EL CEREBRO QUE HABLA
Hay personas que les gusta probarlo, otras devorarlo, algunos mínimamente masticarlo y digerirlo.
Tiene la magia de convertir las horas de disgusto y de asquedad en horas de inefable y muy dulce compañía.
La forma más grande de sentirme miserable, sin duda sería, la ausencia completa de él en mi vida, felizmente hasta ahora, siempre me acompaña.
Una hora de su compañía al día, me es suficiente para sosegar y aplacar los disgustos que eventualmente me da la vida.
Algunos lo relacionan con la fuerza, el coraje, con el alimento perfecto e ireemplazable para el alma.
En muchos casos, su constante presencia ha logrado la fortuna en la vida de los hombres, decidiendo inclusive el curso de sus vidas y el futuro.
Siempre genera expectativas, aún si al final cuando haya acabado, no nos genere tanto provecho.
No existe tormenta ni turbulencia, que su presencia no pueda aplacar y llenarnos de sosiego absoluto.
Uno de sus poderes es generar el constante diálogo, en donde él siempre nos habla y nuestra alma siempre contesta.
Es un gran y fiel compañero, nos brinda sabiduría y la mejor compañía, y, sobre todo, la libertad de ser diferentes y siempre ser más.
Goza plenamente del arte de la palabra, convirtiéndose muchas veces en una expedición hacía la verdad.
Su presencia siempre nos formará para ser conductores, su ausencia nos obligará sin duda, a ser sólo conducidos.
De ninguna manera ha sido creado para ser solo un adorno; sin embargo, que bien que embellece los espacios interiores de nuestro hogar.
Todos sabemos que los amigos en algún momento nos decepcionan y abandonan, pero él, sin duda, es el único amigo que siempre nos enorgullece y permanece.
Junto con el tiempo, son los mejores consejeros por naturaleza. Nada les impide decirnos lo que debemos hacer, nos guste o no, siempre tienen algo de cierto.
En muchas ocasiones, él tiene la propiedad de volverse tan especial, que queremos llevarlo físicamente con nosotros, a pesar que en nuestra memoria permanezca para siempre.
Su valor es tan fuerte, que nos ayuda a construir un refugio moral que nos logrará proteger de muchas miserias de la vida.
Tenerlo en nuestras vidas, es como encender el fuego, y cuanto más se reproduzca, detonará más chispas, que no nos queman, más bien nos fortalecen.
A partir del momento que lo conocemos, él empieza a vivir dentro de nosotros, tiene la mágica propiedad de reinventarse en nosotros a medida que pasamos más tiempo junto a él.
Cuanto más tiempo pasamos junto a él, nos volvemos más auténticos, más únicos y dejamos de imitar a los demás.
Como cierre y simpatizante de los proverbios, citaré un proverbio hindú, que es uno de mis favoritos:
Un libro abierto es un cerebro que habla;
cerrado un amigo que espera;
olvidado, un alma que perdona;
destruido, un corazón que llora”.
–Para los que no leen, y aún tienen la oportunidad de hacerlo–.