VOCES DE OTRAS LATITUDES

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María Zambrano, nombre mágico en el mundo de la filosofía. Nombre que en el siglo XX viene a ocupar su espacio con la dignidad de los grandes pensadores de la historia humana. Escribo del Breviarios del Fondo de Cultura Económica, segunda edición aumentada publicada en el año de 1973 —la primera edición se publicó en 1955— cuyo título es El hombre y lo divino, un texto admirable por las reflexiones que la filósofa hace para profundizar el tema que corresponde a grandes preguntas que el ser humano se hace: corresponde a los filósofos de todas las épocas el plantearse temas que en la vida cotidiana pueden no ser motivo de reflexión. María Zambrano en este texto va caminando a través de lo que escribe y pone una y otra vez serias cuestiones para sus lectores, cito sus palabras: El tiempo es el horizonte que presenta la muerte perdiéndose en ella. Con lo que se dice que así la muerte deja de estar yacente en el fondo para los conscientes mortales y se va más allá, más allá del océano del tiempo, tal como una flor inimaginable que se abriera desde el cáliz del tiempo.

María Zambrano es además de filósofa una excelente literata, sus párrafos y reflexiones tienen que ver con la palabra y su belleza. Al revisar lo escrito sabemos que quien escribe es una mujer que no sólo piensa en las cosas o hechos domésticos del día a día. Sin que ello quiera decir que no pensaba y actuaba en consonancia con las obligaciones de una ama de casa que, además, es académica y filósofa. Y es en la palabra filósofa que debemos de tener en cuenta lo que la mujer del siglo XX y en actual ha venido a abonar al pensamiento humano. Su texto de referencia es una serie de reflexiones que paso a paso van dando motivos de meditación que no son vanas, ella dice: Y el individuo se libera al dar a ver lo que él ve, dando lo que se le da. Lo humano destaca por esa manera de ser, es un hombre o mujer que para Ser tienen la obligación, meditada, de darse al Otro.

El hombre sólo es libre en la medida que expresa lo que dentro de él se ha convertido en pedagogía, que se transparenta en sus acciones y sus decires. En capacidad que tiene para no quedarse —como ermitaño— con lo que recibe a diario, por lo que dar es el motivo de su presencia al estar en su mundo. Quien todo lo atesora sólo para él, para su clan o su tribu, es aquél que no tiene concepción de lo humano, de pertenecer dentro del mundo a toda una presencia que lo hace universal en la medida que se expande en el dar y no solo recibir. Por eso dice claramente: …dando lo que se le da. De las ideologías religiosas, lo que les salva en su parte noble hablan de ese dar, antes que ser el egoísta que todo lo quiere para él. Su visión de filósofa destaca por lo que dice al respecto de su texto, escrito en el que sólo busca darse, sin esperar nada a cambio: Muchas de las páginas de este libro, en verdad fueron escritas sin pensamiento alguno acerca de su publicación; casi todas las que ahora doy, más que darlas yo, parece que sean ellas mismas las que se vayan como huyendo de la quema. Dar es lo que el escritor hace sin esperar que halla el lector. Dar sin esperar un juicio o un premio. Hacerlo como exteriorización de lo que se es por dentro. Al pensar en ello se comprende la expresión de la Madre Teresa de Calcuta que dijo: Quien no vive para servir, no sirve para vivir, El símbolo de la filosofía que se transforma en pedagogía es la figura del maestro Sócrates en la cultura occidental por sus decires y hechos. Es el humanista que da sin medida y sin esperar como los sofistas, el recibir recursos monetarios o materiales.

Es el pedagogo que da siguiendo las palabras de María Zambrano: Y el individuo se libera al dar a ver lo que él ve, dando lo que se le da. Reflexión filosófica que se convierte en expresión pura de lo que es la pedagogía y su didáctica. Por eso las reflexiones de la pensadora española son tan vigentes en este siglo que vivimos. Sobre el tema de escribir, ella dice: El verdadero suceso ha de buscarse en el escribir sin sombra de temor —ni de esperanza— de que vaya a ser publicado. Y creo que se da en…, iba a decir —¿mas por qué no?— los abismos del tiempo. Del tiempo, que habría que escribir con mayúscula, total; de la inmensidad del tiempo que paradójicamente nos apresa y nos limita, del tiempo que no nos deja.

