Casi un día normal

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Un día apasionado como aquel no se olvida fácilmente, y Laura lo recordó como si hubiera sido ayer, casi no durmió en toda la noche por estar pensando es eso y amaneció con un dolorcillo en la panza; era una poquita ansiedad combinada con una mala cena, creo, así que se dirigió al baño rápidamente y nada, entre ella y el escusado no surgió conversación alguna. Salió de ahí, pero en ratitos le venía el dolor –achis achis,  se dijo para sí. Reviso su calendario, comenzó a contar los días y entonces… abrió los ojos más de lo normal y se tapó la boca ya saben, ese tipo de asombro que hacen las señoras chismosas cuando se enteran que la vecina de tan solo quince años, hija del tendero, que tanto presumía, con sus buenas calificaciones, ¡pum!, salió con su domingo siete. Sí, Laura tenía un ligero atraso  en su periodo. Pensó en lo de la noche apasionada y volvió a hacer sus cuentas, coincidía, pero era demasiado pronto para confirmar algo, respiró profundo dijo: naaah, no pasa nada– y siguió la rutina que le recordó, por cierto, la tarea de biología que se le olvidó copiar a José Luis.

Comenzó a dar vueltas como reguilete en su recamara porque perdió tiempo en lo del calendario y poco tiempo faltaba para entrar a la escuela, buscó su toalla, abrió las llaves de la regadera, y cuando sintió que ya estaba calientita se metió. Segundos más tarde notó que se había metido con todo y pantuflas, cuando termino su baño caliente con una esencia de lavanda, miró el toallero vacío la toalla, ¿y la toalla?, ¡ash, la pinche toalla!– Resulta que cuando la estaba buscando si la encontró, la vio en su sillón, pero jamás la tomó. Cosas que pasan. Ya era tardísimo, pero Laura mejor se calmó y decidió llegar a la segunda hora, total de cualquier forma no había hecho la tarea. Bebió un vaso con leche bien fría y comió un bolillo con mermelada. Ya al subir al camión se percató de que en la parte izquierda, en el cuarto asiento del lado de la ventana, estaba un morro muy guapo y cuando lo miró mejor se acordó que era Pedro, que había sido su novio en la secundaria, y que en ese entonces tenía el rostro lleno de barritos y definitivamente necesitaba ortodoncia.

Laura se sonrojó un poco, esperaba que Pedro volteara a verla, hasta le temblaron sus piernitas, y mientras avanzaba en el camión en movimiento, se tropezó con la mochila de un chamaco que se encontraba a medio pasillo. ¡boom!, se calló la pobre. Casi nadie se inmutó, salvo el niño de la mochila ¡pss, orale! le dijo. Pedro, que estaba metido en su libro sin ver lo que acontecía alrededor. Después de varios minutos, llegó la hora de bajar del camión, y Laura se fijó bien que ya no hubiese nada en el pasillo, tocó el timbre, no sonó, lo volvió a tocar y nada, ya se le pasaba su parada y alguien de atrás gritó: ¡va a bajar la niña que se cayó! Ay pobre mujercita, ya que le quedaba más que sonrojada y rabiada, bajar lentamente del camión.

Llegando a la escuela estaba Chucho, como siempre, parado en la puerta del salón. Chuco siempre alaga a Laura desde que la conoció y siempre le ruega por besos y apapachos. Laura siempre lo rechaza. Hoy Laura, después de lo de la mañana y lo del camión, si quería, pedía a gritos que Chuco le dijera algo bonito, pero no pasó. Él no le dio más que el chiflidito de: qué onda, con el leve movimiento de cabeza y listo, ah, y también le pidió los Cd’s que le había prestado.

Cuando se sentó en su lugar sus amigas le preguntaron si estaba bien y sobre por qué llegaba tan tarde No inventes Ele, nos hizo examen el de biología dice que con eso nos va a calificar el primer parcial  Imagina la cara de Laura, cuando  después de eso…