El transporte público desde la perspectiva de género
La movilidad urbana es uno de los principales retos en los entornos urbanos en la actualidad. Una ciudad resilente, sostenible y equitativa es aquella que es capaz de hacer frente a este desafío no sólo por disponer de una estructura de transporte amplia, sino también por tener en cuenta aspectos como el impacto en el medio ambiente, la salud y seguridad de la ciudadanía, y las demandas y necesidades particulares de todos los colectivos sociales que la componen. Así, la planificación estratégica de la movilidad urbana debe ser capaz de entender estas necesidades, incorporando la perspectiva de colectivos diversos, para poder implementar políticas públicas que no dejen a nadie atrás. Las mujeres y otras identidades de género son uno de esos colectivos sociales que requieren políticas específicas y, por este motivo, la perspectiva de género en la movilidad gana cada vez más relevancia.
La inclusión de la perspectiva de género en la movilidad urbana es, hoy en día, una demanda solicitada y una deuda pendiente de las autoridades locales en muchas ciudades. Del mismo modo que en la actualidad no puede entenderse a la movilidad urbana y metropolitana sin ser sostenible, las nuevas prácticas de la movilidad tampoco pueden dejar de lado la perspectiva de género. Esto es, en primer lugar, entender que las políticas pueden tener distintos impactos en las mujeres y en los hombres, y pueden perpetuar la desigualdad o la discriminación de forma involuntaria. Adoptar la perspectiva de género en la movilidad urbana reconoce que las personas tienen experiencias diferenciadas al desplazarse por la ciudad, resultado de los diferentes aspectos de nuestra identidad (Castillo et al, 2020) e implica analizar cómo los roles de género influyen en el uso y disfrute de las ciudades y cómo estos condicionan las opciones de movilidad de las personas.
Es necesario que los gobiernos y las autoridades locales impulsen, no nada más la legislación sobre la igualdad de género y medidas concretas en promoción de la mujer, sino que también integren la perspectiva de género en las políticas públicas y en la planificación estratégica que permitan reducir las desigualdades y la violencia de género. Existen diversas acciones concretas que pueden implementarse con el objetivo de garantizar la igualdad de género en la movilidad, pero sin duda la principal es la existencia de un organismo público especializado dentro del equipo de movilidad que sea capaz de implementar políticas de género y garantizar su cumplimiento.
Las acciones deben centrarse en diferentes ejes temáticos. Un aspecto esencial, además de la elaboración de nuevas normativas e implementación de medidas para erradicar la violencia, es el diagnóstico y la capacidad para poder evaluar y medir el punto de partida y avances. Se observa una falta de datos estadísticos desagregados por género, así como datos específicos que permitan analizar la desigualdad de género y a partir de ello realizar políticas públicas de calidad que ayuden a reducirla. Según ONU Mujeres las lagunas de datos de género y la falta de datos de tendencias dificultan la evaluación y el seguimiento de la orientación y el ritmo de los avances para las mujeres y las niñas.
Las acciones desarrolladas en materia de género y movilidad también deberían centrarse en la educación; por ejemplo, en la implementación de talleres de formación y capacitación del personal, y campañas de concientización para la población y usuarios del transporte público.
Las ciudades pueden implementar políticas que busquen mejorar la calidad de vida de la ciudadanía, reforzando la seguridad de las mujeres y otras identidades de género en el transporte público. Ciudades como Bilbao avanzaron en materia de seguridad con políticas como las paradas intermedias, que permite que las viajeras puedan bajar antes en horarios nocturnos, avisando con antelación al conductor o conductora del bus (Ayuntamiento de Bilbao, 2018). Otras medidas importantes para la seguridad y prevención del acoso en el transporte público tienen que ver con contar con una correcta iluminación en horarios sin luz natural, que las barandas y manijas se ubiquen de manera tal que las mujeres no se sientan vulnerables o en posiciones incómodas, que existan cámaras de seguridad que permitan que la persona operadora pueda identificar comportamientos inadecuados y que funcionen como elemento disuasorio, entre otros.
Por otro lado, la perspectiva de género también considera otros temas relacionados con la salud y servicios complementarios. Por ejemplo, algunas acciones de este tipo se relacionan con la existencia de baños públicos de acceso genérico en las terminales y estaciones, implementación de cambiadores infantiles de acceso genérico o en ambos sanitarios si el acceso está diferenciado por género, etc.