La insensibilidad
Por mucho que uno quiera no acercarse a los demás, de evitar la sensiblería en redes, de tratar de apartarse de todo aquello que nos aqueja en estos días de encierro, no se puede dejar de lado las consecuencias ni los achaques propios ni las jornadas de lágrimas que, de vez en cuando, nos atacan sin piedad al mirar ciertos videos o leer noticias que nos llegan más allá de lo que manifestamos.
En estos días aciagos, las redes sociales se han inundado de rescates de animalitos, apoyos humanos, historias con colores varios, puntos de vista que van desde la conciencia y sus límites hasta la vulgar y pretendida búsqueda de likes inhumanos.
No he podido sustraerme a esta avalancha de emociones. Creo que pocos lo pueden hacer, pero es notoria la insensibilidad que ciertos seres humanos, sobre todo los políticos de palestra, tienen hacia sus conciudadanos, mientras insisten en su inmunidad, todo proveniente de una soberbia atroz y poco o mal entendida.
Vivimos una etapa en la que los cuidados son pocos. Debemos estar conscientes de que nada es poco ante la subida de la pandemia, ante este mal que, como jinete del Apocalipsis, ha llegado al mundo para quedarse y al extremar los cuidados y las recomendaciones, podemos evitar un deceso mayor.
En los años cincuenta o sesenta, no recuerdo con exactitud, salió a flote una teoría que por momento se volvió muy popular: Gaía, la tierra como ente vivo. En ella nos explicaban que nuestro mundo es un ser vivo como tal, con todo lo que implica ese término. Y que de vez en cuando el ser vivo se mueve y agita para librarse de sus virus. Teorizaban sobre los desastres naturales como un acto de defensa y decían que los humanos éramos una especie de bichos de los cuales la Tierra se desprendía de manera constante a través de estos actos naturales.
Incluso llegaron a decir, polémica de por medio, que el ser pensante que era Gaía provocaba las guerras para librarse de unos cuantos bichos más. En estos tiempos tan dementes, esta teoría ha ido creciendo de nuevo y ven al Covid-19 como una respuesta de nuestro planeta para librarse nuevamente de unos cuantos bichos más. Sea cierto o no, nos deja pensando.
Sin embargo, y ante la naturaleza humana, y sobre todo ante ciertos especímenes raros y soberbios, a veces no nos queda más que recapacitar sobre el hecho de que, en cierto modo, la Tierra o Gaía nos está poniendo a prueba nuevamente.
Lo que es real es que vivimos en una sociedad desnaturalizada, inhumana, que pretende alejarse de los principios morales que tanto defendieron los humanistas de siglos pasados y que ahora, por todos lados, vemos lo que sucede frente a nuestras pantallas.
Son ya miles de cientos de miles de muertos. Y aún así, hay gente que, pudiendo ser un ejemplo para los demás, se niegan, en su soberbia, a ser un referente obligado y consciente de que no somos inmortales, y que tenemos que cuidarnos y cuidar a los demás.
Si es posible no salir, no salgan, pero si lo tienen que hacer, háganlo con toda la conciencia, con la obligación de ver por los demás y no por uno mismo.