El soldado de la salud
Parecía astronauta. El dr. Josué Reynoso no era epidemiólogo, pero el COVID-19 atacaba con furia y ¡vámonos al campo de batalla!
- ¿Quién quiere ayudar? En la reunión de médicos les pregunto el general en jefe a los soldados de blanco.
- Sin pensarlo, el Dr. Josué dio un paso al frente y se cuadró. Y con el otras futuras heroínas y otros valientes soldados de la salud.
Y de luego, al fragor de la guerra contra un enemigo casi invisible. La lid era ética. Cada vez eran más los heridos y al dr. Josué se le empañaban los lentes al ver que el aire no entraba a las cerradas válvulas pulmonares.
Se movía en campo minado. No esputos, la tos seca y con el ventilador muchos se salvan, pero otras y otros se irán solos y su alma de este mundo e irán a los lanzallamas que los volverán polvos de estrellas.
Llevaba casi dos días de trabajo y los ojos le ardían.
- Doctor, Se acercó el general en jefe. -Le toca descansar ¿mañana a las diez ok?
Fue a la sala de aseo. Se quitó el traje de campaña, dejo las armas de combate, se limpió todo posible germen. Salió.
Maneja en una ciudad, la vacía, y al recordar a enfermos y muertos se le hace un nudo en la garganta.
Un soldado que regresa a casa a veces con una medalla es recibido con besos y abrazaos por la familia, pero aquí el soldado de la salud ve a su casa solitaria y triste.
Entra y ve una nota sobre la mesa:
Josué: me fui con los niños con mi mamá. Tú entiendes cuando pase esto nos veremos.
Te quiero.
Y con otro nudo en la garganta, el soldado de la salud se recostó en el sillón y se fue quedando dormido.