El método

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A veces, seguimos nuestro caos interno, irremediablemente, mejor dicho: día tras día, aquello que imaginamos rutina, se vuelve un camino errático plagado de manías. Y ahí vamos, llenando agendas, haciendo planes, iluminando los recuadros chiquitos de las plataformas virtuales que nos recuerden que hay próximas reuniones, deberes que entregar, necesidad de orden, disciplina, constancia, método.

Entonces, es preciso elegir un método, el cómo proceder para conseguir algo. Podemos optar por la inducción, partiendo de hechos validados y del conocimiento general para llegar a conclusiones, o bien, la deducción; el reverso de esas conclusiones generales para explicaciones particulares.

Analizar y analizar el conocimiento, es volverse analítico,  sintético si integramos los componentes dispersos o bien, combinemos: analítico-sintético, histórico-competitivo, hipotético-deductivo (para refutar casi cualquier cosa). Aunque es el método dialéctico, el rey de la ciencia, el que nos va a acompañar hasta el final de nuestros  días, pues es casi el camino de la comodidad: a través de la técnica de la conversación.

Examinamos la teoría, se elabora una contraposición hasta la formulación de una síntesis final o conclusión que casi siempre ratificamos con la clásica pregunta ¿O tú qué opinas? Porque los seres humanos somos contradictorios por naturaleza, pero excelentes para detectar y superar las contraposiciones, la respuesta: sí, creo que sí, tienes razón cumple con todos, con las exigencias filosóficas de nuestro tiempo, pasamos muchas horas hablando sin un propósito hasta que fluyen declaraciones contradictorias a lo que realmente se piensa o se quiere decir, inmediatamente somos sujetos de refutación, víctimas de la maledicencia y nuestras conclusiones tienden a no resolver el problema.

Envidia de los antiguos peripatéticos, nos hace falta vestir toga o habitar palacios de mármol. Sólo que de una manera más modesta vamos moldeando nuestro pensamiento, con un método hechizo, del cual todo ignoramos, ahí, trastabillando, vivimos el presente, anhelando un buen  futuro.