RESCATEMOS LA CONVERSACIÓN
El ejercicio más fructífero y natural de nuestro espíritu es, a mi juicio, la conversación. Encuentro su práctica más dulce que cualquier otra actividad de nuestra vida. Michel de Montaigne
Quienes pertenecemos a la generación de los Baby Boomers hemos disfrutado de largas conversaciones entre amigos y/o familiares en torno a una deliciosa taza de café, sin duda momentos felices. Nos manteníamos atentos tanto a la comunicación verbal como no verbal, al ritmo de los diálogos, como bien lo describió Sir Francis Bacon: El papel más honroso en una conversación corresponde al que da la ocasión a ella, y luego al que la dirige y hace que se pase de un asunto a otro, pues así uno dirige la danza.
Sin embargo, de unos quince años para acá, hemos pasado de: ¿Cuándo nos tomamos un café para platicar? A nos whatsapeamos para platicar. Vaya manera de enterrar una costumbre ancestral tan relajante, reconfortante y tranquilizadora. ¿Acaso estamos cada día más hundidos en los pantanos del individualismo, que hemos olvidado la riqueza de una buena conversación?
La conversación, ese acto cotidiano que a menudo damos por sentado, posee un valor intrínseco que trasciende las palabras y nos conecta a un nivel más profundo. En un mundo cada vez más fragmentado, donde la tecnología y las redes sociales nos mantienen hiperconectados pero distantes, es crucial recordar el poder transformador de una buena conversación.
En primer lugar, la conversación nos permite intercambiar ideas y conocimientos. Al dialogar con otros, ampliamos nuestra perspectiva y enriquecemos nuestro bagaje intelectual. Cada uno de nosotros poseemos una experiencia única y un conjunto de conocimientos que pueden abrir nuevas puertas y desafiar nuestras creencias. A través del diálogo, podemos explorar diferentes puntos de vista, desafiar nuestras propias ideas preconcebidas y construir un entendimiento más profundo del mundo que nos rodea.
Además, la conversación fomenta la empatía y la comprensión mutua. Al escuchar activamente a los demás, mostramos respeto y valoramos su perspectiva. Este intercambio empático de ideas, nos permite superar barreras y construir puentes entre diferentes culturas, creencias y experiencias. La conversación nos invita a abandonar el juicio precipitado y a sumergirnos en la experiencia del otro, lo que a su vez nutre nuestra capacidad de empatizar y fortalece las relaciones humanas.
Asimismo, la conversación es un buen catalizador para el cambio social y el progreso. A lo largo de la historia, los grandes avances y las transformaciones se han gestado a través del diálogo constructivo. Desde los salones de la Ilustración en la Francia del siglo XIX hasta las reuniones de activistas en busca de justicia social en el siglo XX, las conversaciones han desencadenado movimientos, han promovido reformas y han allanado el difícil camino hacia una sociedad más justa e inclusiva. La conversación nos invita a cuestionar el status quo, a desafiar las normas establecidas y a buscar soluciones creativas e innovadoras a los desafíos que enfrentamos como sociedad en tiempos de incertidumbre y polarización.
Lamentablemente, en la era digital actual, las conversaciones significativas corren el riesgo de ser reemplazadas por interacciones superficiales y fragmentadas. Los mensajes de texto rápidos y las publicaciones en redes sociales no pueden replicar la riqueza de una conversación cara a cara, donde se pueden percibir las expresiones faciales, los gestos y el tono de voz. Es fundamental priorizar el tiempo y el espacio para tener conversaciones significativas y auténticas, donde se fomente el diálogo constructivo y se valore la escucha activa.
En conclusión, la conversación es un valioso recurso que debemos proteger y cultivar. Nos brinda la oportunidad de expandir nuestro conocimiento, nutrir nuestra empatía y transformar nuestra sociedad. Al comprometernos en conversaciones significativas, nos abrimos al aprendizaje mutuo y a la creación de un mundo más conectado y comprensivo. Así que, busquemos activamente la conversación, apreciemos su valor y hagamos de ella una fuerza para el cambio y la unidad en nuestra vida diaria.
Para finalizar te hago una pregunta: de las personas de tu vida que ya están recibiendo tu tiempo, ¿también están recibiendo toda tu atención?