Sobreexposición

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En estos años de las redes sociales nos hemos enfrentado a diversas reacciones que se llevan a cabo en ellas. La polarización de los medios no sólo se ha realizado hacia aquellos de índole informativa, sino también a los que tienen como fin el entretenimiento y la divulgación científica.

En este sentido, las redes sociales tienen como característica, principalmente el cara de libro, una mezcla interesante de todo: por un lado informa –y desinforma al mismo tiempo–, entretiene, permea la cultura y divulga conocimientos tanto científicos como inútiles.

Sin embargo, y a pesar de lo que se podría tomar como beneficioso de estas redes, existe también un fenómeno que ha ido en crecimiento, principalmente desde que la normalidad desapareció de la faz de la tierra y en su lugar, aparece una nueva normalidad que nos ha encerrado, no como Mcluhan lo pronosticaba, sino como las más terribles pesadillas de los autores clásico de la ciencia ficción preveían.

Mcluhan interpretaba la tecnologización como el medio necesario para unir a la sociedad humana desde cualquier punto del planeta y así, difundir el conocimiento de una manera más global y permanente, logrando una sociedad más humana y tecnologizada.

Y sí, en cierto punto, el filósofo norteamericano tiene razón, la internet ha logrado la aldea global de Mcluhan, pero al mismo tiempo, nos ha enfrentado a una serie de inconvenientes que no eran previsibles ni mucho menos identificables en su momento.

La sobreexposición de los usuarios de las redes sociales se ha empezado a notar de manera constante a partir de la pandemia global, que ha afectado a la sociedad. Es obvio decir que el aislamiento tuvo una provocación en lo anterior, pero no es así. La sobreexposición de las redes sociales se notó de años atrás cuando las cuestiones más triviales iniciaron a posicionarse entre las publicaciones o post que se hacían de manera cotidiana.

Las publicaciones sin sentido: el voy caminando para ir al trabajo, estoy a punto de beberme un refresco refrescante –sic–, comeré saludable el día de hoy y todas esas  cosas que en realidad hacemos, fueron apareciendo de una manera constante.

Hasta cierto punto, esto vino a conformar el ritmo de las redes sociales, aunque después aparecerían las crucifixiones y los malestares virtuales, así como las rabietas y posiciones políticas. El camino se había abierto.

Lo peor vino en el instante en que a alguien se le ocurrió exponerse de manera directa con fotografías y textos que permeaban la forma en que se estaba tanto en lo emocional como en lo físico. Quizá la intención sólo era mostrar la realidad del instante, y la pandemia tuvo un resultado mucho más claro: las depresiones fueron más notorias, así como los conflictos internos y la violencia intrafamiliar.

Ante esta situación, hubo también aquellos que aprovecharon su dolencia para llamar la atención y provocar solamente una reacción de lástima. Así, al menos, parecen las publicaciones en donde se habla de un estado de salud alterado, psicopatías propias del encierro prolongado y provocaciones para lograr que los demás intercedan o al menos, le den like a sus publicaciones.

La sobreexposición ha llevado a extremos realmente fastidiosos y aunque hemos tratado de evitar este tipo de publicaciones, siempre aparecen, desconocidos o no, personas lejanas o no, o simplemente cierto tipo de celebridades que, ante la baja de sus bonos, crean una publicación con la simple idea de llamar la atención y sobreexponer su figura a los demás.

El problema son los simples mortales que pueden llegar a tener más que ansiedad por el hecho, de que nadie les hará caso a sus reclamos de atención y podrían tener insinuaciones más peligrosas ante tal falta de atención.