CLEOPATRA

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Mujeres, mujeres, mujeres por todos lados y partes. Es como lo señala el filósofo español Julián Marías en su libro titulado La mujer y su sombra, en el mismo leo: El estudio de la mujer no puede parecerse a la mineralogía, la botánica, la fisiología o la psicología; ni tampoco a la sociología o la historia. Estas disciplinas consideran diversos objetos, y algunas de ellas pueden arrojar luz sobre lo que es la mujer; pero en todo caso la dejan fuera. El hombre encuentra a la mujer en su vida; se dirá que la mujer también; pero, ciertamente, de otra manera. Diríamos mejor que el hombre se encuentra con la mujer al vivir. Se entiende, al vivir ambos; porque el hombre encuentra a la mujer como alguien que vive, y en cuya vida aparece él, el hombre. Tiempo ha de llegar que los estudios serios y objetivos, con toda la problemática que significa ser objetivo en relaciones que tienen la complejidad de un universo, pues cómo puede el hombre estudiar a la mujer sin sentirse atraído, hipnotizado he de escribir, ya por su belleza, su psiquis que el propio Sigmund Freud, llegó a reconocer la final de su vida que no había logrado comprender a la Mujer.

Difícil tarea es entonces que el hombre comprenda totalmente o en buena parte al objeto que estudia llamado Mujer. De igual manera el estudio de la mujer por el hombre sufre de tal problemática. Los dos seres que deberían de conocerse mejor se encuentran a miles de años sin realmente conocerse, eso es una verdad dolorosa para ambas partes. Y sin embargo, para comprender mucho de lo que la mujer ha sido, se debe de ir a las fuentes primigenias, es decir a la Mujer en todo tipo de presencias: de las injusticias que por miles de años se ha llevado en su contra, o en aquellos aspectos que han permitido que la mujer, sobre todo en Europa, haya alcanzado el grado de progreso en su presencia y visibilidad que nos da por resultado un ejemplo admirable en la gobernante de la Alemania moderna:  Ángela Merkel, cuya despedida es muestra de que se puede gobernar por muchos años y ser despedida por aplausos venidos de toda la nación durante más de seis minutos en reconocimiento, amor, admiración y agradecimiento por llevar a Alemania a ser el país más exitoso de este siglo en toda Europa y, por lo mismo, ejemplo para el mundo de que puede haber gobernantes que relegidos democráticamente por su pueblo, no terminan siendo dictadores o dictadoras; ni mucho menos políticos cuya corrupción es prueba de ser mal nacidos, pues sólo ayudaron a su familia, clase social, secta o clan y tribu, para desgracia de los pueblos que como tragedia y drama mal gobernaron.

Ir a las fuentes: estudiar en la biografía de la reina egipcia, legendaria, a través del texto titulado: Cleopatra preparado en sus textos por Ariadna Castellarnau Arfelis, impreso en España bajo el sello RBA, y difundido en México en este año de 2021, Interesante es que las primeras páginas hablan de un personaje que tiene decenas de defectos: calculadora, santurrona, traicionera, arpía, ambiciosa, puritana, depravada, masculina, descarada, sumisa, fanática, reprimida, maquinadora, vieja, víbora, histérica, superficial, cruel, débil, gorda, sucia, ignorante, lasciva, ñoña, lujuriosa, loca, caprichosa,, ordinaria, promiscua, chismosa, manipuladora, alcahueta, niñata, llorica, bruja, casquivana, dramática, irracional, impía, arpía, frívola, inestable, fría… señalamientos que a lo largo de la vida de una mujer oye decir de sí misma. En el caso de Cleopatra su poder de seducción, que es lo que atrae en mucho a sus biógrafos la pone en el terreno de las envidias y celos de quienes pasaron cerca de ella. De aquellos que la habrán amado en silencio, pues el amor no sólo se realiza por el ser reconocido, sino, como sucede con las reinas o en este caso faraona egipcia, verle a diario por el esclavo o el perteneciente a los mandatarios de esta gran cultura, no dejaba seguramente a nadie ajeno a su presencia, siendo sacerdote, militar o de la aristocracia veía en esta mujer portentosa que lo que se le decía quedaba chiquito, pues era eso y mucho más.

