yo soy un hombre … yo soy una mujer … (Segunda Parte)
Desde la antigüedad con Parménides y Aristóteles la pregunta por el ser ha constituido, la cuestión fundamental sobre la cual se ha construido la filosofía, al menos, uno de los cuestionamientos fundacionales de la razón y la existencia. Si bien es cierto que la pregunta por el ser ha existido desde antaño, también es verdad que ha sido relegada al olvido, desde los mismos griegos y hasta nuestros días; fue hasta el siglo XX cuando el filósofo alemán Martín Heidegger, volvió a poner sobre la mesa, un replanteamiento, un reaprendizaje que renueva la manera de abordar la pregunta sobre el ser.
De manera espectacular se comprende esta cuestión incluyendo el vector temporal, así es que de acuerdo a esta perspectiva, sólo se puede comprender cada uno de estos conceptos en relación con el otro. El ser se devela en los entes que se abren históricamente dentro del tiempo y éste, el tiempo, empaña existencialmente el sentido del ser. Ya con esta idea hay que aprehender que el ser se mantiene presente en el vector tiempo, desafiando la metafísica, ya que ella se seguirá manteniendo en torno al ente, se quedará finalmente buscando comprender los entes en cuanto a tales, sin mirar al ser que es el fundamento de aquellos. Desde esta perspectiva revolucionaria la metafísica es fatalidad en el sentido estricto de esta palabra, en el único sentido en el que aquí nos referimos a ella: como rasgo fundamental de la historia acontecida, deja las cosas del hombre suspendidas en medio del ente, sin que el ser del ente pueda jamás ser vivenciado, interrogado y construido en su verdad, como el pliegue de ambos, dando paso a nuevos caminos en la interpretación ontológica.
Ahora bien, hay que situarnos en el contexto o más bien en la generación del contexto que tiene todo que ver con la pregunta que gira alrededor del sentido del ser y poder completar la frase motor de la acción de la persona: yo soy un hombre … yo soy una mujer …
Esto tiene que ver, como decía Heidegger, con el hecho de que el ente es sinónimo de técnica, es decir, un trabajo consumado que no trasciende hacia la ontología, y de ahí podemos hablar entonces de una metafísica consumada, inclusive esto tendrá que implicar que no es responsabilidad de la metafísica pensar el ser ya que desde esta óptica, que comparto, la metafísica representa al ente en su ser y, por ende, también piensa al ser del ente.
Complicado, aunque en territorios del pensamiento crítico, la cuestión del ser implica, sin duda alguna, un proceso formativo en donde hay que considerar una crítica de «yo» consigo mismo. Entonces será un requerimiento fundamental crear métodos que favorezcan, además de la autorregulación; la discusión y la reflexión. No se puede aspirar a un pensamiento crítico enmarcado en un sujeto desde una concepción solipsista.
Si el pensamiento crítico sólo se realizase con el ejercicio de la razón individual, entonces no basta con realizar una serie de ejercicios de entrenamiento lógico y aprender a argumentar por escrito siguiendo planteamientos lógicos y un amplio conocimiento sobre un tema ya que el desarrollo de habilidades de nivel superior para pensar críticamente se genera en medio de la reflexión, del diálogo, de la discusión con el otro, con los textos y contextos, con las ideas contrarias que permitan iniciar contraargumentos y nuevos planteamientos. Se trata de formar un criterio propio y alcanzar la madurez y la autonomía intelectual para pensar críticamente a través de un uso correcto del lenguaje, se trata entonces de una construcción de una creación colectiva.
Este es pues, el camino de la ontología más no de la metafísica que no pregunta por la verdad del ser mismo. En nuestro camino ontológico se trata de develar el sentido del ser; en este camino se debe auscultar el ser de tal suerte que el pensar está vinculado al advenimiento del ser, y en cuanto advenimiento está vinculado al ser.