EL MAESTRO

Views: 1098

De un prólogo que escribió el profesor Alfonso Sánchez García, al libro titulado El Cuento de Cuentos, de mi autoría, que viera luz pública en el año 2000, —texto que el maestro escribe en el año 1997: para mi orgullo como escritor, que guardo con su firma cual tesoro invaluable—, cito sus siguientes palabras: Cuando nos iniciábamos en el engañoso, pero fascinante, mundo de las letras provincianas, gustaba decir Rodolfo García Gutiérrez que “Hay quien escribe la novela que no pudo vivir y quien vive la novela que no pudo escribir”. Pero, en general, todo el que escribe tiene que escoger su camino, porque muchas veces escribir significa no tener tiempo para vivir. Si es verdad lo que dicen los biógrafos de Honorato de Balzac, que se pasaba 18 horas diarias pulsando la pluma hasta llegar al grado de la artritis, se tiene derecho a pensar, sin agredir a la lógica, que el pobre hombre nunca tuvo tiempo ni de tomar un café con los amigos.

De quien escribo, es del hombre que en su hogar, al llegar quienes le visitábamos por diversos motivos en su domicilio de Calle 28 de Septiembre —cerca de la Bombonera,  en estadio del Deportivo Toluca—; bien recuerdo que el sonido de una máquina de escribir: parecía más bien el sonido de una ametralladora, que no paraba en disparar letra por letra, palabra por palabra, en manos de un mago, que lo mismo inventaba una escena literaria, que relataba, en vocación de Cronista —le fue propia—, al escribir, por ejemplo, Toluca del chorizo. Escribo, reflexionando, que no debemos perdernos en la polifacética personalidad del conocidísimo profesor Mosquito: él fue y es un escritor, que nació para ser eso; escritor antes que todo lo demás, por igual periodista, reportero, historiador, cronista, poeta, educador y también, atento a cosas de la política. Hombre de pluma no de espada. Educador y Humanista. En tradición de los mejores educadores, venidos del siglo XIX y, a quienes don Poncho estudia en ese pasado legendario.

Quienes tuvimos el privilegio de conocerle y convivir con él, particularmente, en vida laboral en la cultura, comprobamos que su alma estaba llena de generosidad por los demás. No había límite a su paciencia, en el enseñar con ternura a quienes recurríamos a él, al pedirle alguna información o un consejo, sobre temas, que al final de cuentas, eran asuntos de lo humano. En la cotidianidad, o en idea de conocer historia de México o de la patria chica. Maestro que tiene como colegas en vida educativa a inolvidables personajes: don Adrián Ortega Monroy, originario del municipio de Lerma, quien fungía en esos años como director de la escuela Preparatoria número Uno, Adolfo López Mateos, aún sin ese nombre y sin ese número, de ciudad de Toluca; o el intelectual don Juan Rosas Talavera, quien funge como subdirector de Educación en la entidad bajo la dirección de don Adrián, Rosas Talavera originario de Tenango del Valle: poeta y educador por vocación. don Poncho es originario del municipio de Calimaya, en la estirpe donde destaca Prisciliano Díaz González y, el jurista y sabio Enrique González Vargas. Traen riquezas culturales y acervo especializado a la vida de la capital mexiquense.

Su vocación de educador le hace escribir para aquel entonces el libro titulado: Historia del Estado de México, en solapa, dice: Profr. Alfonso Sánchez García, Maestro de Historia de México e Historia del Estado de México de la Escuela Preparatoria de Toluca, México, publicado en el mes de marzo de 1974.

