HOMENAJE A KAFKA EN EL CENTENARIO DE SU MUERTE

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La mentira se convierte en el orden del mundo. Franz Kafka.

 

 

 

El pasado 2 de junio se celebraron las elecciones más importantes en la historia de México; la mayoría de los mexicanos, teníamos una gran expectativa por los resultados de las mismas, deseando que nuestra democracia saliera fortalecida, en principio, con los contrapesos para su buena marcha.

Hasta las 18:00 hrs. Todo parecía indicar que así sería y con la noche, llegó el desencanto y el partido en el poder se atragantó de votos y ahora está sufriendo una terrible indigestión. No se midieron dando rienda suelta a su ambición de poder.

Sorpresivamente, Xóchitl Gálvez reconoció el triunfo de Claudia Sheinbaum; horas después, decidió impugnar ¿Qué ocurrió para dar ese golpe de timón?

Vaya desde aquí un reconocimiento a Guadalupe Acosta Naranjo, quien fue el primero que puso el dedo en la llaga y a Melissa Vargas Camacho, candidata de Fuerza y Corazón por México a la presidencia municipal de Toluca quien ante los hechos, también decidió impugnar los resultados.

Conforme amanecía el lunes 3, crecía en el ambiente la sensación de inconsistencias entre las actas y el PREP, con una alta posibilidad de fraude electoral incidiendo en la caída de la Bolsa Mexicana de Valores y la caída del peso con respecto al dólar; siempre lo hemos sabido, los mercados financieros son enemigos de las autocracias y de la carencia de contrapesos en un gobierno que supuestamente es democrático.

Y esto apenas empieza, la ambición de poder emborracha y la cruda es peor. México por más que así lo quieran, no es una isla y esta sujeto a los movimientos de un mundo globalizado. Ojalá se corrija el rumbo a tiempo.

Quién iba a pensarlo, de esos caprichos del destino, que precisamente en la fecha de celebración del centenario de la muerte de Franz Kafka, estaríamos siendo testigos de un proceso electoral mexicano y un postelectoral Kafkiano.

El término kafkiano se usa para describir situaciones absurdas, opresivas y alienantes, similares a las que se encuentran en las obras de Franz Kafka. Estas situaciones suelen involucrar burocracias incomprensibles y omnipotentes, y reflejan la sensación de impotencia y desesperación del individuo frente a fuerzas incontrolables y absurdas. La atmósfera kafkiana es marcada por un sentimiento de ansiedad, confusión y a menudo, falta de lógica aparente, que resalta la insignificancia del ser humano en un mundo impersonal y a veces hostil.

Esperemos que esto no sea un mal augurio y que tengamos otros seis años de democracia kafkiana equivalente a un sistema político caracterizado por la burocracia excesiva, la opacidad en la toma de decisiones y la falta de transparencia en la gestión gubernamental.

En un sistema democrático ideal, se espera que los ciudadanos participen activamente en la toma de decisiones políticas, que exista un gobierno transparente, que rinda cuentas y en donde se respeten los derechos individuales. En una democracia kafkiana, los ciudadanos se encuentran atrapados en un laberinto burocrático donde las decisiones son tomadas por una élite política distante y poco accesible.

En este tipo de sistema, los procesos de toma de decisiones suelen ser opacos y difíciles de entender para el ciudadano de a pie. Las leyes y regulaciones son tan complejas y laberínticas, que resulta casi imposible para el ciudadano promedio comprender cómo funciona realmente el gobierno. Esto crea una sensación de alienación y desconfianza en las instituciones democráticas, ya que los ciudadanos se sienten desconectados y desvinculados de un sistema que les parece ajeno y hostil.

La sociedad civil tiene mucho trabajo por delante para evitar desaparezcan los contrapesos en nuestra democracia.