+ Ante la escasez de agua, rehabilitan pozos en Toluca, buscan recuperar humedales y la UAEMéx con captación de lluvia: la premonición de Vicente Leñero en su libro La gota de agua; los activistas de Valle de Bravo

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La frase:

Si las guerras del siglo XX se lucharon por el petróleo, las guerras del próximo siglo serán por el agua.

ISMAIL SERAGELDIN

LO QUE PASA EN EL SISTEMA CUTZAMALA

Por llevar agua a la ciudad de México hace algunos años, se secaron y resecaron las fuentes freáticas en las riberas del Río Lerma por el lado del camino a Ixtlahuaca, más recientemente, se instrumentó el sistema Cutzamala del que en su tiempo y en su momento, el gobernador Arturo Montiel quiso cobrar la extradición de agua para la ciudad de México, pero no le hicieron caso.

Hoy que la crisis de agua es una patética realidad, han surgido en Valle de Bravo y en los abrevaderos del sistema Cutzamala activistas en defensa del agua, quienes este martes tendrán una reunión con directivos de Conagua para ver de qué forma se evita que 275 lagos privados que se han detectado en ranchos y mansiones de Valle de Bravo y Avándaro –dos de ellos de gran capacidad– y que casi llegan a un extensión de 600 ha, se siguen robando el vital líquido para sus lagunas que alcanzan casi los 6.5 millones de metros cúbicos, robo que alguien permitió y que no está evitando Conagua en beneficio de los consumidores el Estado de México y de la ciudad capital del país.

ENTRE LOS HUMEDALES Y LA REHABILITACIÓN DE POZOS

Casi cinco meses después de haber tomado posesión de la Secretaría del Agua, su titular Pedro Moctezuma Barragán presentó el Plan de Recuperación de Humedales que busca plantear un nuevo paradigma de aprovechamiento de agua, donde la reutilización y la regeneración del vital líquido tenga un costo inferior a los de tratamiento actuales, para disminuir la dependencia de agua obtenida por lluvias, extracción de ríos y mantos acuíferos subterráneos.

Dicho plan tiene como objetivo la restauración, regeneración y renaturalización de los humedales en el Parque Sierra Morelos y Alameda 2000 en Toluca, así como en el Parque Ambiental Bicentenario, en Metepec, y Lago Zamarrero, en Zinacantepec.

 

En tanto, el Ayuntamiento de Toluca que encabeza el doctor Juan Maccise Naime entregó la renovación del pozo Albert Einstein en la delegación San Mateo Oxtotitlán que representa un alivio inmediato para las delegaciones del centro y norte, pues es parte de la estrategia hídrica que impulsa el Ayuntamiento de Toluca, a través del organismo de Agua y Saneamiento, la cual sienta las bases de un compromiso continuo por el cuidado del medio ambiente y la participación de la ciudadanía.

Y junto con ello, para apoyar a las familias que solicitan el abasto agua mediante pipas hasta sus domicilios, el Alcalde otorgó vales para 120 tinacos que servirán como recolectores y serán entregados a comunidades como la Teresona, Universidad, Barrios Tradicionales, Árbol de las Manitas, Sánchez y Morelos.

CON EL TEMA DEL AGUA

Esto fue lo que redactó el escritor, periodista e ingeniero Vicente Leñero Otero en 1983 en el libro de 207 páginas La gota de agua, editado por Plaza&Janés antes de la publicación y edición de su libro.

–No hay agua.

 

Con la mala noticia el domingo 31 de enero de 1982 amaneció definitivamente sucio. Pensé que me sería imposible abrir los ojos porque tendría los párpados pegados por legañas, duras como resistol. Me sentí anticipadamente mugriento, sudoroso,  oliendo a chivo, barbón. El cabello tieso, la cara escurrida, las uñas negras, el alma toda convertida en un costal de inmundicias que debería cargar durante la mañana entera, la tarde y la noche de ese domingo infeliz.

 

Vicente Leñero.

–No exageres dijo Estela–  cuando me oyó repelar.

