Retorno al país de sus mayores

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Bella es la cita que el libro de enorme esfuerzo en investigación realiza Hugo Arciniega Ávila, titulado El arquitecto del Emperador / 1. Ramón Rodríguez Arangoiti en la Academia de San Carlos, 1831-1867, publicado por la Universidad Nacional Autónoma de México y el Instituto de Investigaciones Estéticas, en su primera edición con fecha de 22 de octubre de 2021. Admirable texto que expresa la grandeza de Rodríguez Arangoiti. Palabras de apertura a dicha obra dicen:

Pues los hombres y las mujeres no sólo son ellos mismos; son la región donde nacieron, la casa en la ciudad en que aprendieron a caminar, los juegos que jugaron de niños, los cuentos que escucharon a las ancianas, los alimentos que comieron, las escuelas a las que asistieron, los deportes que practicaron, los poemas que leyeron y el Dios en el que creyeron. William Somerset Maugham (París, 1874-Niza, 1965). Cierto, así sucede con la mayoría de aquellos que nacemos en algún lugar y retornamos con inmenso amor a nuestros orígenes.

El amor con que regresó el doctor en diversos estudios adquiridos en Europa los puso al servicio de la patria. Una patria que estaba tomada en su gobierno por el imperio francés. Los altos méritos académicos, de creador como artista y de admirable pasión profesional en el terreno de la arquitectura le son tomados en cuenta nada menos que por el emperador Maximiliano de Habsburgo. Juan Guillermo Romero Álvarez cuenta: Cuando Ramón Rodríguez Arangoiti regresó a México fue considerado, por sus méritos, como profesor de la Academia. Fue tomado en cuenta por Maximiliano, como ingeniero director de la Casa Imperial y como tal, desarrolló los proyectos y dirigió las obras encargadas por el emperador, entre otras convirtió en alcázar el castillo de Chapultepec, el cual hasta la fecha permanece prácticamente como él lo diseñó, solamente con las variantes ordenadas después del imperio; a la desaparición de éste, Rodríguez, se separa voluntariamente de la Academia y se dedica a trabajar por su cuenta. Un solo párrafo para hablarnos de lo que sucede entre finales del año de 1864 en que retorna después de un poco más de 11 años del viejo continente, y el fusilamiento del Emperador en el Cerro de las Campanas, en Querétaro.

Un solo párrafo para hablar de los años 1864 a 1867. El lapso que vivió y murió Maximiliano de Habsburgo. Cita Juan Guillermo: Rodríguez Arangoiti regresó a México, a principios de noviembre de 1864, después de casi once años de estudiar y trabajar en Europa. El 13 del mismo mes, Urbano Fonseca, director de la Academia, al elaborar el proyecto de gastos de la misma para el año de 1865, argumenta detalladamente las características personales y la trayectoria de Rodríguez Arangoiti en Europa: Las materias (geología y minerología aplicadas a materiales de construcción y la de aplicaciones de la geometría descriptiva a las construcciones de madera y fierro) de estos dos años pudiera darse en una cátedra así como las de los años 5º. Y 6º. Pudiera darse otra, sirviendo en ambas un mismo profesor por un sueldo que no bajase de 1,500,00 pesos anuales, pues las materias son muchas en sí mismas, son además difíciles, de su mayor utilidad práctica y en las que no tendría que ver el profesor a V.E., si no fuese por la casualidad de haber regresado en estos últimos días de Europa el pensionado Ramón Rodríguez Arangoiti que a los estudios que llevaba hechos en esta Academia, ha reunido los conocimientos en las ciencias para obtener el título de doctor en ciencias en la Universidad de la Sapienza, en Roma. En la parte artística y arqueológica ha enviado a esta Academia algunas obras que figuran en la galería de arquitectura y que han sido debidamente apreciadas por los inteligentes y que le valieron en Roma los títulos de miembro del Panteón y miembro de la Academia Thiberina. En París se sujetó a examen en la Academia de Bellas Artes, en la cual obtuvo el primer lugar y transcurrido el tiempo requerido fue nombrado académico. Miembro de la Sociedad Central de Arquitectos Británicos y Franceses… Tantos los logros, tal cual si hubiera estado en zona de confort en su lugar de origen. Pero no fue así, fue una carrera académica en teoría y práctica como pocas veces se llega a ver en algún estudiante de su edad en el extranjero.

