Yo soy el peor enemigo…
Continuación
Ya la vez anterior comentamos sobre que el peor enemigo de su Ahorro es Usted.
Quizá le haya asombrado, quizá no, quizá ya lo sabía, o igual, quizá hasta se cayó de la silla al leer semejante afirmación.
Y sí, tal como lo leyó la semana pasada y tal cual lo está leyendo ahora, el peor enemigo que tenemos, somos nosotros mismos. Por eso, la Filosofía clásica hace hincapié en conocernos internamente; prácticamente todas las religiones del mundo hablan sobre el autoconocimiento y en algunas, sobre el control que debemos tener sobre nuestros impulsos.
Se lo dije desde las primeras semanas de esta columna: El hombre no sabe ser libre. Estamos demasiado acostumbrados a la esclavitud, que no sabemos cómo manejar nuestra libertad. Es por ello que la gran mayoría de las personas necesita de un jefe que con un látigo le indique las labores a realizar; es por ello que necesitamos tener una hora de entrada para llegar al trabajo y cumplir con nuestras obligaciones. Claro, no estoy diciendo con esto que todos, todos, sin excepción necesiten de un látigo.
Pero, en mi experiencia, cuando una persona que fue empleada durante algunos años decide separarse de la empresa para emprender su propio negocio, le cuesta mucho acostumbrarse a que ya no tiene hora de entrada. Regularmente al verse libres del reloj checador, caen en el error de no seguir una rutina, de no seguir un plan, y ya vimos, hasta el cansancio de la importancia de tener uno.
Entonces, al ya no tener al látigo como verdugo, piensan que se pueden levantar de la cama a la hora que quieran, y al paso de los días o meses, se dan cuenta de que no han avanzado en sus planes, ¿Por qué? Porque no han sido constantes.
Lo mismo pasa con el sueldo. Si como emprendedor, no se establece un monto definido cada semana o quincena que corresponda a la paga; a la persona en cuestión se le hará fácil, al ver dinero en la caja, tomarlo sin más, o tomar de más, o estar tomando a cada rato, de tal modo que, al no llevar un registro, se perderá en su propia memoria y se verá reflejado en que no hay dinero para invertir en el desarrollo de la empresa o en afrontar nuevos proyectos o desafíos.
Así, entonces, si yo no blindo el Ahorro de los impulsos, deseos y caprichos, y se tiene prácticamente a la mano, difícilmente se podrá llegar a la meta acordada. Ya que el Ahorro nunca crecerá, pues a cada rato estará menguando por causas triviales como Ventas Nocturnas, promociones de 2X1, antojitos o caprichos.
Es por ello que el Ahorro debe ser sistemático, establecido y mantenerse alejado de nosotros mismos; de esa manera, al no estar a nuestra merced, crecerá sano y fuerte, alejado de… ¡nosotros mismos!
Y ¿en dónde se mantiene alejado y a salvo el Ahorro?
Ah, espere la próxima semana.
Pero antes, le aviso:
Todavía nos falta conocer al Segundo Peor Enemigo del Ahorro.
¡Agárrese!