profundamente cubano, irreversiblemente vinculado a Cuba por un ardoroso amor patriótico, por desgarradoras penalidades y por la perdurable gloria de su poesía.

El exilio es la mejor y más dolorosa forma de saber cuánto se ama a la patria. Así seguramente lo sintió Benito Pablo Juárez García cuando tuvo que huir de la ira de los conservadores, liderados por el dictador Antonio López de Santa Anna, y así seguramente lo han sentido nuestros mártires como Ricardo Flores Magón en la época de la revolución de 1910. Murió en una cárcel de Estados Unidos sin que a la fecha se hagan responsables a quienes lo mataron. De Heredia sus Poesías patrióticas nos recuerdan que no estamos ante el poeta que inicia en México el mundo de los románticos, son muestra de que no olvida su lugar de origen, aunque muchos años de su vida los hace lo mismo visitando las Cataratas del Niágara, donde hará su famosa Oda, así como en el centro del Valle de Toluca, en el cual su espíritu emprendedor le lleva a visitar el Volcán de Toluca, para mirar sus conocidas lagunas del Sol y la Luna. En conocida crónica hace alabanza a esos dos momentos donde la belleza de la naturaleza le hacen escribir y publicar un texto en el que señala que nunca su espíritu ha vivido momentos de tanta felicidad como al estar en uno y otro lugar, admirando lo que el patrimonio de este Continente Americano tiene para su propio orgullo.

La lectura de sus poesías patrióticas, sin embargo, nos hablan del espíritu genial del exiliado, que no deja jamás de recordar con todo su amor a la Cuba que se halla más allá del estado de Veracruz, yendo hacia el golfo de México: dice en el poema más celebrado La estrella de Cuba / Libertad! Ya jamás sobre Cuba / lucirán tus fulgores divinos. / Ni aun siquiera nos queda ¡mezquinos; / de la empresa sublime el honor. / Oh, piedad insensata y funesta! / Ay de aquel que es humano, y conspira! / Largo fruto de sangre y de ira / cogerá de su mísero error. / Al sonar nuestra voz elocuente / todo el pueblo en furor ser abrazaba, / y la estrella de Cuba se alzaba / más ardiente y serena que el sol. / De traidores y viles tiranos / respetamos clementes la vida, / cuando un poco de sangre vertida / libertad nos brindaba y honor. / Hoy el pueblo de vértigo herido / nos entrega al tirano indolente, / y cobarde y estólidamente / no ha querido la espada sacar. / Todo yace disuelto, perdido…! / Pues de Cuba y de mi desespero, / contra el hado terrible, severo, / noble tumba mi asilo será. Parte elocuente de un ciudadano del mundo, que lo era porque sabía de su origen y al mismo quería regresar. No sabía que en ese año aciago en que muere, año de 1839 en la ciudad de México, a donde vino con tanta ilusión por encontrar a un país independiente que luchaba por ser democrático. Encontró sólo una nación que no podía surgir del progreso y el bienestar, y si en asonadas, golpes de estado, triquiñuelas de la politiquería y ambición del poder haría de México, el México bárbaro que así definió el escritor estadounidense Kenneth Turner al país en el siglo XIX. Heredia supo de los peores años de esta nación que a duras penas nacía.