Leer a Jorge Luis Borges desde el área de la literatura es entrar a la inquietud del tiempo, que hace reflexionar a María Zambrano sobre el mismo tema, y sacar conclusiones que son tan parecidas al escritor argentino. María Zambrano viene a ser excelente alumna del filósofo español Ortega y Gasset: expresión de que en lengua española también se puede hacer y pensar en filosofía, negando con ello a Martín Heidegger que decía que sólo en alemán o francés se puede hacer filosofía. Ella dice con respecto al tema del Tiempo: Pues que el tiempo es, tan diversamente de lo que con tanta insistencia se ha dicho, lo que no nos abandona. Nos sostiene, nos envuelve. Sí, el tiempo, la mayor riqueza que se puede tener en vida, pues la vida es tiempo y no más. Cuando el tiempo nos abandona, gota a gota, instante a instante en quien agoniza se convierte en muestra de que la riqueza no está en los bienes materiales o monetarios, sino en ese tiempo que ha permitido al ser humano hacer de todo: lo malo hasta la monstruosidad en Adolf Hitler y los nazis. El bien hasta el cansancio en Teresa de Calcuta.

Dice María Zambrano: Y en tanto que sostiene, el tiempo alza y eleva al ser humano sobre la muerte que siempre está, ella, antes que nada, ella y no la nada, ahí. Viene de preguntar: ¿Cuándo la mujer dejó de pensar sólo en la familia, en sus padres, en la religión y en el tejer y más tejer, en el cocinar y más cocinar? Porque su entrada —desde aquellas épocas legendarias en que la mujer se ve como el más bello adorno dentro de la cultura egipcia, griega o latina— pero ajena a las cosas del pensamiento. Porque uno es el filósofo Sócrates y otra es la esposa que tanto le atosiga con sus cosas que hablan de la cotidianidad, como algo que existe y lleva a no contar con el qué comer, el que vestir o saber si se tiene techo donde dormir. Regreso a María Zambrano sobre el tema del tiempo, dice: Y el tiempo, media entre la muerte y el ser que todavía tiene que vivir y ver, que recibir y que ofrecer, que consumir y consumirse. De la muerte el tiempo algo tiene y algo trae. ¿Cómo es que una mujer así reflexiona sobre el infinito y la finitud, sobre la muerte y el tiempo? ¿por qué no sólo se dedica a preguntarse qué cosa se ha de comer al medio día en el hogar? ¿por qué le ha dado por preguntar a estas mujeres que en el siglo XX llenan el panorama de la filosofía en pensadoras como Hannah Arendt.

Dice la pensadora: El aviso de la finitud, se diría, mas ello se sabe por reflexión. Y el tiempo, aun antes de que permita reflexionar, reflexionarse diríamos, sobre el sujeto humano, muestra ya su parentesco con la muerte. No de sustancia, ciertamente. Estamos en la pura filosofía, la de las grandes preguntas, la de los grandes temas, que no es que hacen menos el cotidiano vivir en los temas del mundo moderno: Comida, vivienda y vestido, preocupaciones de las sociedades, de gobiernos y gobernados en el campo de las democracias y las libertades. Si existe el recuerdo y admiración por María Zambrano todo tiene que ver con sus fortalezas, que viene de la percepción de un espíritu profundo, pero también por un amor a lo   humano que está más allá de las condiciones de ideologías de tribu, raza, clase social, y se extiende al bello espíritu de que se cubre la filosofía para pensar en lo humano como un todo. De lo humano al que nada de lo suyo le es ajeno. No nos resulta extraño entonces que sus preocupaciones sobre el tiempo y la muerte se conviertan en asunto de su vida: su objetivo está puesto en lo que le es propio al hombre y la mujer, temas que no puede soslayar, pues tarde o temprano ha de ser tema de todos los que tenemos la satisfacción de haber vivido.

Dice Zambrano: El tiempo es el horizonte que presenta la muerte perdiéndose en ella. Con lo que se dice así la muerte deja de estar yacente en el fondo para los conscientes mortales, y se va más allá, más allá del océano del tiempo, tal como una flor imaginable que se abriera desde el cáliz del tiempo. Poesía en el decir.