SIGMAN

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Eduardo salió de su pueblito a la capital y en Tepito se enseñó a transistor: Vivo y Tranza.

Y a los 25 años con un fayuquero ruso consiguió una maravilla usada por la KGB: unos chicharitos que se ponían en el oído y escuchabas hasta la música de fondo y de un susurro salía un vozarrón. Y así, Eduardo Núñez se transformó en SIGMAN el mentalista. Con su novia de edecán y tres abusados ex carteristas hicieron el espectáculo de ver en la obscuridad: sincronizados, comunicándose con la lentejita que oía y aumentaba el sonido le informaban a SIGMAN –de capa, turbante y luenga barba negra los ojos vendados– lo que debía saber:

– Maestro dígame usted a quién tengo enfrente?

– Mario, tienes… (y le informaban de otro extremo) a una bella damita.

– ¿Maestro, me podría dar más datos?

– Claro. Viste de color rojo y veo… veo que lleva un bol-so café… además tiene una bolsa de El Palacio de Hierro… ¿cierto?

– Así es Maestro. Y ahora, dígame y en casi silencio le dijo a un caballero. Le-van-te-se.

– Ahora veo a un caballero de chamarra beige y tenis blancos… ¿cierto?

Y así ensayando en la vida real fueron perfeccionando su acto y recorriendo colonia tras colonia recaudando buena pasta, plata o tecolines… hasta darse el lujo de llegar a la mera Alameda Central de CDMX.

… Y fue ahí donde se les acabó la suerte: unos patrulleros los detectaron y luego de civiles, descubrieron el truco y debajo de la mole de Benito Juárez, le dijeron a Eduardo:

– Se van a caer con $ 3000 pesitos cada semana. Sé que se pueden ir cambie y cambie de colonia y alcaldía. No lo hagan porque los boletino a todas las patrullas y les va peor. Mejor cáiganse cadáveres.

Y así en una junta ultrarrápida en una vecindad tepiteña, Eduardo Núñez propuso:

– Nos vamos a trabajar a los pueblitos del Valle de México, por mi pueblo, miren, toda la zona de Valle de Chalco está que ni pintada. Órale ¿yes o no?

– Jalamos contigo.

Y así perfeccionando sus actuaciones, pisaban escenarios como –dando un porcentaje, claro– salones de actos, manteados para fiestas, auditorios y así fueron  recorriendo pueblitos. Llegaban, actuaban y se regresaban a la CDMX.

Hasta que llegaron al pueblito de Eduardo y así SIGMAN, de incognito llegó a su antiguo lar con lana y cierta fama. Con su barba y atuendo nadie lo reconoció. El Tifas; maestro de ceremonias anunciaba:

– Señoras y señores: SIGMAN con los ojos vendados, adivinara cual es la carta que todos ustedes, menos él, verán.

Y así de un mazo, el rey de oros –dicho en voz baja el aviso de su socio desde el fondo del escenario– la carta era adivinada. Y así, como era su lugar, Eduardo se sentía soñado: con su barba y su turbante aquel mozalbete güevon era admirado aquí en Tepolmaco, su tierra.

– Y ahora verán como sin ver –y le ponían otra capucha negra– verá.

– Maestro, ¿con quién estoy? (una bonita señora, le informaban)

– Con una guapa señora.

– ¿Cómo esta vestida y qué lleva?

Por el chicharito le decían: vestido tal y tal.

Habían perfeccionado tanto su actuación que SIGMAN adivinaba hasta cuánto dinero llevaba X espectador. El chicharito ruso era magia tecnológica.

Oohh. Y llegaban a la cumbre: El maestro de ceremonias retaba:

– A ver suba un caballero con dinero en la cartera. Sin que nadie vea, la edecán y él se van atrás del foro y en secreto cuentan pesos y centavos y al regresar SIGMAN con sólo sopesar la cartera y luego sentir el dinero nos va a decir el monto exacto.

Era fácil: la edecán contaba con el dueño de la cartera y el mentalista oía todo:

– A ver, usted aquí vaya sacando: hay, cien, doscientos… decía ella.

Mientras en secreto se iban a contar el dinero y saber cuánta money había, dos policías, –un ojo al gato y otro al garabato– vieron que algo raro había con un tipo del fondo que parecía hablar solo.

La edecán al decirle al dueño del dinero – son $2650 con 50 centavos, y repitió la cantidad, no se le olvide, e igual escuchó SIGMAN.

Volvieron al escenario. El par de polis ya, se interesaron más en lo que sucedía en el foro que en esculcar al palero del fondo.

SIGMAN tomó la cartera, la sopesó, silencio y nada, parecía no darle al clavo. Los policías veían el acto parecía fallido y hasta llegó el momento en que la edecán pensó ¿y si olvidó cuánto es? Entonces, SIGMAN, lentamente fue desgranando las palabras: DOS… DOS MIL… seiscientos cincuenta pesos, ahh y veo también adentro cincuenta centavos… ¿cierto?

– ¡Si! Dijo el caballero. La guapa edecán asintió:

– Así es… ¿cierto?

El público y el par de policías premiaron a SIGMAN con una sonora ovación, ¡Bravo!, ¡clap! ¡clap!

Cuando de pronto un individuo iracundo subió al escenario:

– ¡No es posible! ¡Aquí hay truco! Los aplausos se volvieron silencio.

– ¡No puede ser y lo voy a demostrar! ¡Mentalista!…, ¿mentalista?, ¿Cómo me llamo yo? ¡A ver! ¡Dígame!

– SIGMAN iba a decir: yo nada más veo con la mente, no adivino, si adivinara compro el billete de lotería con premio, mientras tanto el locutor, la edecán y demás paleros se pusieron blancos como cirio pascual. Silencio. Entonces Eduardo Núñez con una sonrisa fue lentamente desgranando: Ver – Verga –ra, Vergara –Ce –Cenobio, Sánchez… Cenobio Vergara Sánchez y por cierto nadie lo quiere por su pésimo carácter… ¿es así?

– Primero un ligero, tibio, oh y luego en tal Cenobio que guarda silencio y hace mutis.

– Y por fin, cuando –pueblo chico y conocidos casi todos– aprobaron lo que oyeron  y vieron.

Rompieron el aire con los aplausos.

Eduardo nervioso por bajo dijo: Te-lón… bajen el telón. El equipo no salía de la sorpresa. Y mientras la ovación continuaba, Eduardo sin quitarse los arreos los llamo al camerino.

Cerraron con llave y el mentalista explicó:

– Tuvimos suerte. Este cabrón Cenobio fue mi compañero de primaria y como que en su inconsciente me reconocido. Me traía bombo en la escuela, pero su voz y su carácter casi no cambiaron ¡Uff!… y por favor tú. Y señaló al maestro de ceremonias – por favor mañana que nos toca en Taxiaco, advierte que no se podrán preguntar cosas personas ¿OK?

– OK

Y ahora Uff… vamos a tomarnos un vasito de sidra, porque ora sí que casi tuve que adivinar:

SALUD