Sin palabras

Views: 1411

Cualquier cosa que se diga, la que sea, resulta ociosa ante la contundencia de los hechos; venimos de una semana marcada por la violencia, la insensatez, el odio y la hipócrita social en su punto más alto.

Cuando el repudio por el fusilamiento artero de 17 personas en un velorio en Michoacán estaba todavía en la agenda pública, resulta que en un estadio de futbol, que en teoría es un espacio para el esparcimiento, se vivió una de las tardes más obscuras, no sólo en el deporte, sino en la estructura social.

Nada justifica la agresión, nada legitima al asesinato como mecanismo de justicia; mucho menos cuando la reacción emana de lo que en el papel es sólo una disputa entre dos equipos profesionales que buscan dar algo de entretenimiento a sus seguidores.

Desde ahí estamos mal, hemos pasado de ser rivales a ser enemigos, ¿en qué cabeza cabe esa absurda idea?, peor aún, ¿por qué ensañarse de la forma en que todos vimos que lo hicieron?

Lo ahí acontecido, debe ser el parteaguas para que todos, sin excepción, saquemos conclusiones importantes; sin ánimo de tener la verdad absoluta, debemos aceptar que mucho de eso sucede porque las nuevas generaciones han crecido en la idea de que son intocables, merecedores de todo, sin un ápice de respeto por el otro.

Siempre buscamos salirnos con la nuestra, y hay de aquel que ose alterar nuestro orden; la postura es simple, o se hace como yo digo o me encargaré de hacerles la vida difícil, ya no para obtener ese beneficio, sino para buscar revancha.

Jamás pensé que podría ver a un ser humano actuando con tanto odio, haciendo alarde de un primitivismo tan grotesco que ni a Stephen King se le habría ocurrido; lo que se pudo ver en las dantescas imágenes, es a muchos barbajanes buscando infringir dolor, con una rabia que les nubló la razón al punto de seguir golpeando a una persona inerte, desnuda, inconsciente y sin capacidad de defenderse.

No culpemos a los gobiernos, no señalemos a las instituciones privadas o públicas; miremos al espejo de aceptemos que estamos dejando de hacer cosas en casa, estamos dejando de atender a los hijos, estamos dejando de dar seguimiento a sus necesidades, estamos dejando de ocuparnos de lo verdaderamente esencial.

Mucha indignación social, pero poca acción real; hagamos que nuestros hijos se hagan responsables de sus actos, dejemos de justificarles todo, dejemos de cuestionar aquello en lo que tenemos una larga cola que nos pisen, dejemos de presumir que somos muy fregones en el ámbito laboral mientras que en casa no hemos sabido mantener una cohesión familiar adecuada.

Los seres humano no somos de cristal y debemos entender que hay límites; se tiene que apostar a la disciplina como herramienta para la construcción de mejores sociedades, debemos aceptar que no somos perfectos y que mejor debemos atender nuestras áreas de oportunidad.

La evidencia es más fuerte que cualquier discurso, lo vivido nos deja sin palabras; desafortunadamente las que escuchamos caen en sitios comunes: haremos una investigación, llegaremos a las últimas consecuencias. Palabrería barata, la verdadera solución se comienza a gestar desde casa, no hay otra manera.

horroreseducativos@hotmail.com