Reinserción social, ¿cuestión de dos?

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Todos los seres humanos nacen libres e iguales en

dignidad y derechos, y dotados como están de razón y conciencia,

deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.

Artículo I de la Declaración Universal de los Derechos Humanos

 

Uno de los fenómenos más estudiados tanto en México como en el mundo entero en cuanto a criminalidad se refiere, es la reinserción social.

Se ha establecido que por medio del desarrollo de actividades académicas, deportivas, recreativas y laborales con base en diversas disciplinas, las personas que han sido privadas de su libertad, pueden tener la oportunidad de volver a insertarse a la sociedad.

Han sido varios los modelos creados en todo el mundo con la finalidad de que, al salir de prisión, estas personas puedan llevar una vida sana, plena y honesta. Sin embargo, ¿realmente el ex presidiario logra volver a ser parte de la sociedad? ¿realmente la sociedad le permite regresar a formar parte de todos los demás?

Sin duda alguna, varias de las características del programa de reinserción social implementado en nuestro país, le ofrecen al delincuente que ha entrado al programa de reinserción social, las herramientas necesarias para que no sea tan complicado encontrar un trabajo, o bien terminar sus estudios, además de facilitarle el recibir atención médica, psicológica y asesoría jurídica. No obstante, ¿qué pasa con el otro lado de la moneda? Después de haber terminado con el programa de reinserción social, ¿se le permite realmente, como a cualquier otra persona, seguir siendo parte de la sociedad?

En términos laborales, siendo ya de por sí complicado encontrar empleo, resulta aún más difícil conseguirlo teniendo antecedentes penales. Algunas de las grandes empresas o negocios exitosos establecen como requisito para ser parte de la empresa no tenerlos. Un ex presidiario no cuenta con la misma oportunidad con la que contamos todos los demás para poder trabajar en cualquier lugar y ser elegido entre varios aspirantes en una vacante. Incluso muchas personas argumentarían que las razones de dicha exclusión serían que no se puede confiar en él. Entonces, ¿realmente estamos colaborando para que pueda ser parte de la sociedad nuevamente?

Ahora bien, hablando del contexto social. Existen muchos prejuicios a la hora de encontrarnos con una persona que ha estado en la cárcel. No te acerques a él porque te puede robar, qué horror, es un criminal, qué clase de educación debe tener si estuvo en la cárcel, ¿cómo va a ser mi amigo si apenas hace 2 meses estaba preso?

Y sí, aquí el punto no es perdonar o justificar las malas acciones de los delincuentes, porque efectivamente, han hecho daño y han sido condenados por ello. No obstante, ¿qué sentido tiene tener un programa de reinserción social inigualable, si la misma sociedad es la que no le permite al ex presidiario volver a ser parte de ellos?

Es sumamente importante que el programa de reinserción social se aplique de manera correcta. Precisamente así como se plantea. En México, dicho programa se sustenta en cinco ejes, basados en la educación, salud, deporte, trabajo y capacitación para el trabajo. Son planeaciones estratégicas realizadas con el objetivo de ayudar al delincuente a reinsertarse en sociedad y, con ello, la prevención del delito en su forma terciaria. Sin profundizar tanto esto, la verdad es que suena maravilloso.

De igual manera, debemos saber que no basta con un modelo de reinserción social planeado y estructurado cuidadosamente de pies a cabeza, si la misma sociedad no va a poder colaborar para que esto suceda. Es decir, la reinserción social le compete tanto a nuestras autoridades y a las personas encargadas de su implementación como a nosotros, a la sociedad en sí.

El acompañamiento psicológico después de la prisión debería ser esencial para que esta persona, antiguamente privada de su libertad, adquiera las herramientas necesarias para estar preparado psicológicamente para la vida fuera. En terapia psicológica se pueden abordar temas que le brinden mucha ayuda como el fortalecimiento de su autoestima, de su propia identidad, la motivación y la voluntad de no volver a delinquir y conseguir una mejor vida, estrategias para el manejo de emociones, e incluso, apoyarle para el descubrimiento de un sentido de vida y establecimiento de objetivos personales.

Como sociedad, fortalecer los círculos sociales del delincuente, darle esperanzas, no etiquetarlo ni juzgarlo por los actos cometidos, ayudarlo a encontrarse a sí mismo, que sepa quién es y a dónde pertenece y, principalmente, darle la seguridad de haber obtenido esa segunda oportunidad son algunas de las tantas cosas que se deben considerar si realmente se pretende hacer que la persona se sienta perteneciente nuevamente a este mundo.

Mi ideal más querido es el de una sociedad libre y democrática en la que todos podamos vivir en armonía y con iguales posibilidades. -Nelson Mandela.