En calzoncillos hice girar las llaves del lavabo y de la regadera. Ni una gota cayó de la nariz del lavabo: gorgoriteó apenas la manzana de la regadera y dos o tres lagrimones gravitaron hasta el piso de azulejo gimiendo plop, plop.

–Ni una maldita gota en toda la casa.

Subí a la azotea y trepé por la escalera marina, aunque sabía muy bien, gracias a la ley de los vasos comunicantes, que bastaba con asomarse a un tinaco para saber el nivel de agua absoluto, destapé los dos: primero el tinaco derecho y luego el tinaco izquierdo. Vacíos, dos tinacotes horizontales con capacidad de 1100 litros cada uno, sobrados recipientes para el consumo diario de una familia de seis miembros y dos sirvientas…

Recuerdo que estábamos en plena construcción cuando el arquitecto Juárez me dijo:

–Sería bueno hacer una cisterna, ¿No le parece? El joven Juárez, como lo apodaban mis hijas, era un muchacho moreno y barbón recién recibido en el poli y recién casado con una chica brasileña. Trabajaba con ahínco en nuestra obra.

–¿Para que una cisterna?– Pregunté al joven Juárez.

–Para prevenir la escasez de agua–, respondió.

Sonreí discretamente por la nariz, pero lo dejé explayarse en sus teorías sobre el desorbitado crecimiento de una ciudad que en ese año 1975 empezaba a preocupar, según él  a los urbanistas. Aún las clases medias disfrutábamos mal que bien de los servicios fundamentales, pero en diez años –decía el joven Juárez– el  tránsito se volverá imposible, la polución atmosférica espantosa, fallará el suministro de electricidad y no habrá agua potable suficiente para satisfacer la demanda de una metrópoli en franco proceso de descomposición. ¿De dónde y cómo traer agua hasta  una ciudad trepada sobre el altiplano, sin ríos caudalosos que la alimenten? Agotados los mantos acuíferos y exprimidos los manantiales más próximos se hará indispensable ir cada vez más lejos por el agua; entubarla a lo largo de kilómetros y kilómetros, almacenarla y bombearla luego con mayúsculos esfuerzos y gastos de energía a un costo estratosférico. En diez o veinte años antes que termine el siglo –Decía el joven Juárez– un vaso de agua será tan preciado y tan costoso como un vaso de leche.

 

Pobre juventud, pensé. Su pesimismo no es a fin de cuentas el resultado de una crisis religiosa: han perdido la fe, como ya no se cree en la providencia divina, ya no se cree tampoco en el progreso.

–Trece punto cinco metros cúbicos de capacidad– multiplicó  el joven Juárez en su calculadora de bolsillo. –La cisterna puede almacenar trece mil quinientos litros.

Me fui de espaldas.

–¿Trece  mil quinientos litros?

–Será como tener bajo tierra doce tinacos de 1100 litros. Una buena reserva para las épocas de escasez

Sacudí el hombro de Juárez con un par de palmadas.

–Es una exageración arquitecto.

 

–Hay que prevenir el futuro.

 

–Qué futuro ni que ojo de hacha. En San Pedro de los Pinos no ha faltado el agua jamás.  

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AL RESPECTO, LA UAEMéx ES LA MÁS AVANZADA

La UAEMéx ha diseñado un Sistema de Captación de Agua Pluvial compuesto de ocho módulos, los cuales se encuentran en las Facultades de Arquitectura y Diseño (1), Humanidades (1), Derecho (2) y Contaduría y Administración (4). A través de este esquema se cuenta con la posibilidad de recolectar aproximadamente 90 mil litros de agua en un periodo de dos a tres días.

La infraestructura colocada en diversos espacios consiste en la implementación de canaletas con rejillas para evitar que se cuelen ramas o basura y un sedimentador para quitar arenas y gravillas, que permite conducir el vital líquido a un depósito de almacenamiento. Una vez almacenada, el agua pasa por un tratamiento de limpieza con el uso de filtros de partículas finas y de carbón activado para que el líquido captado no tenga olores ni sabores; finalmente, tiene un proceso de eliminación de patógenos, a través de una lámpara de luz ultravioleta.