Privacidad y democracia en un Estado Social de Derecho

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De la misma forma en que el imperativo tecnológico implica que todo lo que sea técnicamente posible se hará, en la política y la lucha por el dominio y el poder, eventualmente se correrá la misma suerte de que las y los actores harán todo lo posible por imponer su voluntad; sin embargo, corresponde en principio al Derecho ser la herramienta del pensamiento por antonomasia que tiene por objeto establecer límites para una adecuada gobernanza, y, el establecimiento de equilibrios que permitan al poder su gestión virtuosa que permite que a la política convertirse en el instrumento aristotélico para la realización colectiva de la humanidad, evitando que ese mismo poder, se traduzca en la opresión a través de la fuerza del Leviatán.

Entre las formas de la organización política surge la democracia, como la fragmentación del poder público a fin de lograr, mediante la representación y las decisiones de la mayoría, resolver los problemas comunes, sin embargo, basta señalar que la democracia como forma de gobierno, no basta por sí misma para gestionar el contenido de las decisiones, sino que debe de nutrirse de componentes adicionales, que permita al pueblo, como máxima autoridad, gestionar sus determinaciones de manera eficiente, razón por la cual, quizá en los modelos de gobernanza moderna ha adquirido fuerza las técnicas de planeación y gestión corporativa, que han sido emuladas en la administración pública como mecanismos para resolver problemáticas sociales a través de resultados.

Es así que, no resulta extraño que en una democracia contemporánea, la existencia de organismos especializados para la toma de decisiones constituya un elemento común en las administraciones modernas que permitan llevar a cabo una gestión ordenada y que, naturalmente confluyen sobre el presupuesto público, como la principal herramienta transformadora a través de la cual se materializan los recursos, siempre limitados, a través de los cuáles el Estado se hace visible a través de las políticas públicas, que son sujetas a un escrutinio cuantitativo y cualitativo a partir de insumos de planeación, transparencia, evaluación, fiscalización y medición, que facilitan la memoria colectiva para determinar los momentos en que es necesario corregir el rumbo elegido.

Sin embargo, a pesar de la eficacia de los mecanismos de equilibrio de poder, el Leviatán mantiene su fuerza alimentado de los propios insumos que proveen dichos equilibrios, y, en dichos tramos también busca salir de los controles a través de sacudidas feroces, alimentado del sentir popular de los problemas de la materialidad de su existencia, gran parte de ellos económicos, pero también con una nueva consciencia de solidaridad que exige que los frutos de la civilización sean compartidos por toda la población por igual, y, adicionalmente que dichos mecanismos se inserten dentro de la sustentabilidad.

En ese entendido, el Estado de Derecho tiende por su propia naturaleza en convertirse en un Estado Social de Derecho en el que más allá de la gestión dicotómica entre lo público y lo privado, genere mecanismos de compensación del ejercicio del poder al interior del Estado, y con ello, lograr la realización de un tercer estadio en la tutela de los derechos que vence los vicios del poder, pasando de la conquista de la libertad, socializando la importancia y vigencia de dichos equilibrios a través de la igualdad, y, cristalizando el humanismo sin dejar a nadie atrás a través de la fraternidad.

Así como estos equilibrios de poder en el Estado Social de Derecho han logrado insertarse en el mundo de las ideas, de las cuales, no quepa sorpresa que nuestro país es pionero a partir de su Constitución de 1917 que se mantiene vigente al día de hoy como una Constitución Social que promueve un Estado Social de Derecho (moderno), la privacidad tiende a volverse la primera línea de la defensa de las libertades informáticas, y por ende, también es susceptible de formar parte de dicha filosofía de defensa social.

Por ello, resulta por demás importante la protección de la privacidad dentro de un régimen democrático de derecho ya que ésta a su vez, se vuelve un derecho articulador de la participación política, y por ende, el nivel de madurez política de todos los actores en nuestro país, deberán voltear a ver a la privacidad como una nueva dimensión de aquellos elementos que resulta necesario garantizar, ya que aspectos técnicos, pueden volverse críticos en el ámbito de los derechos fundamentales como aquellos presupuestos para que los regímenes puedan evolucionar y, por ende, resulta necesario que exista un convencimiento de todas y todos, de que requerimos dichos espacios de libertad, y por ende, al igual que el imperativo tecnológico requiere de un imperativo ético a fin de evitar que la innovación tecnológica se vuelque en contra de sus creadores, la gestión política requiere honrar los acuerdos sociales sobre los cuales se construye la democracia, a fin de que la humanidad ni las naciones, repitan las vejaciones que tanto nos avergüenzan hoy en día.

Esto es así, ya que no debemos olvidar, nunca, que con base en datos personales y su indebida gestión, millones de personas han perdido la vida y, moralmente esos errores nos marcaron con una filosofía para una nueva generación, basta, para tales efectos con motivo de una reciente publicación en las redes sociales de una ex compañera, la ilustración de lo anterior a través de la reseña de un libro, que, en su parte conducente indica: “Cada persona internada en los campos de exterminio nazi tenía una ficha informática. Se trataba de tarjetas perforadas, el material avanzado de la época. Si el interno era judío, su número clave era el 8. Si era homosexual, el 3. Si era gitano, el 12. Esas tarjetas, que permitieron al régimen de Adolf Hitler identificar, localizar y clasificar a millones de víctimas, eran fabricadas por IBM en Estados Unidos. Y los directivos de la compañía sabían perfectamente cuál era su uso en Alemania. Ésta es una de las afirmaciones contenidas en un libro publicado ayer en Nueva York bajo un título inequívoco…”; reseña que puede localizarse en el link siguiente: https://elpais.com/diario/2001/02/13/ultima/982018801_850215.html.

Por ende, así como la transparencia y el acceso a la información nos conviene porque nos permite contar con una memoria colectiva y datos para la toma de decisiones presentes y futuras, la privacidad nos permite garantizar la libertad de quienes tomamos las decisiones, para que no seamos despojados del derecho a pensar y a sentir, porque, en estos medios digitales conviene advertir que el control absoluto no existe, y, eventualmente aún así se confíe en una administración actual, puede llegar una nueva que se haga de dicho control, en la que, encuentre sin correa al Leviatán, más aún, cuando en la gestión internacional, tenemos que apostar por la integración y no, por la segregación.

Hasta la próxima.