Bailemos un blues

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Me miro contigo en el fresco de la madrugada, disfruto tu blusera guitarra compuesta de letras en armónica comparsa.

En algún momento, ambos sentíamos las canciones que habían creado un mundo de imaginación; eso te dio valor para decirme: – ¿Bailamos?

En medio de la melodía te di un – Sí. Me preguntaste si quería bailar adentro o en la calle.  La cochera de la casa funcionaba como auditorio para el concierto de las bandas; el espacio era pequeño como el pretexto para salirnos; me pareció auténtico bailar en la banqueta. Ante mi respuesta, me llevaste de la mano hacia la pista urbana.

Al iniciar, acercaste tu cuerpo al mío. Llevaste mi mano a tu pecho, a la par de sujetar con firmeza la cintura acompañada de rítmicos compases.

Cerraste los ojos perdiéndote en relámpagos de vida. Te diste cuenta que miraba tu rostro perdido en el instante y me dijiste: – Necesito este momento, al tiempo que apretabas más mi mano posada en tu corazón latentemente intenso.

Tu sensibilidad entregada a la cósmica empatía, nos hizo comulgar con una cómplice noche. Finamente atento, bailamos otras piezas mientras un tiempo líquido pasaba entre nosotros.

En la despedida, un agradecido abrazo dejó un beso pendiente en la incertidumbre de sellar o continuar con un bailemos un blues.