DEL LOBO ESTEPARIO A LOS GEEKS
La verdad se vive, no se enseña. Hermann Hesse
Uno de mis libros favoritos desde mi juventud, que integra mi biblioteca de cabecera fue el escrito por el alemán Hermann Hesse, Premio Nobel de Literatura en 1946, titulado EL LOBO ESTEPARIO.
Narra la vida de Harry Haller, un hombre atormentado por su dualidad interna, quien a su vez se percibía así mismo, como un lobo estepario, una persona solitaria y apartada de la sociedad. Atrapado entre dos mundos: uno mundano y superficial, y otro más espiritual y profundo.
En su búsqueda de significado y comprensión, Harry se encuentra con Hermine, una mujer misteriosa que lo guía hacia una vida más plena y libre. A través de una serie de experiencias y encuentros surrealistas, Harry descubre nuevas facetas de su propia personalidad y se enfrenta a sus demonios internos o agujeros negros como también suelo llamarles.
Esta novela introspectiva te invita a reflexionar sobre la naturaleza humana y el significado de la existencia, explora temas como la alienación, la dualidad del ser humano, la lucha entre el deseo de libertad y la necesidad de pertenencia, así como la búsqueda de la autenticidad y el sentido de la vida.
En aquel entonces, hace ya medio siglo, era muy común cruzarse con compañeros de la prepa que llevaban bajo el brazo, alguna de las novelas cortas muy digeribles y que te despertaban el interés por la lectura, entre ellas: Demian, Narciso y Goldmundo, Siddhartha y por supuesto, la que te estoy comentando.
La madre de Hermann había nacido en la India, lo que lo llevó a vivir la religión en dos formas, el cristianismo y el hinduismo. No obstante, siempre se sentía más atraído por el hinduismo que no acosaba como el protestantismo, del que cuestionaba la moral judeo-cristiana autoritaria y opresiva, la rigidez de sus pastores y predicadores tediosos en su mayoría.
Su interés por el hinduismo lo llevó en 1911, cuando contaba con 34 años, a un viaje a la India, de cuya experiencia nació el Siddartha. Posteriormente se interesó mucho en el pensamiento chino, sobre todo en Lao-Tse y Confucio.
Fiel a sus convicciones, su legado también es rico en frases útiles e inspiradoras: Cuando alguien que de verdad necesita algo, lo encuentra, no es la casualidad quien lo procura, sino él mismo. Su propio deseo y su propia necesidad le conducen a ello.
De una prosa amigable, de estilo preciso y a buen ritmo gracias a la armonía entre forma y contenido, sus novelas son de lectura asequible a pesar de la complejidad y la profundidad en el análisis psicológico de sus personajes.
Y aquí es cuando me pregunto; ¿Qué tanta falta le haría a las nuevas generaciones aprovechar el legado de Hesse en estos tiempos en que han proliferado los tecnoadictos, geeks y demás protagonistas de las tribus urbanas?
Y es que los fanáticos de las redes sociales, del smartphone y del internet; poco habituados a la reflexión profunda y a la autocrítica, encontraran un camino empedrado y de difícil acceso para aprender de frases como: Ninguno de los libros de este mundo te aportará la felicidad, pero secretamente te devuelven a ti mismo.
Individualista declarado y defensor a ultranza de la libertad, apolítico hasta el fanatismo, hasta la muerte mantuvo esa hostilidad hacia la militancia política, porque bajo el signo de la militancia política el hombre no se siente obligado a seguir sentimientos y métodos humanos, sino a obedecer solamente las consignas partidistas y polémicas.
Hermann Hesse vería con tristeza que un siglo después de publicada su obra dedicada a desarrollar y fortalecer la personalidad de los jóvenes para ser dueños de su esencia y de su libertad, ahora vivan alienados a programas populistas que les cancelan su genuino interés de crecimiento personal, a cambio de dádivas que los atan a su zona de confort de donde el día de mañana estarán urgidos de emanciparse y entonces, quizá ya sea tarde.
Cierro con una de sus frases que más me motiva: La felicidad es amor, no otra cosa. El que sabe amar es feliz.