Defensa
Me acusan de ser poeta,
de dispendiar el poco recaudo
al que el buen juicio me ha llevado,
de abandonar siempre los sitios,
los gestos donde no pertenezco,
de amarrar palabras con ajenjo,
amargo, moderno y
caduco al mismo tiempo.
Me acusan de hacer un mundo
fresco, de papeles,
cálidas imágenes
donde el amor existe y los besos,
aquél paraíso de los sin muerte,
el único cometido de los valientes,
creer que alguien los quiere.
También me acusan de perdonar
tantas veces como la exigencia
del mezquino lo precisa,
de amigar la traición con el empeño,
de vivir estrictamente de agua y migas.
Si supieran que ya no tengo nada
para despojar ni la sonrisa,
que me han dejado a solas,
pobre y huérfana de poesía.