Así pues, la autora señala: Ni embaucadora, ni cruel. La reina estratega / De forma explícita o bajo ciertos ropajes literarios, la figura de Cleopatra se ha asociado a la de una mujer pecaminosa, malvada, una femme fatale, devoradora de hombres y obsesionada con la belleza. En la Antigüedad, autores como Lucano, Horacio o Plutarco pintaron una imagen falaz de ella, llamándola la serpiente del Nilo, la incestuosa hermana de los ptolomeos o la ramera cargada de afeites. Siglos más tarde, Dante la condenó al segundo círculo del Infierno, el de la lujuria, junto a Semíramis, Dido y Helena, mientras que Boccaccio la representó como la encarnación del vicio. Esta visión ha permanecido hasta la actualidad, como queda patente en el cine o en la publicidad, condenando a nuestra protagonista a una sola línea argumental. Pensemos que estos pecados que le aplican a la mujer que se enfrenta con sus fortalezas nada menos que al imperio más poderoso de su tiempo. Y en ese enfrentamiento lo que nos admira es que sus cualidades las utiliza para expresar que a una cultura de tanta profundidad, enraizada en miles de años de antigüedad, por lo que Julio César, uno de los emperadores más brillantes y grandes de dicho imperio enfrentó a una poderosa inteligencia que le puso en debilidad por las características de belleza, poder hipnótico sobre los otros; sobre todo en los hombres, puesto que las mujeres de su tiempo al contrario, le mandarían todo tipo de calificativos por envidia, antipatía, celos y todo tipo de emociones que eran desagradables en todos sentidos.

Nuestra autora dice: La leyenda negra de Cleopatra fue forjada por el emperador Octavio Augusto, quien, a través de decenas de poetas, historiadores y escribas, se dedicó a difundir, después de la muerte de la reina de Egipto, toda una serie de falsedades destinadas a deslegitimar a su adversario Marco Antonio a través de su amante. Así, Cleopatra pasó a ser la responsable de la guerra, la tentación extranjera por la que casi sucumbe Roma. Los cuentos de las ideologías vencedoras caen por su propio peso. Hay que preguntarse si la sola belleza que enloquece a los hombres es capaz de poner en peligro a un imperio que en su tiempo fue admirado por sus fuerzas militares, por su liderazgo a través de sus emperadores y por los estrategas que eran la fortaleza mayor de Roma en los cientos de años que dominó al mundo conocido.

Estudiar a Cleopatra va más allá de su sensual belleza, ya que para atraer a Julio César o a Marco Antonio y, a muchos otros hombres en su tiempo, que insisto le deben haber amado en silencio, debió esta situación surgir de la admiración que despertaba su inteligencia, su aura única, su don de gentes, su voz y gestos, su capacidad para relacionarse con lo Otro y con los Otros. Cierto, cuando se estudia la personalidad de Octavio Augusto frente a la trilogía de los dos romanos y la egipcia, se capta que la serpiente en esta relación viene de fuera, de otro romano poderoso que es Octavio Augusto, y bien se puede decir que a la inteligencia de los tres que hacen la gran historia en sus relaciones, el astuto y de negro corazón que es Octavio Augusto ha de vencer hasta destruirlos tal y como aconteció. Pero lo que cae por su propio peso es el querer decirnos que Cleopatra fue sólo una meretriz de gran belleza a la que no se le debe reconocer ningún talento en las artes de la política, ni en su capacidad de expresar cualidades humanas que rebasan con mucho a todo otro ejemplo en el tiempo que le toca vivir.

Quien hace su biografía cuenta: Si la historia política ha estado dominada por los hombres, Cleopatra sale de la norma. No sólo fue una magnífica reina, una de las pocas que ha ostentado el poder máximo en un imperio, sino que también supo poner de su lado a dos de los hombres más importantes de su tiempo: Julio César y Marco Antonio. Con ellos mantuvo una fructífera relación de igualdad, de verdadero aliado político, en una malinterpretada historia personal. Hay ejemplos de mujeres gobernantes, Cleopatra es uno de los mayores, en una crisis que enfrenta a Egipto con el país imperial. En ese tiempo la reina lleva adelante relaciones que de manera concreta nos dicen que fue por el bien de su reino, y por lo tanto de su pueblo.