Tiempos de leyenda en nuestra educación estatal, y tales educadores en los que incluyo a Agripín García Estrada, en aquel entonces director de Educación en el gobierno de Carlos Hank González eran educadores sociales. Dos lecciones vienen a la memoria, recordar los más de cuatro años que conviví con él en oficinas de la Dirección de Patrimonio Cultural del Gobierno del Estado de México primero por dos años. Él, ocupando el cargo de subdirector de dicha institución y, en mi caso, en la Coordinación General de Cronistas Municipales. Fueron casi dos años de su permanente consejo. Como subdirector de Patrimonio Cultural y como cronista municipal de Toluca. No dudo en señalar que mucho de su consejo me permitió ir con pies de plomo en el trato con cronistas en la entidad. Porque una de sus cualidades —el alma grande y generosa que tenía—, era el dar consejo en el trabajo, para no discutir o tener celos en los asuntos cotidianos. Saber que los seres humanos somos como somos, por ello, debemos de aceptarnos en cualidades y defectos. Él, en su humanismo, por el que fue maestro de generaciones: expresión del educador que viene de la mejor escuela social y progresista que deseaba un México de respeto a normas constitucionales, en deseo de lograr democracia y libertad por igual. Sí, porque el profesor Mosquito, pertenece a una generación que amó a México por encima de interese personales, de grupo o clase social.

Por eso cabe en todo momento de la patria chica. Por eso sigue vivo y contemporáneo de nosotros. Fue Maestro que recibía con cariño y paciencia a los adolescentes, que de diversas escuelas secundarias venían a formarse ante la puerta de su oficina: a preguntar sobre hechos de crónica toluqueña. También, jóvenes para indagar sobre temas de historia de la capital y de la entidad mexiquense. Todos salían felices con información que con vocación magisterial daba el Maestro. Al que yo, vecino de su oficina en esos años, no entendía cómo se daba tiempo para atender a todo el mundo con paciencia inacabable, y así mismo, ejercer su alto cargo y, escribir todo lo que escribía. Y, siempre, siempre, con el rostro de hombre que no pensaba en sí, sino en aquellos que le rodeábamos y le sentíamos como padre o Maestro, en sentido socrático.

Sí, sin su consejo hubiera sido difícil lograr que en dos años de 1986 a 1987, se lograra publicar 120 monografías. Orgullosa tarea editorial, es el primer trabajo que se hizo en colaboración con Cronistas Municipales: la AMECROM, Asociación Civil, desde enero de 1986. Sobre estas publicaciones, me contó don Poncho que faltó sólo una de las 121. Mi experiencia laboral con él fue de cuatro años de cercanía y nunca le vi enojado —al grado de ser grosero o soberbio—: grave defecto en el mundo de la alta burocracia. ¡No! siempre con su rostro de afecto y simpatía por todo lo que le rodeaba —siempre humano, más que humano—, renacentista, todo le interesaba. En el saber, cual viejo sabio que fue desde su juventud, le permite comprender, que sí, los humanos somos seres con defectos y cualidades; ello debe asumirse con deseo de hacernos mejores y, no peores de lo que somos. En resumen, me enseñó la mayor lección a la vocación de escritor.

No dudo en ponerlo como mi Maestro en las letras; tanto, como la presencia de don Salvador Reyes Nevares, primer director del Instituto Mexiquense de Cultura, con quien don Poncho fue Coordinador General, —segundo puesto de mando, en dicha dependencia—, en los años de 1987 a 1989. Tuve honor de fungir como director de Patrimonio Cultural en los mismos. Amar su recuerdo, tanto como la relación que en esos años tuve con Otto Raúl González, Alí Chumacero, Thelma Nava, Dolores Castro en ciudad de México; o Luis Mario Schneider venido de Buenos Aires, Argentina, Oscar Oliva poeta de Chiapas, Guillermo Fernández García proveniente de Guadalajara; o el artista visual Gonzalo Utrilla, originario de Chiapas: quien viene a radicar a esta ciudad que tanto amó. Es decir, seres humanos que son resumen personal de lo mejor que la felicidad ha dado a mi existencia. Don Alfonso Sánchez García ha de ser por ello, recuerdo siempre vivo, ejemplo de vida y amor por las letras; cual forma y estilo del vivir en apasionada vocación para la que se ha nacido. Con él aprendí: que el escritor se hace escribiendo y… publicando ello, es práctica en profesión del cronista que quiere serlo sin decir que lo es. Del Cronista que escribe para ser reconocido por ello, al publicar lo escrito.