CHILE, UNA HISTORIA PARA TENER PRESENTE
La historia los juzgará. Salvador Allende
El 4 de septiembre de 1970, hace 53 años, el inquieto médico masón, después de tres intentos, ganó las elecciones presidenciales con el 36.2 % de los sufragios, para noviembre del mismo año, Salvador Allende, tomaría posesión como Presidente de Chile, el Partido Socialista Popular, tomaba el poder en esta pujante nación Sudamericana.
El acuerdo entre la izquierda marxista y el centro social cristiano, hizo posible que se desenrollara la alfombra roja sobre la que a pasos firmes, caminó Allende rumbo al Palacio de la Moneda, para poner en marcha su movimiento revolucionario que aspiraba al socialismo comunitario; tres años después, la historia le tenía preparada una desagradable sorpresa.
Don Daniel Cosío Villegas tituló su columna política del 6 de noviembre de 1970, Chile: a salvarse, Don Salvador. Aquí la recapitulo:
Sobre Don Salvador, en suma, pesa la inmensa responsabilidad de encontrar un ritmo, una profundidad y una generalidad de cambio que satisfaga de inmediato a ese 64% de la ciudadanía chilena y eventualmente a toda ella. De ir más de prisa o más a fondo, puede precipitar una guerra civil: si sale bien de ella, adiós democracia; y si sale mal, desencadenará una ola reaccionaria que hará retroceder a Chile 100 años. Si camina más lentamente y sólo araña la costra de los problemas, sus paisanos y todos los hombres progresistas del mundo dirán convencidos que no creen ya ni en la paz de las revoluciones.
A salvarse, pues, don Salvador, que en salvándose usted, nos salvará a todos nosotros, disparando, además, una salva de nuevos salvadores que salven al mundo entero.
Fueron 1,044 días de lucha y conciliación del pueblo chileno, tiempos de claroscuros luchando por un país cuya locomotora en marcha hacia su democracia de pronto percibió un cambio de rieles con destino a la estación de la dictadura.
El Doctor Allende había nacido en 1908, en el seno de una familia burguesa, de clase media acomodada, hijo de un prestigiado notario y nieto de un médico y líder masón.
Uno de sus primeros mentores, fue el inmigrante italiano Juan Demarchi, anarquista recalcitrante, quien además de enseñarle a jugar ajedrez, habilidad imprescindible en un político, lo introdujo en el inmenso océano infestado de tiburones, de las luchas obreras y de las injusticias sociales. Ejerció una gran influencia política en el impulsor del socialismo en Chile.
Elegante y masón. Se alejaba de la imagen estereotipada del revolucionario socialista. Disfrutaba de la buena mesa, le gustaban las mujeres, vestía de manera elegante, hacía gimnasia y llevaba una dieta equilibrada. Por todo eso recibía críticas, tenía un pequeño bote y decían que era un gran barco. Pero más allá de las particulares de su vida, Allende es un mito de la izquierda, un referente vigente para mucha gente porque intentó construir una sociedad socialista sin el enfrentamiento cruento de las clases sociales. Una revolución por la vía democrática sin derramamiento de sangre y respetando los derechos humanos. Plantea una epopeya de socialismo revolucionario más allá de la socialdemocracia, uniendo a los partidos socialista y comunista. Así lo narra uno de sus biógrafos Mario Amorós, en la biografía recientemente actualizada y que fue escrita hace una década.
Si bien la Democracia Cristiana fue su aliada para llevarlo al poder, pronto se desencantó al percatarse que el médico chileno los estaba llevando a una dictadura estalinista, obvio, Allende nunca lo reconoció. ¿Acaso este síndrome no les recuerda a alguien de triste figura que no quisiera yo mencionar?
Allende quedó embelesado cuando conoció al líder socialista de los vietnamitas Ho Chi Minh, fue amigo cercano de Fidel Castro, quien lo distinguió pasando más de un mes recorriendo el territorio chileno. Además Allende, se aventó la puntada de lanzar loas a Stalin durante los actos públicos en los que se le recordaba.
Hace medio siglo, el 11 de septiembre de 1973, un intento más de implantar el comunismo en latinoamérica, se vendría abajo. El mascarón en turno, en la proa de la nave del socialismo, naufragaría.
Tal parece que todos estos líderes iluminados, comparten una serie de características y circunstancias en su impronta épica; una especie de matryoshkas o muñecas rusas tradicionales de Rusia que se colocan una dentro de la otra, generalmente en un conjunto de cinco o más. Cada muñeca se puede abrir para revelar una más pequeña en su interior, y así sucesivamente. Es la mejor analogía que podamos construir; el líder en turno, se va empequeñeciendo conforme vamos revelando su esencia.
Tengamos presente siempre, aquella celebre frase de Marx: La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa.