LA LUCHA CONTRA EL CÁNCER, UNA BATALLA QUE NO SIEMPRE SE GANA
Siempre he dicho que la Causa no se abraza, hasta que no es la propia. Este mes de octubre es el mes de la lucha contra el cáncer, hemos visto casos de mujeres, pero especialmente los casos de niñas, niños y/o adolescentes son los que quiebran nuestra emoción y nos hacen entender muchas cosas que nos ocurren; por ello, para contribuir en la concientización, hoy les compartiré una historia sensible en torno al cáncer, una historia que así como me la platicó la mamá del pequeño la tendrán ustedes.
EL CÁNCER, MI HIJO Y YO…. Amatepec es un municipio al sur del Estado de México, ahí donde nos reconocen por el café y su excelente sabor que se logra con el tostado perfecto, si es que lo consumimos en una de las casas donde el proceso es de manera natural; Amatepec es nuestro origen y quizás nuestro destino, aquí donde su principal calle nos deja ver su iglesia desde el palacio municipal y que los días domingos reúne a varios amigos y conocidos de las comunidades vecinas incluso de municipios como Tlatlaya, ésta es nuestra tierra y aquí nos tienen las ganas de vivir…
Todo esto comenzó con un dolor muy común y que a veces no hacemos caso, dolores de cabeza frecuentes, traté a mi hijo por muchos lados y no veía mejoría, un día sangró de la nariz y comenzó a tener problemas para respirar, lo que normalmente llamamos mormarce, mi curiosidad hizo que revisara a mi hijo y mire un pequeño absceso obstruyendo su fosa nasal derecha, por lo que decidí irme a la Ciudad de México al Instituto Nacional Respiratirio o de enfermedades respiratorias, donde el otorrinolaringólogo lo vería más a fondo, según me recomendaron algunos conocidos en mi pueblo, pero fue ahí donde mi vida cambio; Pepe ( cambio de nombre por respeto a la identidad) mi hijo, un niño que cada vez que sonríe hace que me cause alegría, porque de los tres hijos que tengo, el padeció de cáncer, ese cáncer que no lo dejó sufrir solo a él sino también a sus dos hermanos, sus abuelos y yo.
Recuerdo aun cuando en la búsqueda por darle atención a la salud de mi hijo y después de varias opiniones, así de fácil me dijo el médico: su hijo, es posible que tenga un tumor, el resultado fue un estesioneuroblastoma de nervio olfatorio derecho, un Cáncer agresivo en etapa 3, sentí como si me hubiera dicho más que el diagnóstico; lo digo así porque en mi tierra el escuchar la palabra cáncer era tener fecha definitiva, bien pueden ser años, quizás meses; es algo que no imaginé nunca, algo que creí estaría lejos de mí y de mi familia.
Total, se sometió a una operación de 7 horas, las más largas de mi vida ya que el tumor estaba súper incrustado del tabique de la nariz, tumor de hueso que en 1000 niños solo a 3 o 4 les sale en ese lugar, mi hijo fue uno de ellos; después de su recuperación, me aconsejaron buscar un oncólogo pediatra, lo cual al ver la gravedad optaron por darle el tratamiento completo: cirugía, quimioterapia y radiación, mismo que fue muy difícil asimilar la realidad, pero en nuestra familia, estábamos dispuestos a todo menos a perderlo, así que al comenzar el tratamiento comenzaron los dolores en el cuerpo de mi (Pepe) que de cariño así le digo, siguieron los piquetes, las tomografías, gamagramas, resonancias, más piquetes etc, tomó la primera quimioterapia que era internarse 8 días, descansar 20 y así sucesivamente hasta completar los 6 internamientos, comenzamos el primero, pues estaba tranquilo lo tomó de la mejor manera, pero fue entonces cuando comenzaron las náuseas, vinieron los vómitos, bochornos y lo más difícil, la pérdida de cabello, ver como al bañarlo se le venían madejas sobre mi mano y el verlos caer sobre el piso, esa vez él lloro mucho y yo quise hacer lo mismo creyendo que era solidaridad, pero reaccionando de inmediato, sabía que tenía que hacerme fuerte por él, no podía verme destrozada, yo lo acompañaba las veinticinco horas, sí para mi eran veinticinco horas, yo era su pilar completamente; a la siguiente quimioterapia se le cayó más, hasta que un día me dijo “Mami compra un rastrillo y rápame”, ya no quiero ver como se me cae el pelo, lo rape y cuando salió y se vio al espejo dijo.. “Mira mami, no me veo tan mal”.
Creímos que todo iba mejorando, nos confiamos tanto de verlo tan bien sin sospechar que venía lo peor; recuerdo que la mitad del tratamiento, tomó su quimioterapia, seguía al pie de la letra las indicaciones médicas, cuidábamos el tiempo y alegres nos íbamos a casa a descansar los 20 días, debo decir que solo de la ciudad de Toluca a nuestra casa hacíamos en ocasiones cuatro horas; pues sólo paso una noche en casa cuando sus defensas y plaquetas comenzaron a bajar tanto, que le comenzó la hemorragia de la nariz, inmediatamente nos fuimos de nuevo al hospital, mi angustia era que son hasta 4 horas de camino, pues en el mapa ( Un paraje conocido que es referencia en la llegada a Toluca) ya no podía pararle tanta sangre, llegamos como milagro e inmediatamente a terapia intensiva pues estaba en ceros de todo, no se explicaban los doctores por qué no había entrado en shock, trataron siete veces para ponerle en ventilador ya que se llenaba de sangre, pues comenzaron a pasarle bolsa tras bolsa y no cedía, era un pulmón que a causa de la quimioterapia se le estaba devastando.
Llegó así, la madrugada del 4 febrero de 2016 cuando me vocean por el altavoz del hospital y corro a terapia, “ Señora su niño acaba de sufrir un infarto, lo reanimamos por tres minutos, no sabemos si pase la noche”, de repente un zumbido en mis oídos me dejó perdida por un rato, que solo de pensar se me eriza nuevamente la piel, clame a Dios con todas mis fuerzas pidiendo una nueva oportunidad de vida, así como al padre de mi hijo que hace años murió ¡NO TE LO LLEVES!, NO ME LO QUITES, ¡¡SEÑOR MIO, ES MI HIJO POR FAVOR, QUÉ HICE MAL!!!!, así pase con la angustia 13 días que estuvo en terapia y sin mejoría, 48 bolsas de sangre más las de plaquetas, por lo tanto conseguir donadores para reponer lo prestado, no puedo aun explicar la impotencia de ver a mi niño dormido, con tubos y catéter por todos lados, hinchado, inmóvil, frío muy frío, solo lo veía, quedándome a la voluntad de Dios.
Recuerdo que a medio día y a las 6 pm, le ponía sus canciones en el celular, le cantaba, le platicaba, le decía que se veía muy guapo porque lo acababan de bañar; siempre procure que me escuchara contenta aunque saliendo me revolcaba en el piso de dolor ahogándome en mi llanto, mientras los doctores, decían: “puede morir en cualquier momento”, así que me agarre dela mano de Dios y dije “Señor que sea tu voluntad”.
De repente comenzó a parar la hemorragia, así que fueron quitándole sedantes poco a poco hasta despertarlo, cuando entre y lo vi que cerró y abrió los ojos volví a sonreír, estaba fuera de peligro, y se iría a piso, pero oh sorpresa lo lastimó tanto el tubo de la boca que no podía hablar y a causas del infarto perdió la coordinación de su cuerpo, no podía caminar, se le hicieron ulceras y llagas en sus pies y en su pompa lo que ocasionó se quedara en ayuno por un mes hasta ver esa llaga sanar de lo contrario se infectaría, solo tenía su nutrición parental por una sonda y lo mantenía lleno, así pasamos 3 meses en piso pero el siempre con la mejor actitud.
Mientras mi angustia de tener mis otros dos hijos sin verlos tanto tiempo, mi corazón estaba partido en dos pues soy padre y madre y jamás nos habíamos separado.
A partir de ahí, valoré ampliamente la vida, las oportunidades y las bendiciones que el Ser divino nos da, realmente no sé, no supe, no recuerdo como saqué fuerzas para asumir esa responsabilidad, si habría tenido frente a mí el espejo, seguramente me habría visto derrumbada, sin poder encontrar respuestas a la pregunta obligada en casos como éste ¿Por qué a mí? ¿Por qué a mi hijo? ¿Por qué si existe Dios y quiere a los niños, castiga al mío con esta enfermedad? Todas esas preguntas me llevaban a ver a mi hijo e imaginarme que haríamos, que haríamos con una enfermedad difícil, cara de atender y sobretodo que poco a poco acaba con las emociones de un niño como el mío.
Recuerdo que, cuando fui canalizada al hospital, sentía enorme miedo, nunca había visitado un hospital de especialidades, donde cuanto más grande es el edificio y más son los aparatos, sientes que más grave es el problema de salud, así me sentía yo, temerosa ante todo, cualquier diagnóstico que muchas veces no entendía del todo, me hacía cruzar y tronar los dedos.
