Urbes que hablan…
Toluca en este contexto plantea decenas de preguntas a su desarrollo urbano, que bien haremos en buscar contestar en el siglo que vivimos, cuando planteamos la cuestión: ¿Cuándo nació la ciudad de Toluca?… Saber sobre la toluqueña ciudad, es entrar al tema de Ciudades Precolombinas. El sólo plantear esto, significa que a las culturas más avanzadas de Mesoamérica se les reconoce por su alto desarrollo demográfico y urbanístico. ¿Cómo podemos llamar el desarrollo citadino que tuvieron Pompeya y Herculano, cuando explosiones y lava del Vesubio les sepultó con todo y sus pobladores en la era romana a principios de nuestra Era?… Los vestigios hablan con la mayor objetividad cuando se descubren capas del tiempo y se reconoce la gran conflagración que les cayó encima. Cito a Luis E. Arochi el cual escribe al respecto de Ciudades del México Prehispánico: En este texto se adoptó el concepto del término ciudad, definido por Hardoy, en Ciudades Precolombinas, quien considera que es un vocablo complejo, esencialmente dinámico, que evoluciona con el tiempo y el lugar, condicionado por el medio ambiente, la estructura socioeconómica y el nivel tecnológico.
Importante es fijar la postura, ¿Podemos citar a las urbes de aquellos tiempos de la era indígena, cuando no aparecían los españoles con su ambición de poseer todo lo que su vista alcanzaba a mirar y aún más?… Arochi, al llevar a cabo este estudio, sabe que tiene razón: porque nuestro juicio en el siglo XXI es occidental, no puede oponerse a lo que Bernal Díaz del Castillo miró, como fulgor ante la imponente Ciudad de Tenochtitlan: hormiguero de gente, que lo misma iba en medios de transporte entre pasajes del agua cuya riqueza era indiscutible; que por el camino, donde se oye el fuerte rumor y entusiasmo de la gente al comprar el recaudo de la semana: economía de trueque es el medio más socorrido en aquel tiempo.
Luis E., escribe: Menciona (Hardoy) como componentes físicos de la ciudad: tamaño, densidad, trazado y permanencia, los cuales deben de ser analizados con el probable clima, topografía, disponibilidad del agua y otras formas de verificación de las condiciones ambientales que prevalecieron durante la época de ocupación. Como componentes culturales señala instituciones de índole administrativa, comercial, religiosa y educativa. Pensar de nuevo en Tenochtitlan a vista de vuelo de pájaro sabemos que cumplía con todo ello. Lo que los españoles destruyeron por aquí y por allá desde Honduras y hasta el norte del Río Bravo si pensamos los alcances del territorio de la Nueva España que tenían hasta el año de 1821. Cita el autor, refirmando lo que sabemos: Tales características reunieron Monte Albán, Tajín, Teotihuacan, Tula, Chichen Itzá, con estilos particulares en la arquitectura y la religión, de acuerdo al clima y a la posición geográfica de cada zona. Visitar tales lugares causa asombro y se respira grandeza por doquier. Los últimos siglos han venido a descubrir tales zonas arqueológicas que ubican a México entre los más grandes centros urbanos y de belleza milenaria, provenientes de los restos arqueológico, códices indígenas, gastronomía precolombina, vestuario de mil colores, danzas de rara belleza y armonía musical.
El mandato de Samuel Ramos de estudiarnos a nosotros mismos viene acompañado de antropólogos, filósofos, arqueólogos que fundan el descubrimiento de lo que es México: de lo que es hoy, gracias a esa visión global que extendiéndose por todo el territorio pone, ante extranjeros y el propio mexicano, riquezas que los españoles durante 300 años quisieron por todos los medios esconder y sobre todo destruir. Dice Arochi: Estas ciudades, abandonadas y cubiertas de vegetación en el siglo XVI, fueron parcialmente desenterradas y consolidadas en los últimos tiempos. Esto evitó, en gran medida, el saqueo y el vandalismo a que estuvieron expuestos. Bien se dice a finales del siglo XX en el centro del país y, en el sureste: es preferible que ruinas arqueológicas estén sepultadas, de otra manera el saqueo sería irrefrenable. El robo hormiga y el saqueo de joyas arqueológicas, de esas culturas vituperadas por el imperio español y el racismo, que no ha cesado a lo largo de los siglos en el país. Es el peor mal en un país que tiene por fama de vida el recibir al extranjero hasta regalándole la camisa, tal y como lo contara el poeta chileno Pablo Neruda, ante el cariño que le despertaban a mitad del siglo XX nuestros connacionales que le trataban con gran afecto y cariño fraternal.
