–Un Círculo Rojo en el mero Corazón–

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A propósito de que el Club Deportivo Toluca está de nuevo en la cumbre y ganándole al Pachuca, puede ser de nuevo campeón.

Es fin de Noviembre del 2016. Fidel Castro acaba de morir y las redes se llenan con sentidas condolencias y de imbéciles alegrías como las de Donald Trump y Gloria Stefan. Se me ocurre buscar en mi celular, pa’variarle a la tristeza algo del Deportivo Toluca y nítida, claramente, aparecen los campeonatos. Perfectamente seleccionadas las escenas claves, se ven, –como si fuera hoy y con la narración original– por ejemplo el Toluca–Atlas en 1999, cuando Enrique Ojitos Meza dirigía a los rojos y La Volpe a los rojinegros.

Oh, maravilla tecnológica: los paradones de Cabuto y Cristante, los golazos de Cardozo, la celebración… ¿Qué más hacer y decir si aquí todo está? Podéis vender una memoria con la videograbación de los goles de las coronaciones rojas.

Y en contrapunto, en el otro extremo del bipolar espectro: ¿Cómo atrapar el momento de las firmas en aquel papel que crearon al CDT? ¿Y el intercambiable gusto de ver, oír y sentir un gol en la tribuna poniente de la Bombonera que era, según parados?, ¿O el salto de gusto con el gol de México salido de los botines de José Luis La Calaca González Vs Italia?,  ¿O paso a paso recorrer todo el terroso escenario del campito Tivoli para apoltronarte en su asiento de friísimo cemento?, ¿O con la duda –el incierto desenlace de un penalti– la nerviosa, la tensión de todo el estadio que se podía cortar en gajos y que disipó Juan Dosal al meterle el segundo gol al necaxista Toño Mota y por primera vez hacer campeón al Toluca? Por eso amos ay letra impresa e imaginación.

Y vienen los detallazos que no borraran los vientos del tiempo: las palomitas de Rodrigo Ruiz, los cañonazos del Tuca Ferretti, la entrega de Juan Carlos Paz… ¿Y hoy?

En el descanso del partido, nomás brillan los rectangulitos de los celulares.

–Chispas…– ¿Que fue fulano, que no, que el que metió un gol de…? – No, mira… y aparece el cabezazo de Canelo y el tiro de González. Ahora lo repito, 2022 se zanja todo con el celular.

Reviso el presente trabajo y uff, por fin quedó. Me da un chingo de gusto, dejo en la memoria mi memoria y salgo a que me dé el aire… voy al portal y en mi novísima ciudad no encuentro con quién comentar. – ¿Qué crees? Creo que por fin atrapé el espíritu del fut toluco. Y no hay nadie, nada que indique que por ahí anda un setentón que pregunte: – Oye ¿Y hablaste de los viejos que nos llevaron al juego y…? nadie vive ya. Le contestaría nada, nadie. Caminando, entré una de las últimas tabernas vendedoras de elixires etílicos. Nuevos parroquianos, y en lugar de trovadores solitarios una minisinfonola exhala rolas en inglés. Dos jóvenes parroquianos más Pedros que Armendáriz alburean. Me zampé 5 brandis.

Mareadón salí y parando un taxi procedí a resguardarme en mi lar. Ahí vamos por Morelos, cuando se me ocurrió – 12 de la noche e insegura ciudad – jugarme la vida y acercarme a la puerta del estadio que colinda con Felipe Villanueva.

Me bajé y vi la verde cartulina mojada por tres aguaceros que invitaba acompañar a los rojos a Torreon. Viendo hacia arriba, los luceros parpadeaban y me imagine    –oh, brandis bebidos– que no se vería mal que un globo de cantoya los acompañara, oh, creo que ahí va: – ¡ARRIBA EL TOLUCA! diría el cubo de lumbrita y papel. Y de pronto se me vino la tristeza; ¿Dónde estará el abrazo que me di con mi hijo por el golazo de Sinha? Donde andarán, los fans como aquel valiente gritón solitario que en el estadio de CU hacia brotar mil mentadas de madre cuando arremetía con: ¡arriba el Toluca cabrones! y mi tío y mi padre y Chucho, ¿Y el Caballo, Carús y Mateo? ¡Ah, Toluquita y su chingón fut!… y sin querer; una pinche lagrimita osó acompañar mis recuerdos… y luego, otra y otra más.

SALUD