La historia en cuento Primera clase

Views: 639

El salón de clase, iluminado por el sol que entra por sus amplios ventanales con la presencia de 50 jóvenes eruditos asistentes al curso de Historia de México, escucha la voz del ameritado maestro:

He visto que desde los Olmecas nuestra cultura madre hasta Benito Juárez, Lerdo y Porfirio Díaz, al estar dándoles la clase bostezan mucho y a cada rato ven sus celulares, por eso he decidido cambiar la manera de dar mi clase, a modo de que la Historia se entienda, así o piensan o truenan.

Respiro el domine y siguió:

-Jóvenes: la didáctica moderna exige que quiénes mostramos la aparente verdad en Historia o Ciencia Política no demos el conocimiento frío, tal cual sino que lo aderecemos con algo de imaginación, por lo que les contaré un cuento, que en el fondo es historia, verdadera, historia política que en nuestro país ha transitado por interpretaciones diversas.

Su conocimiento previo y su cerebro deberán conectarse con el cuento. Sobra decir que el país es México.

El ameritado maestro se colocó mejor las gafas, caminó y soltó de su ronco pecho:

-En un lejano y hermoso país surrealista digno de un mural de David Alfaro Siqueiros, durante muchos años los habitantes del reino no se dieron cuenta de que vivían en un mundo político de ficción.

Tenían, sí, sus perfectas leyes, su prensa veraz y el conocimiento tal vez un poco lejano que hace más de un siglo todo el aparato electoral caminaba perfectamente bien. Es más tenían un dictador apellidado Díaz, al que apenas estudiamos y al cual mandaron al exilio.

Después de una lucha fratricida que costó al país millón de vidas y luego de mil días de discusión, en un villorrio llamado Querétaro se aprobó una Constitución que fue considerada la mejor del mundo esto sucedió el 5 de febrero de 1917, y nada más nombrare 3 artículos que son un poema de justicia e igualdad: el 3, el 27, y el 123. En el texto también se prohibía la reelección y después de muchos años de no ejercitar el derecho del voto, los ciudadanos sobrevivientes de la revolución y los de nuevo cuño –que pretendían hacer una patria mejor– se dieron a la tarea de ejercitar la democracia.

Al principio, la libertad para votar y ser votados se les indigestó. Tanto tiempo sin saber qué era eso, quien llegaba al poder quién la mayoría quería, hizo que los partidos políticos brotaran como hongos en tiempo de lluvia. Literalmente cada ciudadano era una opción y un partido político ambulante. Si en esa época pionera se contaron los partidos existentes, bien se hubieran llenado un folleto de no pocas páginas.

En esta parte del cuento es donde aparece un visionario llamado Plutarco Elías, que alumbrada su mente por el demonio de la política engendra la creación de un partido que aglutine a todos; un partido político único que contenga en esencia los postulados nacidos de la recién terminada revolución. Y así le pone PNR Partido Nacional Revolucionario

Su propuesta inmediatamente cae en el terreno fértil y el montón de partidos se convierte en uno solo, con los colores patrios como divisa.

Idea genial, si los anhelos de la mayoría son los de mejorar, caminando por el rumbo de la Constitución emanada de la revolución, ¿por qué pelearse por pequeñeces, si se coincide en lo fundamental?…

El maestro hizo un paréntesis y al sacar su pañuelo notó ese impasse, que flotaba el no entender que las mentes estaban en otro lado, se limpió la frente con el pañuelo y se situó en la realidad:

-Por cierto, hoy en la tarde en sus celulares quiero que vean y escuchen de lo que estoy hablando, les recomiendo los canales 11 y 22. Advierto que quien lo haga obtendrá puntos de más.

Alzando la voz continuó:

-Así, todos los ciudadanos circulando por la misma ruta hicieron triunfar partido y candidato del PNR por medio de una catarata de votos; podemos decir que al principio, gobierno y partido era una sola cosa, comandados por una persona; o al menos así lo parecían lo mismo, lo que se agudizara en tiempos futuros cuando se le llamara PRI Gobierno.

Así fue qué al ganar el candidato del partido mayoritario, esa persona nombraba gabinete, senadores, diputados y gobernadores. Abanderado de ideales, el electo señor era también virtual líder del partido y las fuerzas armadas.

Ring ring, ring, el timbre que terminaba la clase resonó y córrele que te alcanzo quienes formaban el grupo de según lucidos pensadores fue evacuando el aula.

Al maestro, pensativo le martirizo una duda: ¿estarán entendiendo?