Candados para el verano de tu voz -o bienvenida a la locura-

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(prêt-à-porter para el vulgo, sin

el permiso de Pierre Cardin)

Una escafandra invisible para que

no miren tu mirada color mirada, y

que revuelque a quien se atreva a mirarte,

ni siquiera de pespunte.

Un vestido de algas transparentes,

de esas que te vuelven invisible

y te envuelven por esos halos de viento

que sopla el sol al querer quemarte

y falla en su intento porque ni él puede, salvo,

que vuestra majestad,

aquel cuerpo cincelado

que preserva un espíritu no para principiantes

un alma no para curiosos de tercera, ni

para oxidados mustios e ilusos…

salvo que aquel, lo permita,

porque en sus delirios y con

hambre de amapolas frescas

Copérnico y Galileo con sus telescopios

(otra vez)

Intenten verte mejor

Acaso para verte mejor

como cuento infantil sin fin

para los niños insomnes que nunca crecieron

y que te recuerdan arrepentidos.

Entonces,

La poesía inútil y aturdida

Las leyes de física básicas

Y todas las biblias

Sin exagerar cualquier loa, panegírico o elegías

plegarias o himno o marchas o liturgias,

todas las artes y el sincretismo puro y

genuflexo,

es decir, de hinojos,

con el llanto por la belleza

con el llanto por el llanto

y por el llanto de mar en tormenta,

risueña

ante ti,

te cuente,

la exagerada historia de alguien

que en los tres tiempos,

te amó,

con los candados para el verano de tu voz.

(Historia ambiguamente registrada de un apócrifo Cantar de los Cantares).