UN CAFÉ
La tristeza
Cuyo concepto no tiene saliva,
No soporta el oído
De un parroquiano que lee el periódico al revés
La pena no se puede contar sin un trago oscuro de por medio
–Lo digo, porque es aquel puente elegido para que te entiendan–
Y la alegría
Esa inusitada condición con cero poética en la piel
No tiene tímpano que interese
Y mientras tanto los sacos jalan pañuelos y camisas y bastones y cachuchas
Para salir a la calle
A sudar ese frío y caminar a contra corriente
Y al fin tomar ese café bendito
Para poder conversar con alguien
Pero no nos van a escuchar
No lo voy a escuchar
No nos vamos a escuchar
Acaso nos miraremos y sentiremos lo que toca
Y de ahí al cuarto nuevamente
Sin luna ni sol incorporados
Tratando de no recordar nada
Y no ver fotos ni cartas ni objetos
La experiencia manda a un minimalismo
Donde acaso la cama sin almohadas sea el único elemento
Para que sea la compañía, es decir,
Dormir con la cama, bien acompañado y sin quejas,
Y así, mañana nos despertará el reloj de arena,
Como único adorno útil
Y enseñarle, a que se voltee sólo cada hora,
Para que nos acompañe
Porque mañana saldremos a la calle
Improvisando
Sin saber adónde ir,
O adónde nos lleve el bastón,
Hasta la próxima salida.