BUENOS DÍAS, PRESIDENTA

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… todas las desengañadoras se fueron con su presidenta Lisis al estrado.

 María de Zayas y Montemayor: Desengaños amorosos. Parte segunda del sarao y entretenimiento honesto.

s.XVII

Dice la prensa inglesa que el Perú se ha convertido en un país ingobernable. Es posible que el hecho de contar seis presidentes, en un periodo de cuatro años, haya dado lugar a tal afirmación. El pasado miércoles 7 de diciembre, el expresidente Pedro Castillo fue vacado por el Congreso de la República y detenido por la policía, horas después de disolver la cámara y anunciar la instauración de un gobierno de excepción. Aquella misma tarde, la hasta entonces vicepresidenta, Dina Boluarte asumía el mando del estado luego de calificar públicamente el acto de Castillo, como un quiebre del orden constitucional. En su discurso a la nación, del sábado 10, reconoció que asume el mando como primera presidenta del Perú, en 201 años de vida republicana y que esto no es un cheque en blanco.

El Perú es un país fragmentado política y socialmente y los estragos de la pandemia del Covid lo han golpeado con mucha fuerza, en todos los ámbitos, lo que genera –al interior– intereses sumamente diversos en cuanto a la forma en que han de tomarse las decisiones que le afectan. Por lo pronto, si no es posible predecir la suerte que correrá el gobierno de  Boluarte, lo que si podemos vislumbrar son las inquietudes que genera el hecho de que el Palacio de Gobierno, hospede a una dama en el cargo de mayor responsabilidad. Una de las dudas que ha presentado la calle, por ejemplo, es si el término PRESIDENTA, utilizado en su mayoría por la prensa al referirse a la mandataria, es correcto o si lo correcto es simplemente acompañar el artículo femenino la, a la palabra PRESIDENTE; asimismo, flota en el ambiente, la duda de si la presidenta responde a algún tipo de lenguaje inclusivo.

Comoquiera, esta pregunta ya se le hizo a la RAE, hace algunos años y podemos saltarnos la respuesta del sentido común –estamos en el siglo XX, esta palabra es utilizada y se  encuentra documentada desde el siglo XV– y plegarnos a la respuesta oficial de la Real  Academia de la Lengua Española, cuyo diccionario señala el origen de la palabra presidente como la unión de la palabra presidir y el sufijo –nte, del latín praesidens, entis.   Y la registra como presidente y como presidenta, en forma indistinta. Asimismo, la Fundeu RAE, fundación patrocinada por la Agencia Efe y la Real Academia Española, cuyo objetivo es colaborar con el buen uso del español en los medios, publicó una recomendación con fecha 10/09/2014, titulada la presidenta, mejor que la presidente: La palabra presidenta está registrada en el diccionario académico y es una forma válida y preferible a presidente para aludir a las mujeres que ocupan ese cargo.

 

Y añade: …Dado que la mayoría de las palabras que han añadido el sufijo nte son  comunes en cuanto al género (como el donante la donante, del verbo donar), a menudo se plantea la duda de si sucede lo mismo en el caso de presidente y ha de ser siempre la presidente cuando alude a una mujer. Sin embargo, la gramática académica explica que la voz presidenta es un femenino válido en el que se ha cambiado la  e  final por  a, al igual que ocurre con asistenta, dependienta, infanta o intendenta. Puesto que, además, presidenta ya tiene registro académico desde el Diccionario de 1803, se emplea desde mucho antes y es la forma mayoritaria según el Diccionario panhispánico de dudas, no parece que haya motivo para no usar o incluso para no preferir esta forma cuando el referente es una mujer.

 

Otra recomendación, del 07/04/2011, de la Fundeu RAE, de título ‘PRESIDENTA’, en femenino: es correcto; nos da la siguiente luz sobre los neologismos por uso: Las lenguas evolucionan y en esa evolución se transforman. Estos cambios se deben a muchas causas, algunas son causas internas (evoluciones fonéticas, por ejemplo); otras son externas, el contacto con otras lenguas o el cambio en las sociedades que las hablan. Para que una lengua tenga voces como presidenta, solo hacen falta dos cosas: que haya mujeres que presidan y que haya hablantes que quieran explícitamente expresar que las mujeres presiden. Si esas dos circunstancias se dan, ninguna supuesta terminación, por muy histórica que sea su huella, frenará el uso de la forma femenina.

En mayo de este año, se produjo un cruce de palabras entre los diputados argentinos Martín Tetaz y Cecilia Moreau. Tetaz se negaba a llamar presidenta a Moreau con el siguiente argumento: preside el ente, por eso se llama presidente, no existe la enta”, e instaba a su par a ocuparse de dominar mejor el castellano, lo que él mismo hizo porque luego se disculpó públicamente en su cuenta de Twitter: Todos los días aprendemos algo. Creo que más allá de las preferencias personales, al interactuar con un tercero es mejor elegir la forma con la que el otro se sienta más identificado. Mis disculpas públicas a @ceciliamoreauok. Un gesto que –con independencia de sus ideas politicas que no necesariamente comparto– pinta de cuerpo entero a una persona educada que aprecia la cultura.

 

¿Deberíamos, entonces, decir la presidente o la presidenta?, la respuesta autorizada es que puede usted aplicar el tratamiento que desee, aunque a la luz del respeto y la consideración, emular la conducta anterior y elegir la forma con que el otro se sienta más identificado, tiende a favorecer un clima social más agradable y a evitar las agresiones en el nombre de un lenguaje que se inventó y evoluciona para acercar a las personas y no lo contrario. Admitir una palabra en el diccionario no obedece al capricho sino a la necesidad de reconocer la persistencia de una costumbre con el fin de lograr una mejor comunicación. Son muchas las palabras con un nombre originariamente masculino cuya feminización ha sido ya registrada por el uso y la costumbre; y esas, solo pueden ser buenas noticias.