Los toluqueños debemos de estudiar lo que sucede en otras entidades. Sí, y claro que Sí. Para nada somos una isla dentro de este gran país. Y si deseamos defender nuestro pasado precolombino, debemos de saber aquello que sucedió antes de la llegada de los españoles; yendo por puntos cardinales de la República que se fundó en el siglo XIX, ajenos ya a los españoles —que dejaron el oro de las palabras y se llevaron el oro de las minas—, con la Constitución de 1857, que se confirma con la de Querétaro en 1917. El orgullo de ser mexicanos debe partir de los años de estudio del 900 d.C. al 1200 d.C. donde se encuentran vestigios de la presencia de los matlatzincas y mazahuas, y otomíes en su reciedumbre, para seguir vigentes al estudiar Toluca y su largo camino para consolidarse como lo que es ahora: sede de los tres poderes políticos en la entidad mexiquense, Estudiar a los otomíes, considerados una de las familias culturas más antiguas de la nación. Poner atención al leer a Luis E. Arochi, quien relata: Oaxaca está ubicado al sur de la República Mexicana y fue constituido en Estado el 3 de febrero de 1824. Pensemos en el destino paralelo del Estado de Oaxaca y Estado de México: el espíritu liberal de las dos entidades es reconocido en años inmediatos a la Independencia, al crear su respectivo Instituto educativo laico: nacen hermanados en sus fines liberales, al pensar en el Instituto Literario de Toluca, vanguardia educativa en naciente país. Dice don Benito Juárez, en Apuntes para mis hijos: La medida más importante por sus trascendencias saludables y que hará siempre honor a los miembros del Congreso fue el establecimiento de un Colegio Civil, que se denominó Instituto de Ciencias y Artes, independiente de la tutela del clero y destinado para la enseñanza de la juventud. En el caso toluqueño la creación tiene fecha del 3 de marzo de 1828.
El estudio del pasado no puede ir ajeno a siglos que le siguen. Al retornar lectura de ciudades importantes de nuestra cultura indígena, dice Arochi: En zona montañosa, cerca de esta sierra se edificó Monte Albán, que fue asiento de las dos grandes culturas de Oaxaca: los grupos étnicos zapoteco y mixteco. Como en la mayoría de los casos se desconoce el nombre original de esta zona arqueológica, se cree que fue Cerro del Tigre. Monte Albán está a una altura de 1540 metros sobre el nivel del mar y a 400 metros de alto en relación al valle donde está edificada su capital, Oaxaca. Cada ciudad es un descubrimiento que ha puesto a México en el panorama mundial de aquellos que han recuperado su pasado de una manera exitosa y digna. Esta tarea es obligación no sólo cultural y de carácter antropológico, sino en particular de carácter ético y moral: no hay religión o ideología que pueda sostener que el estudio de la cultura precolombina es una pérdida de tiempo, y algo que no tiene importancia para saber nuestra identidad ante los demás pueblos del mundo. El ejemplo de Ángel María Garibay en Toluca y la entidad, con su presencia que le hace el Cronista de México por excelencia, y la simpatía y admiración por las investigaciones y libros de Miguel León-Portilla, son prueba que estudios sobre nuestras culturas pretéritas tienen resultados admirables y, por lo mismo, son motivo que debemos de insistir en perseguir en sus descubrimientos y difusión. Esta tarea en Toluca es urgente y necesaria, sin cerrar fechas por decretos políticos.