Caravana del espectáculo

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“… a dejar constancia de la metamorfosis que ha experimentado lo que entendía aún por cultura cuando mi generación entró a la escuela o la universidad y la abigarrada materia que la ha sustituido”.

Mario Vargas Llosa

 

El proceso electoral se va acortando y esto augura la llegada de la auscultación (elección popular) por medio del voto libre y directo de quienes habrán de ocupar los cargos gubernamentales por los que se está conteniendo en diversas latitudes de nuestro país; una renovación fundamentada constitucionalmente, nos permite deleitarnos de un proceso que ha dejado visos de inolvidable, pero no necesariamente por su ideológico paso, sino por su catastrófico caminar.

Y es que, lamentablemente debemos entender que en nuestros días las claras muestras de ineficacia, la falta de una estrategia electoral de impacto, la falta de preparación de los actores políticos que se debaten el voto ante el electorado, nos dejan como resultado un serio análisis de lo que debemos entender en este proceso electoral, en donde las ideas han dado una clara muestra de su ausencia, en donde se pretenden establecer como propuestas de campaña asuntos públicos que tuvieron que haber sido resueltos por los actores políticos que ahora pretenden la reelección.

Ante esto, la sociedad mexicana se pregunta ¿por quién votar? ¿a quién le favorece el proceso electoral?, resulta evidente que los ataques y descalificaciones personales son los protagonistas de este proceso y eso genera incertidumbre en la sociedad, pues ahora se conocen aspectos turbios de la imagen de un candidato y no se conoce su plataforma política, la forma de llegar al resultado que se promete en campaña; por el contrario, estamos entendiendo un clima de incivilidad en donde se pretende atacar el principio pro hominem, es decir; atacar a la persona antes que a la idea, atacar a la familia antes que a la propuesta, ofender y denostar como sinónimos de una batalla de gladiadores antes de contendientes electorales, esto no lo podemos permitir.

Apreciable lector entenderás seguramente que es importante analizar el lenguaje con el que se desenvuelven los actores políticos que tú has escuchado cuando dan a conocer sus promesas políticas, en el toque de puerta personal, en el recorrido de calles, en las entrevistas en diversos medios informativos, en sus intervenciones y vídeos subidos a través de las redes sociales y más aún, en su vida cotidiana; el hablar representa rebelarse (descifrarse) cotidianamente.

Hay acciones dentro del proceso electoral que pueden y deben ponerse bajo el velo del escrutinio público y hay acciones que pretenderán esconderse, pero la palabra verdaderamente nos va a enseñar quién es la persona que habla, de tal suerte que tendremos que analizar: la forma de su mensaje en el sentido de como dice las palabras, su expresión no verbal ayudará a entender si efectivamente lo que se promete y compromete se puede llevar a los hechos, si efectivamente hablamos de una persona capaz de generar cohesión social o se basa en el divisionismo y sobre todo el tipo de mensaje que se mande a la sociedad, si en nuestros días exigimos a una persona preparada para ocupar un cargo público lo primero que tendremos que evaluar es si su lenguaje está preparado para poder dar resultados ante la sociedad.

Esto lo entendemos evidentemente en la actualidad dentro del proceso electoral en la serie de vídeo escándalos que han surgido en diversas latitudes de nuestro país, evocando y representando a los actores políticos de la contienda electoral, no es posible que algunas personas en la denostación ocupen un lenguaje vulgar y soez pretendiendo con ello amedrentar la voluntad de sus rivales o contendientes políticos, no debemos permitir que en nuestros días sigamos siendo partícipes de amenazas y atentados en contra de quienes no intervienen directamente en el proceso electoral pero que indiscutiblemente forman parte de él y con esto me refiero a los familiares y cercanos de los candidatos a cargos de elección popular.

El debate es amplio pues, habrá que encontrar una correlación entre lo que se observa y escucha en los video escándalos y la persona que presuntamente aparece en ellos, aunado a su historial personal, llámense: sus resultados en el servicio público, la serie de conflictos generados o de los que ha sido objeto con anterioridad y qué tanto estos, han afectado a su reputación o bien, la correlación de los demás actores políticos implicados en esta serie de tropelías electorales. Esto sin duda va a repercutir en la imagen pública y electoral que se tenga del candidato o la candidata, lo que nos deja claro y evidente que no estamos tan lejos de lo que avizoraba nuestro premio Nobel de Literatura Octavio Paz Solórzano cuando afirmaba que la política se había convertido en un entretenimiento social.

Es evidente que las prácticas utilizadas por los actores políticos modernos mucho tienen que ver con el entretenimiento, la imagen pública, el marketing político, la comunicación política moderna y sobre todo, la atracción de los ojos del electorado en el candidato o candidata, lo que evidentemente viene a restarle importancia (aunque eso no se pretenda) a la plataforma política, al plan de acción y los ejes temáticos de campaña. Debemos decir que, en esta época convulsa del Estado mexicano, las confrontaciones ideológicas no deben sobrepasar el ánimo de unidad y progreso al que aspiran todos los mexicanos, acabemos con los divisionismos por defender a una persona y defendamos mejor un país, dejemos de lado el discurso del ataque personal y transformémoslo en el discurso de unidad, en el discurso de propuestas, de acciones claras y contundentes, pues el tiempo de México está llegando.

Finalmente, debemos analizar a conciencia los resultados obtenidos en este proceso electoral que está a punto de concluir, necesitamos entender cuál es el objetivo final de una campaña político electoral, aprendamos a distinguir entre propuestas y ataques; por el bien de México dejemos de lado a la civilización del espectáculo esa que se entretiene viendo vídeo escándalos, notas rojas o ataques personales y que van circulando por todo el país dejando en su camino no una sociedad, sino una caravana del espectáculo que lleva como corceles a los candidatos políticos; hagamos lo posible porque esta contienda electoral se viva en civilidad y patriotismo, refrendemos nuestro compromiso con los más necesitados, defendamos causas pero no dejemos de lado las virtudes.

Votemos razonadamente, sin apasionamientos, lejos del escándalo público pero sí muy cerca de las verdaderas necesidades de México, para logar una sociedad más equilibrada ejerzamos nuestro voto.