Mis padres, con ese apoyo solidario, cuidando de mis hijos menores, ayudándome a brindarles el cariño y atención especial, ese cariño que yo estaba brindando más dirigidamente a Pepe por su condición de salud, mi hijo no era mi consentido pero era el que tenía toda mi atención y no era mi consentido porque los tres son igual para mí; quienes les consienten son sus abuelos, a quienes debo estar tremendamente agradecida, porque ellos me suplieron cuando había reuniones en la escuela, cuando había que comprar material de las clases y tareas, porque simplemente el ver mi tristeza y la de mi hijo los hacía poner una cara fuerte y contener a veces el llanto para que no me viniera yo abajo, mi padre padeciendo así también sus problemas de salud y a quien en ocasiones evitaba decirle la verdad sobre el estado real de Pepe, diciéndoles está estable.
Afortunadamente mi hijo, sigue con esta historia, fueron años de lucha y preocupación, lucha que nos permitió conocer lo difícil que es enfrentarse a una enfermedad crónica a la edad que sea y del integrante de la familia que sea, gracias a quienes conocieron a Pepe, hoy saben que es uno más, uno más que tuvo cáncer y que aprendimos a vivir con él, el cáncer no era más que una limitación física, pero fue motivo para emprender esa lucha contra el miedo, miedo a morir tal vez y aunque él no pensaba en eso, mis noches terminaban imaginando lo peor y al salir al otro día no tenía ganas de siquiera imaginar, mi hijo para mí y para quienes lo conocen, es un guerrero ya que jamás se rindió, después del mes llegamos a casa y pues fue el reencuentro más lindo volvernos a ver todos, muchas personas llegaban a casa con despensa y querían verlo, pero por órdenes del médico se le prohibieron las visitas solo lo veía yo con mi cubre bocas y guantes todo súper limpio y su dieta especial, se acabaron las vacaciones y abría que regresar por la otra mitad del tratamiento lo cual el ya no quería y yo menos pues teníamos miedo, pero nos fuimos no podíamos dejarlo incompleto, las siguientes tres veces cayó dos al aislado por falta de plaquetas pero ya no a la terapia, lo que casi fueron dos años en la lucha contra el cáncer.
Hoy el cáncer vive con nosotros, lo digo así porque aún erradicado según los médicos, le temo a su regreso, le temo a una recaída, le temo a que mi hijo sin entender siquiera vuelva a faltar a clases, vuelva a ver jugar a sus compañeros desde una banca, desde la ventana o que sientan sus amiguitos que es débil y por eso no lo inviten a hacer las travesuras de su edad, a jugar los juegos de su tiempo, tengo miedo a que sus únicos recuerdos de niño, sean estos de: mamá verdad que yo tuve cáncer cuando era niño.
Mi estancia en oncología me mostro que existen ángeles terrestres que son los médicos y enfermeras, también conocí muchas personas que ahora son grandes amigos, muchos niños que lucharon hasta el último momento, algunos vivieron pero como 20 no lo lograron comprendí que en esta vida lo más importante es la salud, ya que sin ella no somos nada, aprendí a ser más solidaria ahora soy más sensible, pero también más fuerte porque solo quienes hemos vivido esto sabemos que no es nada fácil, agradezco tanto a Dios por esta nueva etapa
Agradezco a quienes por una u otra razón fueron parte de esta historia de mi hijo, su salud va mejor, su sonrisa ya coincide con la mía, su abrazo es para su familia un abrazo de fe y esperanza, porque como no creer en alguien, como no hacerlo si mi hijo está aquí porque muchos elevaron plegarias, porque nadie concibe que un niño sufra de esta manera, con lo que le pasó a mí familia, recibí muestras de solidaridad, mismas que agradeceré siempre y que nunca olvidaré porque estaré siempre viendo crecer a mi hijo gracias a todos, comparto mi historia real, para motivar a otras personas que apenas comienzan, que sepan que todo detectado a tiempo es curable y dar fe y esperanza de vida las palabras de mi niño en navidad pasada fueron.. GRACIAS DIOS MIO POR DEJARME VIVIR, GRACIAS POR DARME UNA MAMA FUERTE Y UNA FAMILIA UNIDA, SÍ, VOY A MORIR UN DIA…PERO NO DE CANCER…
Y mientras tanto, aquí seguimos: MIS HIJOS, YO Y EL CÁNCER.