Escribe Juan Guillermo: El 22 de diciembre de ese año, 1864, el Ministerio de Fomento envía el oficio en el que se acordó que a Ramón Rodríguez Arangoiti se le proporcionaran trescientos pesos más cincuenta de pensión anual durante un año, para que pueda establecerse después de su regreso de Europa. / En enero de 1865, Maximiliano, al conocer sus antecedentes, lo nombró ingeniero de las obras del Palacio de Gobierno de Chapultepec; de las casas de Cuernavaca y de los monumentos de Colón, Hidalgo, Guerrero e Iturbide. / En esa época, Eleuterio Méndez trabajó en lo particular con Rodríguez Arangoiti, encargado de las obras del alcázar de Chapultepec, y en las transformaciones que se llevaban a cabo en el Palacio Nacional […] En la obra del alcázar de Chapultepec, Maximiliano pretendió… “hacer de Chapultepec una residencia verdaderamente señorial, digna de equipararse a su castillo de Miramar en el Adriático, y encargó un proyecto de reconstrucción que se cumplió casi en su totalidad. De esa época son el corral oriental, el salón que se llamó del consejo, la distribución de la mayor parte de las habitaciones actuales, así como los miradores y terrazas y la rampa que circunda el cerro del norte, el oeste y el sur hasta llegar al castillo. Rodríguez Arangoiti diseñó y realizó la restauración y del decorado fue el pintor Santiago Rebull”. 1865 y trabajo no le faltó al mexicano que gracias a buenas autoridades de la Academia fue protegido para que la envidia y los negros corazones no le pusieran sus trancas para dejarlo fuera de la vida cultural que comprendía las artes, arquitectura, ingeniería, hidráulica y arqueología. Un especialista como pocos en ese tiempo en la vida de México.

Resulta interesante comprender el porqué Maximiliano de Habsburgo decidió darle tan alto encargo a Rodríguez Arangoiti. Cuenta Juan Guillermo al tratar el tema del monumento a Colón: …Fácil hubiera sido a Maximiliano que se hubiera ejecutado este trabajo en Europa particularmente en Mónaco, célebre por sus fundiciones, ya fuera con alguno de mis proyectos o con el de cualquiera de otro extraño. Pero el prurito de este príncipe artista, fue el que todas las grandes obras de arte que sirvieran para el público ornato y para la suntuosidad de sus alcázares, debían de ser ejecutadas por artistas mexicanos, pues con orgullo decía al cuerpo diplomático en la exposición de Bellas Artes de la Academia de San Carlos: “Si vosotros tenéis grandes artistas, no es gracia, porque hay estímulo, sin embargo de que vuestras escuelas están corrompidas. Aquí sin emulación, guiado sólo el amor al arte, con un corazón y sentimiento joven, robusto y enérgico, caminando en la senda de la escuela clásica, tenemos a mi Rebull, Ramírez, Obregón, Pina, Urruchi. Como pintores; a Sojo, Calvo y Noreña como escultores e ingenieros muy capaces de llevar a cabo obras de la mayor importancia”.

Esa fue la fortuna del mexicano recién ingresado en su país de origen. Encontró el ambiente propicio a su alta inteligencia y las obras han de desperdigarse por diversos puntos hasta dejar en la Ciudad de Toluca su impronta, así como en la iglesia que es expresión de belleza de su mente creadora: Iglesia de San José Iturbide, construida en Guanajuato. Meses difíciles y tiempos de brega contra todo aquello que sucedía en el país. Hay que hacer notar al paso de las semanas de la caída del imperio francés en México que el 4 de septiembre de 1867, Rodríguez Arangoiti, entrega un texto donde presenta su renuncia a responsabilidades que tenía con la Academia de San Carlos: un mes antes de que se les dé de baja a Ramón Rodríguez, Joaquín Mier y Terán y Eleuterio Méndez por las nuevas autoridades que llegan al caer el imperio y sus seguidores desde el mes de junio de 1867.