Valorar obra de Ramón Rodríguez Arangoiti

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Nada de lo humano le es ajeno. Por eso viaja a Pompeya con espíritu terco que debe conocer todo aquello que siente le ha de dar una cultura arquitectónica superior en todos sentidos. Lo mismo Italia o España, por igual Egipto y sus viajes al interior de Europa. ¿Hemos sabido valorar la grandeza y talento de Ramón Rodríguez Arangoiti los toluqueños de este siglo XXI? Es claro que no ha sido así. Que no fue así, al derrumbar sus proyectos que daban a la ciudad de Toluca una belleza arquitectónica que le llegó a denominar Toluca la Bella a finales del siglo XIX. Porque su vida nos dice que la ciudad tuvo la fortuna de ser uno de los territorios que más recibió de su genialidad y sabiduría. Lista de sus creaciones están ahí al regresar de Europa. Aún no regresa del viejo continente y ya causaba polémica su trayectoria, cito a Juan Guillermo:

Prueba de la polémica que había ocasionado la trayectoria y la calidad del trabajo de Rodríguez Arangoiti, es el artículo publicado por el periódico El Siglo XIX, el jueves 18 de febrero de 1858, sobre la Décima Exposición anual de la Academia, específicamente los dibujos enviados desde Roma por Ramón: …para tener más tiempo de observar los ricos y hermosos y complicados proyectos con que obsequia desde Roma a sus compatriotas, el ilustre pensionado don Ramón Rodríguez. Cada uno de ellos es una obra maestra por mil títulos y un solemne mentis que arroja a la cara de sus ruines y necios detractores. Están tan bien ejecutados que para calificarlos no requieren grandes conocimientos de arte; basta sólo un examen atento para exclamar como un mexicano distinguido que los admire: ¡Bien! ¡Muy bien! ¡Mil veces bien! / la composición en cualquiera de estos trabajos, y lo hermoso, difícil y adecuado, reúne la ventaja de salir de la rutina detestable que estamos acostumbrados a mirar en la Academia, desde muchos años atrás, la delineación es inimitable y perfecta, pues creemos que ni aún grabado cada uno de estos dibujos podría darse cosa mejor. Qué difíciles años para el genio artista dedicado a la arquitectura ante la envidia de sus contemporáneos, en México veían sus éxitos y los negaban.

La nota es clara y expresa la triste realidad de aquellos que no soportan el talento del otro, aunque sea un connacional que triunfa tanto en Roma como en París en ese lapso de 6 años que estuvo pensionado por el gobierno de México. Sí, es raro que el país debatiéndose en la guerra, en conflictos con países extranjeros y artistas becados por los gobiernos de aquí, tuvieran con todas sus penurias, la prueba de que en cultura México está por encima de sus graves conflictos. Así como le ponemos atención a los movimientos emblemáticos de la Independencia (1810-1821), de la Reforma (1854-1857), de la Revolución en 1910, estudiando movimientos del pueblo en crisis de sufrimientos y el correr de la sangre, con el estudio de sus grandes personajes. Así como la Generación de la Reforma dio tales genios que casi fuera imposible dar tantos nombres en la política de ese siglo sagrado que es el XIX porque en él se fundó para el mundo un país cuya dignidad fue sometida a prueba: México es un país de genios en la política, en la literatura, en la educación, en la cultura, pero también, en las artes y particularmente en la arquitectura. Ramón Rodríguez Arangoiti es un genio del tamaño de los grandes reformistas.

Lo confirma el artículo citado por Juan Guillermo: Jamás se había visto en arquitectura dibujos de esta clase, porque si algunos tenían el necio candor de quererlo comparar con los presentados anteriormente, obtendrían una desfavorable y horrible calificación. El señor Rodríguez cuyo talento se admira y se respeta ya por varias personas de la misma Italia, debe recibírsele en triunfo cuando regrese a la capital y colocarlo en la dirección de arquitectura, donde creemos que tendrían que salir varias personas que son enteramente inútiles. Mas si se sigue con este joven la conducta que con el afamado maestro Juan Cordero, a quien se tuvo empeño en eclipsar porque así convenía, desesperemos entonces de todo estímulo y adelanto en la República y esperemos con resignación mejores tiempos que los presentes para las artes…

En ese año de 1858 se le proporcionaron a Ramón Rodríguez Arangoiti los fondos necesarios para llevar a cabo su viaje por España. No estamos ante un caso común. Es una enseñanza que por encima de la tragedia que es México en esos años de violencia y guerra ideológica contra el alto clero, el gobierno conservador en el cual Antonio López de Santa Anna es primera y triste figura del cacique y desleal político mexicano que siempre está acomodado con el que tiene el poder: para ser el mismo el poder en persona.

El caso de Ramón Rodríguez Arangoiti en esos años de Europa, casi once, hay que recalcarlo, nos hablan de un genio vagando por el mundo en el estudio de las mejores academias y universidades. De los mejores paisajes que en vivo, fueran de patrimonio natural o hechos por el hombre le expresan al artista que es el mexicano una profunda educación que le hará uno de los mejores arquitectos del siglo XIX en el país. No sería raro señalar que quizá es el mejor en esa patria sufrida. Va de logro en logro, la biografía excelente de Juan Guillermo Romero Álvarez cita: En noviembre de 1858, obtuvo la aprobación de los exámenes que presentó el año anterior en la Academia Imperial de Bellas Artes de París, situación que le abrió las puertas para ser miembro de la misma.